Kast, el enemigo público número 1
José Antonio Kast, el nuevo líder de la extrema derecha, se declara enemigo de la izquierda. Pero, en realidad, está contra todo aquello que signifique transformaciones en el país. Su defensa de los valores más conservadores y la protección del régimen neoliberal lo convierten en el enemigo Número 1 de la mayoría nacional. De esa mayoría que a partir del 18-O recorrió las calles de nuestro país para recuperar libertades personales y poner término de las injusticias sociales.
Kast es un fundamentalista religioso. Se opone a la libertad sobre nuestros cuerpos y odia la diversidad sexual; pero también es un firme defensor del Estado mínimo con mercado máximo. Como diputado de la UDI, fue delirante opositor a la entrega de la píldora del día después en los consultorios, a la despenalización del aborto en tres causales y a la ley de identidad de género.
Ahora, en su programa presidencial, y coherente con su odio a las reivindicaciones feministas contempla eliminar el Ministerio de le Mujer. Declara rechazar el matrimonio igualitario y se pronuncia agresivamente contra la diversidad sexual, calificando a lo que denomina “la ideología de género una gran mentira”, porque, según él, sólo se pueden reconocer hombres y mujeres.
En suma, Kast se arroga el derecho a limitar la libertad de las personas distintas a él. No sólo sobre el derecho a nuestros cuerpos y sexualidad, sino también respecto de los inmigrantes. Se acerca al fascismo cuando asocia, sin pruebas, la inmigración a la delincuencia y quiere construir una zanja en los límites norte de nuestro país. Y, para añadir más leña al fuego, para combatir la delincuencia propone que todos los civiles tengan armas en sus casas para defenderse. Es un émulo subdesarrollado de Donald Trump. Por otra parte, José Kast exige la defensa irrestricta del régimen neoliberal porque, según él, Piñera ha sido débil en la protección del modelo. Sigue las enseñanzas de su hermano, Miguel Kast, ideólogo y promotor, de las instituciones fundantes del modelo: AFP, isapres, Código Laboral, etc. Incluso ha agregado una perlita más a sus posturas neoliberales, que lo colocan contra la naturaleza. Dice en su programa que ¡la flora y la fauna deben pagar derecho a existir!
Así las cosas, Kast propone radicalizar el actual régimen neoliberal con la reducción del Estado, menores impuestos a las empresas, mantener las AFP e isapres, aumentar la edad de jubilación y fortalecer la educación pagada. Por cierto, la ideología manda, pero también sus negocios, como copropietario de la empresa cecinas Bavaria. Y son precisamente estos negocios los que le han permitido jugosas ganancias, que ha diversificado en Panamá y los Estados Unidos.
Desde los inicios de la democracia, la derecha ha intentado trivializar la dictadura de Pinochet y naturalizar la barbarie. De algún modo lo ha logrado, con la presencia de colaboradores directos del pinochetismo en los gobiernos de Piñera. Sin embargo, Kast se ha atrevido a mucho más: relativiza las violaciones a los derechos humanos, llegando a sostener que los presos de Punta Peuco son objeto de “ficciones jurídicas” y que de ser presidente promovería una ley de punto final para intervenir en causas de derechos humanos (El Desconcierto, 4 de enero de 2018).
Al inicio de la campaña presidencial, el discurso de Kast fue bien recibido por los presos de Punta Peuco, los fundamentalistas religiosos y los militares retirados, que todavía añoran la dictadura. Sin embargo, con la debacle de la candidatura de Sichel, políticos de la UDI y RN, junto al gran empresariado, están transitando hacia la extrema derecha. El temor a las transformaciones del régimen económico los ha empujado en favor del extremismo de Kast. No parecen darse cuenta, que tanto la Convención Constituyente y sobre todo la rebeldía popular, presente en la ciudadanía, hacen imposible la permanencia del neoliberalismo.
Sin embargo, hay que tener cuidado, porque la derrota de Kast no está garantizada. El poder de la derecha ha disminuido, pero el de los fácticos no se ha extinguido. Sus medios de comunicación y economistas hacen, como siempre, su trabajo. Se esfuerzan en responsabilizar a la oposición, y sobre todo al candidato Boric, de la inflación, alza del dólar y la creciente violencia en el Wallmapu.
Los sectores populares y capas medias no pueden vacilar. No deben dejarse engañar. Los sacrificios y dolores, que la mayoría nacional vivió a partir del 18-O, exigen culminar la tarea con el triunfo de un gobierno de izquierda. Las libertades personales y el término al neoliberalismo están en juego y obligan a la derrota de Kast.