Soberanía de los bienes comunes para la Región de Valparaíso
La “recuperación de la soberanía de los recursos” es una frase que forjamos hace más de 15 años. Esta no sólo se refiere a recursos naturales (o como afirmamos nosotros: bienes comunes naturales), sino que también a las esferas laborales, vivienda, educación, el buen vivir, el goce y la recreación. Todos estos son necesarios para el bienestar humano, sin exclusión de clases, y por tanto son parte de los derechos fundamentales a consagrar en la nueva Constitución y en nuestro programa para la gobernación. En este contexto, ¿qué debemos recuperar en la Región de Valparaíso? Nuestra región es un polo central de atractivos geográficos y culturales que, directa o indirectamente, configuran y soportan el desarrollo del turismo; entonces cabe preguntarnos ¿qué tipo de turismo queremos para la Región de Valparaíso?
La recuperación de la soberanía sobre el turismo es una tarea ineludible y central para pensar una región económicamente justa y solidaria. Es importante destacar la relación entre el turismo con el desarrollo económico inclusivo y sostenible, el consumo, la comercialización y la producción sostenibles y el uso y acceso de los océanos y los bienes comunes marinos, temáticas alineadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (objetivos 8, 12 y 14) impulsados por la ONU. En este sentido, el turismo sostenible tiene una posición firme en la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, pero para cumplir esta agenda hace falta un marco de aplicación claro, un financiamiento adecuado e inversión en tecnología, infraestructuras y recursos humanos.
Llegar a convertir al turismo como parte de nuestra soberanía implica un desafío enorme para la región: mantenerse como el centro de mayor concentración de actividad relacionada al ecosistema turístico. Consignar este ecosistema integrado por todas las iniciativas de comercio local, alojamientos, hotelería, recreación, gastronomía, movilidad, guías profesionales, cultura, patrimonio material e inmaterial, agricultura familiar campesina, entre otras. Todas estas actividades encuentran un territorio fértil y caudaloso de atractivos de la más amplia gama en cada una de las 38 comunas que componen nuestra región. No sin mencionar, además, que dos de estas concentran nominaciones de Sitio Patrimonio de la Humanidad UNESCO: Rapa Nui y Valparaíso; y en el caso de esta última, también es una de las dos Ciudades Creativas de la Música UNESCO en el país (junto con Frutillar) y dos de las 10 Reservas de la Biosfera del país declaradas por la Unesco, se encuentran en nuestra región: la Reserva de la Biosfera La Campana-Peñuelas y Juan Fernández.
Nuestro interés es plantear una propuesta y compromiso para la dimensión turística, y todo su ecosistema, que sirva para enriquecer la vida de nuestros habitantes. Decir que la región tiene atractivos que la transforman en un potente territorio para ser visitado de mar a cordillera, es poco: desde amplias playas y polos de desarrollo recreativos y deportivos, de reconocimiento internacional, para actividades acuáticas y subacuáticas, a actividades de media y alta montaña, culminando en el paso fronterizo terrestre de mayor afluencia de turistas que acceden directamente a la región desde el país vecino. Y en su punto de encuentro, incuantificables valles centrales agrícolas y vitivinícolas que representan un verdadero valor para el desarrollo de familias dedicadas a la agricultura campesina de nuestros valles patrimoniales.
Una política pública para desarrollar y asegurar el bienestar de los habitantes de la región no se reduce al turismo: más bien tiene que ir en coordinación con la construcción de un Plan Estratégico para el Desarrollo de la región, integrando con valor cada una de las dimensiones e iniciativas económicas que hoy están presentes en la región (portuaria, logística, universitaria, agrícola, cultural, creativa, minera, servicios y, por cierto, la actividad turística). Para ello contamos en nuestras atribuciones con el Anteproyecto Regional de Inversión (ARI), que tendrá aplicación para los presupuestos a partir del año 2022; desarrollar el Plan de Desarrollo Turístico Regional; el Plan Regional de Ordenamiento Territorial; y el compromiso de dotar para emparejar la cancha a las 38 comunas de la región de sus respectivas Zonas de Interés Turístico (sólo 12 comunas cuentan hoy con este instrumento), que permitirán allegar recursos adicionales desde el banco público de financiamiento.
Para lograr posicionar a los ecosistemas turísticos, la política pública debe contar con al menos tres ejes: una caracterización de empresas de menor tamaño que considere objetivamente su potencial y limitaciones; un marco tributario de incentivos, con tasas, vínculos y mecánicas de relación para enfrentarse a todos los servicios públicos (considerando impuestos territoriales y zonas francas de turismo); y un banco preferente con financiamiento público, regulado por ley, que incluya las mipymes (Superintendencia de Desarrollo), que controle presupuestos, la política y bajadas de Corfo, Sercotec, Sence, Indap, Sernatur, los FNDR y otras herramientas o servicios destinados, y el financiamiento privado, sin el argumento que impide financiar la empresa de menor tamaño (a causa del Acuerdo Global Basilea 2, y próximamente Basilea 3). Por cierto, dentro del financiamiento público privado con corporaciones, se hacen necesarias las fundaciones multisectoriales destinadas para estos efectos que pudieran capturar recursos disponibles con una bajada sectorial. Es importante considerar un aspecto relevante de la macroeconomía: el Producto Interno Bruto (PIB), indicador mediante el cual la política pública fija sus decisiones económicas productivas. Desde esta lógica, a nivel nacional el ecosistema turístico aportó el 4,1% del PIB del periodo 2017-2018, generó empleo directo del 3,1% e indirecto del 9,9% y atrajo a 7.650.000 de turistas y excursionistas sólo en el año 2017, que generaron un ingreso de divisas de US$ 4.500.000.000. En nuestra región, el ecosistema turístico aportó la generación de 42.000 puestos de trabajo, triplicando esta cifra a 126.000 empleos durante temporada alta. A pesar de las cifras alentadoras mostradas, en la actualidad existen trabas al desarrollo integral de la región, debido a la disputa en los territorios que son vistos como “zonas de sacrificio” por las actividades económicas tradicionales.
El camino trazado es claro. La sobrevivencia de todo el ecosistema turístico le corresponde ahora a la política pública, pues nos jugamos una industria muy sensible que puede responder de manera altamente positiva a la reactivación del empleo regional y a la recuperación de la soberanía de los bienes comunes naturales y culturales para habitantes y visitantes de la Región de Valparaíso. Esta condición nos permitirá tender un puente invisible que articule desde el mundo público regional todas las condiciones para su apoyo, promoción y fomento para el desarrollo territorial y sus localidades.