El gran objetivo logrado de Piñera: Todos pagando con tarjetas
Ya casi terminando el segundo gobierno de Sebastián Piñera hay muchos comercios donde definitivamente está vedada la posibilidad de pagar con dinero. Durante la pandemia se justificaba la medida porque los billetes y monedas podían ser fuente de contagio del COVID-19, y ahora último, porque supuestamente no habría monedas circulando -metálico, en la jerga economicista- para dar vueltos.
Las grandes cadenas del retail restringen cada vez más las opciones para pagar con dinero. De cada 10 cajas hay, con suerte, solo un par donde se permite pagar con efectivo, no obstante que, en teoría, el dinero tiene fuerza legal y nadie podría negarse a recibir un pago realizado con monedas o billetes. En estricto rigor, las cadenas del retail no niegan la opción, pero la dificultan de tal modo que, en los hechos, obligan a pagar con tarjetas, mientras hay otros comercios que definitivamente, excusándose en no tener vuelto, no aceptan dinero.
Es llamativo que las cajas de auto-atención de los supermercados, que permitían pagar con efectivo, han ido siendo reemplazadas por cajas que sólo aceptan pago con tarjetas, restringiendo de esta manera aún más la opción legal de pagar con dinero. Lo mismo está pasando con los cajeros para pagar estacionamientos.
Nos obligan a usar tarjetas no sólo por la pingüe comisión de uso y mantención, que individualmente considerada es baja, pero que en la suma de miles de tarjetas les reporta a los emisores cuantiosas ganancias, sin considerar además los seguros que siempre, aunque uno intente darlos de baja, terminan apareciendo en las cuentas, junto a una serie de cobros menores, a veces de pocos pesos, que resulta mas caro reclamarlos que pagarlos.
Pero sin duda lo más relevante de estos sistemas de pago son los datos, que cada vez que realizamos el pago de un producto o servicio se incorporan como un verdadero prontuario a nuestro historial de consumidor, lo que alimenta las bases de datos que luego procesan para hacernos llegar, por distintas vías, las ofertas de aquello que necesitamos o necesitaremos en función de nuestro comportamiento de consumo. La inteligencia artificial parece saber mejor que nosotros mismos lo que queremos
Si usted hoy compra pañales y leche de fórmula, no le quepa duda que en un par de años más le harán una atractiva, personalizada e irresistible oferta para comprar una Peppa Pig o los Paw Patrol, y todos los artículos relacionados (merchandising) pasando por tazones, poleras, trajes de baño y hasta gafas para el sol. Si no usa redes sociales, ahí estarán los productos esperando por usted en las cajas para que sus hijos los reclamen. Si usted consume alimentos con sellos, la industria ya sabe que tendrá que estar preparada en unos años mas para ofrecerle remedios, y en realidad la big data no parece ser mala, sólo que, al menos yo, prefiero ir a lo que quiero y no que me invadan a cada rato para hacerme ofertas, y reclamo mi legítimo derecho a pagar con dinero de curso legal.