Los caprichos de Piñera pueden costarnos caros
Luego de la aprobación del tercer retiro del 10% de las AFP, Piñera anunció que recurrirá al Tribunal Constitucional para evitar la consumación de este acuerdo. Recurre a esta institución corrupta, como declaró hace poco su propia presidenta, María Luisa Brahm, y lo hace con la certeza de que será acogido y luego sentenciado a su favor. Piñera dirige el Estado como un pequeño dictador, haciendo caso omiso a lo que el pueblo demanda y al mismo tiempo legislando no para satisfacer las demandas de quienes lo están pasando mal, sino que continúa dirigiendo el país sólo con la mirada puesta en defender los intereses de los grandes millonarios del país de los que él forma parte.
Piñera no comprende que la situación es grave. Que son muchos sectores populares y medios que han perdido sus empleos y se hallan en la total orfandad. Que, ante la ausencia de recursos, las personas saldrán a buscar su sustento arriesgando a ser contagiados, pues quienes tienen tras de sí, familias con niños, no pueden esperar. Los aumentos alarmantes de contagio confirman esta realidad. Las personas pierden el miedo a ser contagiados, si con ello logran capturar algunos recursos para sus familias. El tercer retiro venía a ser una salvación para muchos. Ante la ausencia de una política pública eficiente que entregara una renta básica universal para que las personas se quedaran en sus hogares, y de verdad combatir la pandemia, el retiro de las AFP venía a ser la única alternativa, al punto que muchos congresistas de la propia derecha han terminado apoyándola.
Y es que Piñera no entiende, y se ha convertido en un peligro para el país. La última designación de Patricio Melero como ministro del Trabajo es la más evidente constatación que sus prioridades están en defender los pilares del modelo económico y no en salvar la vida de las personas. Ha nombrado a Melero en el contexto del debate sobre el retiro y la reforma de pensiones, que ya lleva años en discusión. Buscan con un sector de la oposición (senadores Letelier y Goic) alcanzar un acuerdo que permita sacar una reforma que no toca un sólo peso a las AFP y deja intacto el sistema de capitalización individual, que es la causa mayor del nivel precario de las pensiones en Chile.
Piñera está obsesionado con terminar su mandato, pero los costos de tal propósito ponen en peligro la salud de millones de personas; ponen en peligro la democracia, toda vez que el proceso constituyente se ve amenazado de poder continuar adelante si el contagio impide e inhibe a la ciudadanía de participar. Y, lo más grave, pone en peligro la vida de los habitantes del país, pues con su postura exacerba los ánimos para que un estallido 2.0 alcance niveles superiores de violencia a como los que se vieron en las semanas posteriores al 18 de octubre de 2019.
Piñera lo dijo la noche del estallido: “estamos en guerra”. Esa frase irrefutable reflejó el verdadero rostro de quien se ha ufanado de ser un demócrata, pero en la práctica es un verdadero dictadorzuelo. Piñera nos conduce por un camino peligro a todos y todas y es menester pensar con la celeridad que exige evitar colapsos mayores para el país, evaluar la conformación de un gobierno provisional que dirija los destinos del Estado concentrando sus esfuerzos solo en dos objetivos centrales, la salud de las personas y garantizar que el proceso constituyente se lleve a cabo para salvar la democracia que ha dañado tan profundamente Sebastián Piñera.