Opinión | Día Mundial de la Educación Ambiental: Una nueva historia con lápiz verde
Cada 26 de enero se celebra el Día Mundial de la Educación Ambiental, a partir de la Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas celebrada en 1972 en Estocolmo. Su objetivo es que las personas tomen conciencia de lo frágil que es nuestro planeta y hacer un llamado a los gobiernos en cuanto a la necesidad de conservar y proteger el medio ambiente.
“Las personas”, es decir, cada quien es responsable de sus actos en relación con el medio ambiente. Debemos, primero, reconocer que el ambiente es todo lo que nos rodea y somos también parte de un mismo sistema, como lo son los órganos en un cuerpo o las piezas de una máquina. No necesitamos ir a un bosque o a un lugar desierto para encontrarnos con la naturaleza. Somos la naturaleza, y también lo son el aire que respiramos, el agua de la llave de la cocina, la comida que compramos o cultivamos, nuestras mascotas, los insectos del balcón, la lluvia o las plantas y las piedras del jardín.
Cada pequeña acción repercute en nosotros/as y en nuestro alrededor para bien o para mal, por lo tanto, todo cuenta a la hora de cuidarnos y cuidar nuestro mundo. Reducir el consumo es lo primero, y luego todo el resto de “erres” fundamentales: reparar, reutilizar, regalar, redistribuir y, después de todo lo anterior, finalmente reciclar. Que botar sea la última posibilidad.
“Hacer un llamado a los gobiernos”… pues lo hacemos, a que nos incentiven a reducir el consumo y no al revés, a enseñarnos por qué eso es importante, y a saber qué, cómo y dónde reciclar. Aún en las comunas más avanzadas en esta materia, las personas no saben bien qué se puede reciclar y en qué condiciones. Existe una falta de programas de educación masivos, claros y sobre todo pertinentes a las realidades de cada localidad.
Por ejemplo, ahora que estamos en modo pandemia, en las ciudades se disparan las entregas por delivery y se eleva, igualmente, el uso de envases plásticos y de plumavit, los que no pasan por las “erres” y van directo a la basura. En las zonas rurales no hay dónde reciclar ni botar escombros. Y seguimos y seguimos maltratando a nuestro mundo.
Estamos ante una oportunidad histórica de “hacer un llamado a los gobiernos”, al actual y a los que nos daremos a futuro mediante la construcción de una Constitución que comprenda al ambiente como un sistema complejo, indivisible, frágil y altamente lastimado, del que somos un elemento más y no sus propietario/as.
Si hablamos de educación ambiental, que sea en la Carta Fundamental donde se establezcan los lineamientos para educar, entendiendo que educar significa enseñar para lograr un cambio de pensamiento y de acción. Dichos lineamientos deben basarse en los principios de justicia y responsabilidad ambiental, equidad intergeneracional, reparación de daño ambiental y la total imposibilidad de existencia grupos y zonas de sacrificio ambiental. La ciudadanía ya habló de esto en la calle, y demanda acción inmediata. Hacemos entonces “el llamado a los gobiernos” y a quienes nos representen, a escribir una nueva historia con lápiz verde.