CRÍTICA| Crisis del Sename llevada al teatro: La coreografía de los wachiturros rumbo al cadalso
Ese texto se mezcla y yuxtapone con el testimonio de una madre cuyo hijo ha muerto en el Sename. Acaso dada nuestra contingencia, la historia del Dani, el hijo adolescente de Eliana –muerto al interior de un hogar del Sename, por un celular y a puñaladas–, nos golpea en toda la primera línea de la dignidad.
Un niño que sigue el camino torcido de la delincuencia como un devenir inalterable según el relato de su madre, presa ella también del infranqueable circulo vicioso de la miseria. De modo que en esta progresión ese antecedente italiano brinda una salida hacia la alucinación, hacia un telenovelesco dormitorio congelado en el tiempo como un altar, un animita, un santuario.
Esto acaso es lo que nos salva de presenciar una performance escénica que de otra manera resultaría exclusivamente sustentada en esa irrupción de lo real, que es siempre un golpe feroz y que como estrategia ya tiene tradición y escuela dentro del trabajo documental y político del teatro contemporáneo.
Un baño de sangre al son de la música canera
Me refiero a la incorporación de testimonios reales más que como texto, sino como audio, video o directamente a cargo de las víctimas o de sus familiares o deudos. Acá el juego de desdoblamiento es puesto en duda y desafiado por la propia señora Eliana Pérez desde la escena inicial, cuando aclara los límites de intransabilidad de su dolor y establece que solo le permitirá a Amparo Noguera hacer cuerpo y carne sus palabras, y que le presta su voz, y a través del recurso de una máscara, le presta también su cara, logrando un efecto crudo y estremecedor que como recurso visual es explotado al máximo.
Es distinto ver en vivo a una mujer arriba del escenario decir fui violada o mataron a mi hijo, que verlo a través de una pantalla, y ahí los defensores del teatro y la escena tienen un punto al lado de quienes valoran el cambio de plataforma de escenario a pantalla. La experiencia logra ser visualmente sobrecogedora alcanzando aún un clímax en la alucinación del momento de la muerte del Dani, un baño de sangre al son de la música canera, la coreografía de los wachiturros rumbo al cadalso, esa torva pelusa juvenil de la marginalidad que se vuelve ceniza a diario, entre papelillos de pasta base.
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Nada más hace una semanas hubo un soterrado revuelo por la película de la cineasta Tatiana Gaviola La mirada incendiada, que narra el Caso Quemados, en que Rodrigo Rojas perece quemado vivo por carabineros en 1986.
El revuelo lo ocasionó la madre de Rodrigo Rojas que manifestó su malestar y rechazo porque no la consultaron nunca ni le pidieron permiso. ¿De quién es la memoria? ¿Puede el arte traspasar esos límites, cuando el depósito de la memoria es un ser humano en concreto y a la vez la construcción de su propio rito? Menciono este hecho porque creo que el arte debe correr estos riesgos. Las heridas habrán de lavarse cuidadosamente por todos sus intersticios.
Todos los Brian de este país en llamas
Así como los chilenos debemos saldar cuentas con el etnocidio en contra del pueblo nación mapuche, y esperamos resolver el misterio de la convivencia nacional; del mismo modo o por lo mismo, necesitamos seguir revisitando los casos feroces de Hans Pozo, Gema Bueno, el Zafrada, y todos los Brian de este país en llamas, como diría el poeta Diego Ramírez.
Hasta que el Sename sea un mal recuerdo, una etapa superada. Tenemos que seguir mirando de frente a los torturadores y llamándolos por su nombre, irguiendo como una bandera el nombre de nuestros muertos. Creo firmemente que este teatro es necesario, como forma de seguir reflexionando –y en una praxis– sobre lo que nos está sucediendo, qué estamos haciendo para enfrentar nuestros fantasmas. Del mismo modo que sigue siendo necesario todo arte que se imbrica con la memoria, con la historia, con la crónica de estos tiempos violentos. Nuestros muertos siguen vivos.
Habiendo hecho con todo esto un desconsiderado spoiler, solo nos queda la recomendación de aprovechar las últimas funciones el fin de semana próximo en la plataforma streaming de GAM.
Últimas Funciones
Hasta el 3 de abril, 2021
Montaje digital
$5.000 Gral.
Venta de entradas hasta las 19.30 h del mismo día de la compra.
Vi y Sá — 21 h
Sala Zoom
Las funciones digitales tendrán conversatorio posterior junto a Cristián Plana y Amparo Noguera.
Textos: Luigi Pirandello y Carolina Rojas | Testimonio: Eliana Pérez | Puesta en escena: Cristian Plana | Actuación: Amparo Noguera | Asistente puesta en escena: Diego Martínez | Sonido: Damián Noguera | Máscara: Franklin Sepúlveda | Vestuario: Sofía Núñez | Registro audiovisual: Tomás Plana | Realización: Gastón Espinoza | Baile: Paula Luchsinger | Análisis de texto: Macarena Bertoni | Una colaboración con: Fera | Equipo audiovisual: Dirección de fotografía: Tomás Plana | 1ero de cámara: Bruno Cánepa | Gaffer: Benjamín Araya | Eléctrico: Ángeles Osuna | Foto Fija: Amanda Torres | Asistente sonido: Christoffer Baeza