Reflexiones constituyentes: Ausencia de la población trans
Las primeras manifestaciones contra la violencia y la discriminación hacia la población LGBTIQ+ en el mundo, han tenido una importante participación de personas trans, travestis y género no conforme o no binaras, poniendo sus cuerpos e identidades negadas en lucha para avanzar en el reconocimiento de derechos mínimos de las personas de la comunidad. Ejemplos de ello sobran, como las figuras de Marsha P. Johnson y Silvia Rivera en Stonewall, las locas travestis en el 1973 en Chile rebelándose en la Plaza de Armas, entre otras.
Décadas después, nuestra comunidad sigue viviendo crímenes de odio y exclusiones, pero hemos avanzado sustantivamente en visibilidad e incluso en políticas públicas que dan reconocimiento a nuestra calidad de ciudadanes. Un ejemplo concreto es la Ley de Identidad de Género, sin perjuicio de sus diversas falencias, como la exclusión de niñes trans y la falta de una ley integral trans.
En Chile acabamos de vivir unas elecciones históricas, con la irrupción fuerte de un nuevo eje de partidos transformadores (FA, PC, entre otros) y de listas de independientes que dieron la sorpresa para los cálculos de los expertos electorales, que se quedan en el viejo Chile. En ello, 8 personas abiertamente LGBTIQ+ son electas: gays, lesbianas y pansexuales, pero ninguna persona trans o no binaria. A simple vista podría decirse que es porque aún falta mucho para la aceptación de nuestra comunidad, pero si miramos los ejemplos del distrito 7 y 10, las candidaturas trans tuvimos una votación importante. En el D7, obtuvimos 6.634 votos, siendo la mujer más votada de la lista Apruebo Dignidad, y, por su parte, en el D10 obtuvimos 12.492 votos en la misma lista, siendo la segunda mayoría de ésta. Además, sumamos las experiencias en Apruebo Dignidad de Alejandra Toledo (D6) con 4.852 votos y de Rodrigo Mallea (D9), activista no binarie con 10.344 votos, además de Lorraine Salvo (D15), histórica activista trans, con 1.011 votos por Unión Patriótica. Ejemplos sobran de muchos otros cargos de representación, como concejalías, con históricas como Zuliana Araya.
En nuestros casos (D7 y D10), quedamos fuera por el sistema de arrastres por partido, dando escaños a personas con una votación mucho menor. Sin duda el sistema electoral proporcional que se implementó por primera vez en el 2017 ha roto la barrera del duopolio y ha permitido la representación cada vez más grande de diversos sectores de la población. Pero, ¿qué sucede cuando el sistema perjudica a personas que pertenecemos a grupos históricamente discriminados y excluidos? Podríamos mejorar el sistema para que los arrastres operen por pacto y no por partido, para no repetir algunas situaciones como las de esta elección o la del 2017. Lo mismo en el caso de la paridad, que ésta deba ser aplicada en la lista y no en el pacto o subpacto. Tómenlo como propuesta. Sin embargo, el problema que queremos poner en debate no es solo de diseño electoral, sino político.
Para el nuevo ciclo de cambios, con la renovación de instituciones y procesos electorales que se avecinan, no podemos seguir las mismas lógicas para determinar candidaturas y espacios de poder. Urge una necesaria apertura y articulación con el mundo social organizado independiente anti neoliberal, pero también superar el criterio del peso específico de cada partido para decidir prioridades. Debemos pensar en luchas, identidades y franjas de clase que encarnen nuestro proyecto transformador para el siglo XXI, y ello implica una democratización de los espacios de decisiones a representantes de grupos que no hemos sido escuchados. Las izquierdas y progresismos del siglo XXI debemos aglutinarnos y enfrentar el desafío de la discusión estratégica a largo plazo, y para ello debemos dejar las mezquindades de lado y poner en el centro la representación de un proyecto político que dé cuenta de una toma del poder por parte de los sectores populares y excluidos para decidir sobre sus destinos. Una verdadera democracia paritaria en la que todes somos escuchades frente a las decisiones políticas, sociales y económicas.
Además de lo anterior, el panorama político exige un cambio de paradigma en relación a la representación de los sectores históricamente marginados. No basta solamente con las cuotas o medidas afirmativas si las prácticas políticas de transfobia, violencia política y exclusión siguen reproduciéndose. Las mujeres, personas trans, disidencias en general, enfrentamos este panorama en este proceso eleccionario, revelando que las izquierdas y progresismos distan mucho de eliminar la transfobia a su interior. Esto no solo sucedió en la coalición de la cual somos parte, Apruebo Dignidad, sino que es un problema transversal que requiere un análisis mucho más estructural y formativo.
Fácilmente, con estos criterios hubiéramos garantizado la participación de un grupo tan marginado y violentado como la población trans. Pero no hay que llorar sobre la leche derramada, debemos mirar hacia el futuro. Ello implica un desafío a los y las constituyentes electas -de las cuales, solo algunas se han pronunciado sobre la ausencia de nuestra representación- de abrir espacios para gente trans y nuestras organizaciones, para con nuestra propia voz defender el derecho a nuestra identidad, ciudadanía y vida digna. Esta interpelación corre también para un futuro Congreso y gobierno transformador, ya que urge dar espacios a nuestra comunidad, tanto con cupos para la representación, como un proyecto de bancada anti neoliberal que se la juegue por una ley integral trans, cupos laborales y educativos e instituciones que piensen la reactivación de la sociedad post-pandemia con las personas trans y diversidades sexogenéricas, generando empleos, programas educativos y abordando una profunda deuda: la población trans y LGBTIQ+ de la tercera edad.
Somos trans, tenemos voces y exigimos nuestro derecho a ser parte del nuevo Chile que vendrá. Hemos ganado con arduo trabajo un lugar para hablar por nosotras mismas, y no nos cerrarán las puertas ni flaquearán nuestros esfuerzos nunca más. En un país en el cual una película protagonizada por una mujer trans, Una Mujer Fantástica, fue galardonada con un Oscar, el estándar de representación de las personas trans debe estar presente.
Desde distintas generaciones, las disidencias sexuales pondremos nuestro granito de arena para el futuro de dignidad que queremos, e interpelamos a las fuerzas de cambio a recoger este desafío y a nuestro movimiento a ponerse a disposición de la disputa por un pedacito de cielo rojo donde poder volar libremente, como diría Pedro Lemebel.