A estas alturas, el nombre de Lola Arias es como una marca. Una que se ha transformado en una referencia ineludible del teatro documental, pero también de un tipo de artes escénicas que escapan de las definiciones y corsés. De esas que siempre sorprenden y generan influencias.

En Chile, el impulso definitivo al teatro documental se dio luego del estreno de “El año en que nací”, obra presentada por Arias en la versión 2012 de Santiago a Mil, en que un grupo de jóvenes chilenos ponían su biografía en escena y los recuerdos del pasado reciente y el de sus padres. El impacto fue tal, que de ese montaje surgió el colectivo documental más admirado de la escena local: La Laura Palmer (“Hija de tigre”).

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“Me alegra que haya generado una manera distinta de ver y de pensar ciertos recursos del teatro. Creo que ese proyecto es de todas las personas que lo hicieron conmigo, ellos son muy responsables también con el efecto que ha tenido”, recuerda la directora desde Alemania, donde reside hace dos años.

Luego de “El año en que nací”, Lola Arias siguió viniendo a Santiago a Mil. Presentó la brillante “Campo minado” (2017), sobre veteranos de guerra argentinos e ingleses en la Guerra de las Malvinas, empujando los límites del género a un estatus confesional de potencia excepcional, y donde varios de sus dispositivos escénicos luego fueron citados por varios montajes locales.

Pese a su influencia en el género documental, ni por mucho el trabajo de Lola se circunscribe solo a este formato, sino que explora registros como las conferencias, instalaciones en espacios públicos, privados y museos, piezas interactivas online y experiencias pensadas en un solo espectador. Justamente en este último grupo se puede ubicar “Formas de caminar con un libro en la mano”, suerte de experiencia performática individual en que los asistentes se enfrentan a su relación con los libros y como lectores.

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Creada por Arias y el músico Ulises Conti, acá la experiencia gira en torno a quienes reciben un libro con varias instrucciones en su interior en la biblioteca de la Casa de Cultura de Ñuñoa. Leer en silencio, evocar momentos pasados de alguna lectura, o restituir el valor del tiempo dedicado a los libros, se convierten en una especie de auto performance en que el espacio silente de la biblioteca sirve para recordar esa vida alejada de celulares y dispositivos.

“La invitación fue hacer una obra para el Festival de Literatura de Buenos Aires, y lo que yo hice fue pensar la relación que tenemos con este objeto que es el libro, y cómo esta ha cambiado y con la lectura en sí. La obra invita a caminar, a leer y recordar esa relación, y pensar sobre cómo leemos hoy. Y pensar en las bibliotecas, esos espacios sagrados donde uno puede concentrarse como casi en ningún espacio”, sostiene.

[caption id="attachment_638541" align="alignnone" width="538"] Lola Arias[/caption]

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Esta experiencia o instalación se suma en esta edición de Santiago a Mil a otras obras que exploran las posibilidades interactivas y de apropiación de espacios públicos, como “Remote Santiago” (en el Cementerio General) o “App recuerdos”, una exploración que lleva muchos años, pero que, desde la reclusión obligada por la pandemia, se convirtió en una realidad ineludible: las experiencias escénicas fuera de las salas.

Dice Arias: “Uno le puede poner el nombre que quiera, se puede ver como un recorrido, un viaje, de muchas maneras. Lo más simple sería decir que es una performance para una persona y un libro. Es un viaje interior, las instrucciones están contenidas dentro de ese libro, que te llevan a recordar, a volver atrás en el tiempo”.

Para la dramaturga y directora argentina, la idea de escena adquiere significados variados, pero con un rasgo común que nunca deja de serlo. “Una de las cosas fundamentales de mantener es el vivo, y la idea de generar un espacio de encuentro, porque al fin y al cabo el teatro es eso. Donde pensamos juntos, donde tenemos una experiencia en conjunto. Y no es lo mismo que mirarlo solo que mirarlo colectivamente, donde hay una cierta telepatía”, cuenta.

Trabajar en pandemia

La obligada reclusión no ha sido un impedimento para la incesante actividad de Lola Arias. De hecho, el encierro le permitió darle un nuevo sentido a su performance “Mis documentos”, presentada originalmente en 2012 y que durante el 2020 se ha nutrido con artistas de distintas partes del mundo.

“Es un proyecto en que un artista está en escena con su pc y explora un archivo personal. Entonces el pasaje de ese proyecto al modo virtual fue bastante natural, donde un artista, una investigación, un archivo, podían ser compartidos. Fue interesante descubrir la potencialidad de ese proyecto en formato online, cuando todos estaban haciendo streaming, lo que no es muy interesante”, explica sobre el proyecto en que incluso uno de los artistas hace la conferencia en vivo desde Wuhan, la ciudad donde se originó el Covid-19.

Los formatos -o sus fronteras-, han adquirido nuevos significados gracias al trabajo de Lola Arias. Así como en “Futureland” (2019) reunió a un grupo de inmigrantes adolescentes que testimonian su experiencia en Alemania en una performance tipo video juego, en “Formas de caminar con un libro en la mano” busca aquietar los agitados tiempos en que vivimos para recuperar el disfrute original de la lectura. O como dice la autora, “qué significa leer, qué significa imaginar. Y qué significa eso en relación a los otros”.

Formas de caminar con un libro en la mano.

Jueves 28 y viernes 29 de enero en Santiago A Mil.

Biblioteca Municipal de Ñuñoa (Irarrázaval 4055), de 10:00 a 18:00 hrs. Cada 15 minutos ingresa un participante.