Votar por Boric

Votar por Boric

Por: Fernando Balcells | 01.12.2021
Algo tiene Boric que suma. Él es el hombre de este momento, tal como Aylwin fue el político justo para 1989 y los 90. Es valiente, es libre y normalmente no se pierde en los caminos que debe tomar. Es joven y ha ido formándose en el vuelo del salto que implica pasar de los movimientos sociales a las instituciones políticas. Pasar de manifestante contestatario a autoridad de la República no puede hacerse sin tropezar. La historia de esos tropiezos abarca a la Unidad Popular, a la Concertación, a los movimientos emergentes y minoritarios de todos los horizontes históricos y, desde luego, al Frente Amplio.

Mi razón fundamental para votar por Boric es parar a Kast. Considero una tragedia personal y un descalabro para Chile que el señor K fuera elegido Presidente. Mi opción no es solamente negativa; el rechazo es una fuerza positiva potente. El No a Pinochet tuvo esa fuerza que es necesario repetir para sacudirse la indiferencia ante lo que implica el retorno de una ultraderecha integrista al poder.[1]

Algo tiene Boric que suma. Él es el hombre de este momento, tal como Aylwin fue el político justo para 1989 y los 90. Es valiente, es libre y normalmente no se pierde en los caminos que debe tomar. Es joven y ha ido formándose en el vuelo del salto que implica pasar de los movimientos sociales a las instituciones políticas. Pasar de manifestante contestatario a autoridad de la República no puede hacerse sin tropezar. La historia de esos tropiezos abarca a la Unidad Popular, a la Concertación, a los movimientos emergentes y minoritarios de todos los horizontes históricos y, desde luego, al Frente Amplio.

En este punto medular, los movimientos emergentes se asoman al poder político y generalmente se pierden. Boric ha mantenido un balance notable entre el arrojo y la templanza. Inevitablemente, le ha tocado experimentar la inconsistencia propia de los procesos de crecimiento, de cambio y de traducción de lenguajes que no se entienden bien entre sí. El tránsito entre espacios heterogéneos de la sociedad está normalmente interrumpido por barricadas, murallas chinas y encierros autorreferentes. La política está hecha para gobernar los movimientos sociales y transformarlos en testimonios, espasmos y pellejos de la fuerza que los impulsó. En el mismo empuje, la política se levanta para hacer un lugar en el derecho a las fuerzas sociales que conviven en conflicto.

Gabriel Boric, el Frente Amplio, la Concertación, el Partido Comunista, la Derecha, la Convención Constituyente y todo el resto de los actores sociales y políticos están sufriendo los ajustes entre los ánimos instituyentes y el carácter intrínsecamente burocrático y conservador de las instituciones. Basta contemplar a algunas organizaciones de trabajadores vacilando entre la solidaridad y la xenofobia; a la derecha unida detrás de su expresión más brutal y retardataria; a la antigua y exitosa Concertación de Partidos por la Democracia, pasar por la irrelevancia antes de extinguirse en los roqueríos del tiempo. Qué decir de los cabildos y de los movimientos políticos en los barrios; de la Lista del Pueblo, los representantes de los pueblos originarios y los movimientos estudiantiles que, en su afán de criticar la representación, arriesgan y disminuyen su propia capacidad de hacer política.

La sociedad política, en su conjunto y en cada uno de sus sectores, está sometida a presiones atmosféricas y geológicas de una envergadura y una intensidad tal que, efectivamente, comprometen el modo de existencia del país.

La candidatura de Boric representa a la vez la continuidad democrática y la preservación de las aperturas de la imaginación que nos hemos dado en estos años de revuelta y pandemia. Esta representación, que le adjudico a Boric, como nexo entre los últimos 30 años y los próximos 10, se debe tanto a la convergencia de las fuerzas políticas que lo apoyan como a la personalidad propia del candidato. No hay que olvidar su persistencia y su soledad en la firma del acuerdo constitucional de noviembre de 2019.

Boric debería ser capaz de articular a) un modo de asumir los traumas simbólicos de los chilenos (NO + AFP; derechos humanos; abstención policial de las FF.AA.; reconocimiento de los pueblos originarios); b) recoger las demandas más sentidas (salud pública eficiente; pensiones dignas; educación ‘de calidad’, seguridad en los barrios); y c) construir un Estado de Derechos pluri popular, un Estado coherente y diseminado. Su gobierno debe llevar a buen término la Convención. Finalmente, y desde un lugar que lo baña todo: d) debe fortalecer la economía; es imperativo cuidar los traspasos entre el viejo modelo y el nuevo que se anuncia en silencio. Va a ser necesario continuar desarrollando el traslado de la economía hacia mejores condiciones de trabajo, de inclusión de las mujeres, jóvenes, inmigrantes, informales y minoridades en general. Ojalá se pueda desarrollar un énfasis en el fortalecimiento de las iniciativas emprendedores innovadoras y sustentables de individuos y equipos pequeños y medianos.

En resumen, estamos llamados a elegir la paz inestable que ofrece Boric antes que el orden policial catastrófico que viene con Kast.

[1] Pareciera que en la primera vuelta presidencial nos perdimos de nuestra historia. No me queda duda que la inconsistencia política del país (proporción de votaciones a favor de la Convención versus votación de Kast) se debe al voto voluntario, que expresa con extrema brusquedad las fluctuaciones contingentes de la ciudadanía ante desafíos en los que se juega no sólo su cotidianidad sino también la duración y la historia de las instituciones que encuadran y condicionan la vida de cada cual.