ADELANTO| 2020: Mucho más que Piñera sacándose fotos en Plaza Dignidad
Si todo el país está en cuarentena, y nos pasamos muchos meses encerrados, y seguimos el avance de la pandemia sin salir a la calle, y nos acostumbramos a vivir con mascarilla, y volcamos nuestra vida al online, no tiene mucho sentido periodístico contar la historia de cómo es vivir en un mundo puertas adentro. Ni hacer un relato vivencial acerca de andar por la calle con mascarilla. No tiene sentido, claro está, porque a nadie le gusta que le vayan relatando lo mismo que está viviendo en ese momento. Ese fue, probablemente, el gran problema de tantas crónicas y textos de pandemia y diarios de cuarentena publicados en 2020. Botellas plásticas lanzadas al océano con un mensaje adentro, en un mar repleto de botellas plásticas.
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La gracia de Chile Crónico 2020 (Berrinche Ediciones) está, precisamente, en lo contrario. Este libro es una selección de grandes textos publicados el año que llegó el COVID-19 a nuestra historia, pero que no se detiene ni en la cuarentena, ni en las vacunas, ni en cómo las mascarillas nos cambiaron la existencia. Mientras había autores escribiendo desde el encierro, también había periodistas recorriendo la ciudad, el país, para escribir crónicas medioambientales, de feminismo, de femicidios, de corrupción, de violencia, de abusos, de represión, de abandonos, de clasismo, de muertes, de asesinatos, de nostalgias, de esperanza, de sequía, del Wallmapu, del plebiscito por una nueva Constitución. Muchas de esas historias, están aquí.
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Si bien el 2020 detuvo nuestras vidas, esta selección de crónicas quiere dejar testimonio de que no detuvo las buenas historias. Y esto se hizo, pese a que la industria de medios escritos en Chile parece obstinada en eliminar el periodismo narrativo de su oferta. La otra pandemia, la del cierre de medios y de la precarización laboral para escribir y publicar historias de formato más largo, llegó mucho antes del 2020. Y es parte de una cerrazón estructural.
Por lo mismo, Chile Crónico 2020 es también el saldo de una deuda. Por muchos años, en este país se consideró buen cronista a quien miraba y nos explicaba el mundo –Chile– desde su cafetería favorita en Providencia. O al autor o autora que nos exponía su novedad como la de todos, explicándonos cómo es caminar por la calle con mascarilla. La crónica malentendida como diario de vida o columna semanal o viñeta de periódico. El error de confundir “decir” con “mostrar”.
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Afortunadamente, este enfoque insular, con su punto de vista clavado en el ombligo y alrededores, ha dejado de ser un modelo en los últimos años. Somos testigos/lectores de toda una nueva generación de voces, muchas de ellas aquí presentes, que entienden la crónica desde su principal declaración de principios artísticos: esto se trata de mostrar, mucho más que decir. Contar un cuento real, como resumía García Márquez.
Este libro, que funciona como un diario del año en que nuestras vidas cambiaron, es también el título que inaugura el sello Berrinche Ediciones, un proyecto inédito y estimulante de no ficción creativa chilena. La selección de textos que han hecho para su debut no solo da cuenta del carácter del sello, sino que también es la promesa de lo que está por venir. Han escogido autoras y autores de distintas generaciones, orígenes, clases, estilos, barrios, como si se tratara de la elección deliberada de un anticanon. Una suerte de manifiesto novedoso de independencia, en un pantano editorial chileno donde a veces –muchas– solo se ven bandos, mafias, lotes, pandillas, comparsas.
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En los últimos años se ha hablado –y desmentido, muchas más veces– de un boom de la crónica Latinoamericana. Aunque el boom no sea cierto, la aparición de esta colección salda una deuda pendiente que existía en Chile con respecto a otros países del continente. Un libro de una editorial independiente, que reúne grandes historias narrativas publicadas en los medios, es un paso más que meritorio.
En Historia personal del boom, posiblemente la mejor crónica sobre el boom latinoamericano, José Donoso dice que tanto se esforzaron en negar la existencia del boom de novelistas que terminaron creándolo. No creo que pase lo mismo con la crónica. Sin embargo, después de leer este libro, me da curiosidad ver qué pasará en los próximos años con la nueva crónica narrativa chilena. Tal vez vivir encerrados todo el 2020 sirvió para entender que la no ficción creativa se hace fuera de casa, contando mundos ajenos, mostrándonos qué pasa allá afuera. Y de esas historias este libro está lleno.
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