¡Vencimos! ¿Ahora qué?
El día domingo 19 de diciembre, el candidato de Apruebo Dignidad, Gabriel Boric, se impuso con el 55,87% de los votos sobre el candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast; con una rotunda ventaja de casi un millón de votos a pesar de la propaganda burda de la histeria anticomunista promovida entusiastamente por los medios de difusión masivos y las redes sociales.
Dicho evento puede significar dos cosas para nuestra historia: el fin de una época que significa el inicio de un cambio sustantivo de la realidad social de nuestro país o, por otro lado, una oxigenación de la actual situación critica que tiene enferma a la sociedad chilena, es decir, el individualismo atomizado, el materialismo capitalista y la esquizofrénica fantasía del egoísmo como motor del progreso social.
A pesar de que Kast no representaba bajo ninguna forma, al menos si somos honestos intelectualmente, una forma de fascismo o de corporativismo siquiera, sin perjuicio de su impronta autoritaria; este era el candidato explícito de los equilibrios macroeconómicos de la fracasada y ruinosa visión hayekiana de la economía: el perro de caza del empresariado más tiránico y egoísta.
Sin embargo, una importante facción de Apruebo Dignidad, el Frente Amplio, pertenece a esa llamada “Nueva Izquierda” que parece entrampada en la libertad negativa y las luchas reivindicatorias por sobre complejos análisis filosóficos o programas políticos radicales y, a su vez, se ven entrampados en el juego de la “hiper-democratización” del populismo de Laclau y Moffe que es una versión descafeinada de la teoría de Carl Schdmitt. Este debe llevar a preguntarnos: Quiénes son abiertamente liberales de izquierda -con una óptica centrada en el individuo- ¿pueden superar los cotos de la sociedad capitalista fundamentada en esa misma filosofía? ¿es el populismo de la “nueva izquierda” realmente una herramienta para la hegemonía y la estrategia, o solo es un caballo de troya de ilusos que no saben hablar con un poblador o un obrero?
Esto puede ser un inconveniente técnico-administrativo y legislativo e incluso político a la hora de relacionarse con las amplias capas de trabajadores que pertenecen a los antiguos partidos de izquierda tanto concertacionistas como extra concertacionistas, pues, aunque hayan concejales y alcaldes del mundo popular en algunas fuerzas del FA, dicha coalición no huele a población, sino a las asambleas universitarias y las lógicas del political correctness que están profundamente arraigadas en un elitismo complejo de ocultar. Sin perjuicio que tras la serie de elecciones de este año están demostrando lo contrario.
Ahora bien, más allá de los límites de este Frente Amplio, tenemos los problemas endémicos que sufre la izquierda chilena desde la caída del muro de Berlín; la izquierda ha perdido rumbo ideológico, se ha desinflado programáticamente y tiene acotados y agotados liderazgos. Simplificadamente y como modo de ejemplo, se pueden mencionar, entre otras, las siguientes razones de su actual situación riesgosa:
- Una formación política y filosófica paupérrima de la militancia, especialmente la juventud;
- Confusiones ideológicas en lo simbólico, lo discursivo, lo programático y la cosmovisión misma de los caracteres de las diversas identidades de los partidos de izquierda (¿ahora todos somos socio-liberales? ¿Qué queremos hacer con x tema? ¿Podremos salir de los eslóganes?);
- Un colapso en las militancias, con una acumulación de fuerza lenta, errática e inestable; no hemos sido capaces de asumir un verdadero liderazgo del momento histórico que vive chile (¿o ignoramos que la mitad de la población ni vota y vive bajo la desafección y desinterés?);
- Otros.
Así, con una militancia política disminuida, cansada pero llena de expectativas y la posibilidad real, con el actual gobierno, la actual constitución del Congreso y de las posibilidades amplias de la Convención Constitucional, la izquierda chilena se enfrenta a una situación compleja: la esperanza de todo un pueblo. Chile esta viviendo nuevamente una primavera renovadora como lo fue la victoria del NO sobre los agentes del pinochetismo en 1988; ¿será acaso que repetiremos los mismos errores? La historia puede repetirse dos veces, primero como una tragedia y luego como una farsa, como también, pueden tomarse las riendas de esta y decidir nuestros destinos.
El pueblo chileno no tiene una vacua promesa de “pan, paz y trabajo” ni una expectativa metafísica-ontológica de una nueva sociedad o un proyecto de una nueva forma de vida. Es sencillo; el pueblo quiere un sinfín de cosas que no puede tener actualmente; quiere las cosas materiales e inmateriales de las que ha sido privado por el modelo de desarrollo que a la vez les prometió tenerlas: vivienda digna, salud universal y de calidad para todos, una vejez digna, etc. El sueño que permitió ganar a Gabriel Boric, un sueño sencillo, humilde y profundamente necesario, el vivir bien (con algunos que otros alcances según cada ciudadano y ciudadana), puede significar también nuestro fracaso.
Asimismo, el único gran ganador de esta elección, quien partió siendo un payaso, un recuerdo curioso de un pasado enterrado en la Transición es: José Antonio Kast y los libertarios capitalistas del Partido Republicano. Pareciera contra intuitivo afirmar esto, pero toda la izquierda está agotada, sin un crecimiento real, no hemos podido tomar ni liderar la profunda movilización del 18 de octubre, no tenemos grandes proyectos e incluso tenemos una formación e identidad decadente; en cambio, la derecha pinochetista con su populismo desencarnado (mucho más efectivo que el populismo del “postmarxismo” de los autores favoritos del Frente Amplio) se instaló para no irse en un largo tiempo: es una amenaza que seguirá acechando la política y endeble democracia liberal, nos guste o no.
Dicha victoria de la derecha viene de la mano con un acérrimo anti comunismo y una cobardía política propia de los reaccionarios más recalcitrantes, el empresariado más pudiente, inmoral e individualista de nuestro país, y no dudará en hacer efectiva una oposición peligrosa ante la más mínima reforma (si fue difícil en el segundo gobierno de Michelle Bachelet, esperen lo que vendrá, pues puede ser peor): paros de camioneros y paralización del comercio, devaluación de la moneda, huida de inversionistas o, incluso, bloqueos económicos o correteos financieros, pueden volver a ocurrir, tal y como le sucedió a nuestro compañero, el presidente Salvador Allende.
En medio de la embriaguez de la victoria y ante la infinidad de oportunidades de superar el neoliberalismo dentro de los próximos 4 años o iniciar ese proceso pensando en las profundas dificultades de nuestro complejo país, tenemos que hacernos responsables de todas estas crisis, complicaciones y limitaciones que tenemos; de lo contrario, este gobierno será simplemente la oxigenación del Chile que empezó a ser enterrado el 18 de octubre y Gabriel Boric será recordado como el Aleksándr Kérenski chileno, dando lugar a la antesala de más violencia y polarización social.
Al contrario, si como izquierda nos hacemos cargo de una política de masas seria, con un profundo clivaje y presencia en poblaciones fomentando la vida comunitaria, organización sindical, gremial y vecinal, armando militancia popular; nos dedicamos a la formación política del pueblo trabajador, del poblador y pobladora; a la edificación técnica del contrato social, a nivel jurídico y económico, que reemplace al impuesto en la dictadura, y sobre todo; manteniendo la institucionalidad somos capaces de desbordar los límites de la reacción con la participación masiva del pueblo chileno podremos realmente abriremos las grandes Alamedas donde cruzará la nueva mujer y hombre libre.
Las expectativas son inmensas y los desafíos infranqueables, debemos enfrentarlos, pero tenemos fe en Chile y su destino; debemos colaboración y compromiso con el gobierno de Apruebo Dignidad, dirigido por el compañero presidente Gabriel Boric, como también, sobre todas las cosas, necesitamos una lealtad irrestricta al pueblo trabajador, a los pobladores y campesinos de nuestro país, para en todas nuestras tareas, en servicio del bien común y el desarrollo humano integral de la persona, consigamos cumplir las aspiraciones del valiente pueblo chileno.