Relato de una ley de aborto: La victoria argentina que marca la pauta al feminismo latinoamericano
Año Nuevo llegó teñido de verde para la región trasandina. Verde-deseo, verde-autonomía, verde-aborto legal, seguro y gratuito para todas las mujeres y personas con capacidad de gestar de Argentina.
Y la despenalización del aborto también llegó con dos objetivos muy claros para el movimiento feminista: la implementación de la ley en cada una de las provincias y que se replique por toda América Latina.
Porque a la potencia del transfeminismo revolucionario de los países de Sudamérica no hay límites ni fronteras que la detenga. Y porque ahora sí, con la perseverancia y el esfuerzo que nos llevó a esta gran conquista, podemos asegurar que a la clandestinidad, al clóset, no vamos a volver Nunca Más.
¡Es ley!
A las cuatro de la madrugada del 30 de diciembre, en el interior del Congreso comenzaron a leerse uno por uno los votos de los senadores y senadoras.
Eran los últimos minutos de una noche larga e intensa, los instantes finales de una lucha que llevó más de 15 años de militancia. Por eso el tiempo pasaba lento en la calle, donde la multitud seguía esperando con muchos nervios y ansiedad los resultados.
En las horas previas, algunos votos que hasta entonces se mantenían inciertos empezaron a confirmarse a favor. Y el rumor de una posible victoria pronto circuló de boca en boca, de abrazo en abrazo y de brindis en brindis de quienes se animaban a festejar por anticipado.
Pero aún faltaba lo más importante: presenciar en vivo y en directo lo que sería, en caso de finalmente ocurrir, un momento histórico, inolvidable, para toda la Argentina.
12 minutos después de las cuatro, los resultados se proyectaron en la pantalla del recinto y la voz inconfundible de la presidenta del Senado y ex-presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, finalmente lo anunció: “El proyecto resulta aprobado con 38 votos afirmativos, 29 negativos y una abstención. Se convierte en ley y se gira al Poder Ejecutivo”.
Afuera, la calle explotaba en gritos y abrazos. La música salía fuerte por los parlantes, y el humo verde de las bengalas se expandía por el aire para darle aún más color a la fiesta.
Hubo aplausos, cantos, llantos de desahogo, y mucha, pero mucha emoción. Emoción por quienes están y por quienes ya no. Por todas aquellas y aquelles que perdieron la vida al tener que practicarse abortos clandestinos.
Las bocinas de los autos sonaban como si hubiéramos ganado un mundial. Y las pibas no paraban de sacarse fotos delante de las paredes grafiteadas con las dos palabras mágicas que resumen décadas de lucha: “Es ley”.
Derecho recuperado
Si bien esta sesión duró menos que la de Diputados -el Senado está compuesto por una menor cantidad de funcionarios y funcionarias que la Cámara Baja- la jornada nuevamente fue larga y acalorada, tanto por las altas temperaturas del verano como por el calor interno de todas las compañeras y compañeres que en ningún momento del día y ni de la noche abandonaron la calle a la espera de la definición.
Desde las primeras horas, varias agrupaciones feministas fueron llegando a las principales avenidas que rodean el Congreso de la Nación para organizar la jornada y armar carpas y gazebos.
Ya al mediodía, cuando la temperatura superaba los 30 grados y el sol pegaba de frente, las calles estaban repletas de personas que iban y venían, y el paisaje de esa parte de la ciudad era muy distinto al habitual: las avenidas estaban cortadas al tránsito, dos escenarios muy grandes dividían la calle Rivadavia, y una gran cantidad de vallas negras en hilera separaban al sector “celeste” de la marea verde feminista.
Mientras el olor a hamburguesas y choripanes salía de las parrillas y tentaba a quienes aún no habían almorzado y las vendedoras ambulantes ofrecían los más diversos productos con temática abortera, la voz de Miss Bolivia sonaba potente a través de los parlantes:
“Dicen que desaparecí porque andaba sola por ahí / El femicidio se puso de moda / ¡Paren de matarnos!”.
A un costado de la plaza, varios grupos de pibas bailaban, coreaban la letra y se refrescaban tirándose botellas de agua sobre los cuerpos transpirados.
Unos metros más adelante, caminaba Ayelén, de 26 años y piel trigueña, con un tambor enorme a cuestas casi más grande que ella y un sombrero negro con el pañuelo verde atado alrededor de la copa que la protegía del sol.
De origen Diaguita y con parte de su familia Guaraní, Ayelén contaba que aprendió a no renegar de sus orígenes gracias al feminismo: “Siempre sentí que algo no cerraba en mí, porque en las grandes ciudades siempre somos ese rostro que molesta. Pero el feminismo me ayudó a entender que el problema no era mío: me discriminaban por mis orígenes. Cuando me di cuenta empecé a valorarme como soy, a entenderme y a abrazar mi identidad, que es la tarea más difícil que tenemos en nuestra comunidad”.
En la comunidad de Ayelén las mujeres siempre abortaron. Ellas lo practican con sus medicinas y conocimientos ancestrales. Esos que se transmiten de generación en generación. Su historia y la de sus abuelas la convencieron: “El aborto es uno de los derechos arrebatados por el colonialismo”.
Una experiencia religiosa
Quienes sentían alguna curiosidad por conocer el lado celeste, solo debían animarse a cruzar por las calles que estaban habilitadas para transitar una experiencia religiosa.
“Stand de oración Centro Cristiano Reyes de la Tierra”, rezaba un cartel junto a una carpa azul, bajo la cual permanecían tres hombres sentados en unas reposeras, vestidos formalmente con camisas negras y jeans celestes.
Un poco más adelante, otro muchacho con la camiseta de la selección argentina de fútbol colgaba un pasacalle en la vereda: “La vida no se debate. Berazategui, Quilmes y Varela unidos por las dos vidas”.
Enfrente, otro pasacalle colgaba de dos faroles de luz: “¿Querrías haber sido abortado? Sí a la vida, Dios la da y la quita; el hombre no”.
El pasto de la plaza tenía varias cruces incrustadas que formaban perfectas líneas rectas. Al costado de cada una había varias mujeres arrodilladas en posición de rezo y, al lado de ellas, una señora con sombrero blanco, botas de equitación y micrófono en mano que anunciaba: “A las 16 horas llega la Virgen de Fátima; ahora sigamos con la oración”.
Llegando al final de la plaza, sobre una estructura de hierro, yacía el emblemático monumento del sector celeste: un feto gigante hecho de cartón y papel maché con una bandera celeste atada al cuello que le caía por la espalda cual capa de superhéroe. Con todo el cuerpo salpicado con témpera roja que llegaba hasta las baldosas, el feto sostenía un cartel que decía:
-Senadores manchados con sangre de inocentes.
En unos pocos minutos, dos personas que pasaban por allí se detuvieron junto a la excéntrica creación para sacarse una foto mientras sonreían sosteniendo orgullosamente sus pañuelos celestes.
La ley del deseo
Mientras atardecía en la ciudad, en la esquina de las avenidas Corrientes y Callao sonaba música electrónica en vivo. La vigilia del lado verde, al igual que con la media sanción en Diputados, volvía a levantar color, calor y movimiento.
Una de las carpas blancas de las organizaciones sociales que acompañaban a la movilización llevaba el símbolo del Ministerio de Desarrollo Social. Allí, dos señores con pecheras del Gobierno repartían alcohol en gel y ofrecían barbijos a quienes lo habían perdido.
Malena, 16 años, alumna del Colegio Nacional Buenos Aires, estaba sentada en el escalón de la fachada de una confitería junto a cinco amigas. La joven contaba que su acercamiento al feminismo se dio cuando entendió que las cosas no pasan solamente por lo que a ella le importa, sino por conocer la existencia de otras realidades con distintas necesidades y deseos.
“No me pasa de ver todos los días el padecimiento de las mujeres de los barrios populares que, por ejemplo, tienen que abortar con lo que sea porque no quieren ser madres. Pero cuando me di cuenta de que esas cosas pasan a diario, me empecé a abrir y a escuchar otras realidades”.
Malena y sus amigas también señalaban lo importante de hablar sobre la ESI (Educación Sexual Integral) en todos los ámbitos de Argentina:
“Tiene que implementarse de manera urgente en todos los colegios y universidades del país (…) No queremos una educación en donde se nos enseñe solamente sobre heterosexualidad y sobre cómo ponerle un forro a un desodorante. Queremos experimentar con nuestras vidas lo que tengamos ganas y tener la posibilidad de decidir libremente sobre nuestros cuerpos”, decían las estudiantes.
Cuando caía la noche en el Congreso, la cantidad de gente movilizada era notablemente mayor que en la manifestación anterior.
Las calles y las avenidas eran una fiesta llena de sonidos y barbijos, y las personas, en su mayoría mujeres, pero también de otras identidades, en su mayoría jóvenes, pero también de distintas edades, bailaban al ritmo de la música, tomaban cerveza sentadas sobre el suelo, o calmaban el hambre en alguno de los bares que por esta vez se mantenían abiertos durante toda la noche.
También había atención a los cuidados del Covid-19, aunque por momentos estaban quienes se sacaban los barbijos y, en algunos lugares, la multitud hacía casi imposible poder mantener la distancia adecuada.
Al lado de la carpa del colectivo feminista “Ni Una Menos” estaba Ro Tirita, integrante del grupo de cumbia disidente y feminista queer “Sudor Marika”.
De 32 años y pelo cortito, Ro llevaba puesto un barbijo bordó sobre nariz y boca, y una remera amarilla que con letras rojas decía “Aborto legal es vida”. Mientras jugaba con un cigarrillo, la joven contaba que desde hace un tiempo empezó a autopercibirse como una persona no-binaria, porque la idea de lo indefinido le resulta algo muy potente, tanto política como existencialmente.
“Creo que estamos viviendo un momento en el que no hay una definición tan tajante sobre la identidad, sino más bien un proceso sobre el cuestionamiento de la propia existencia”.
El proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo que se presentó al Poder Ejecutivo también incluye a los cuerpos gestantes, y a Ro esta inclusión le parece una gran decisión porque “el territorio de lo identitario muchas veces termina siendo un lugar muy hostil”. Dice Ro: “La vida es una construcción constante, y está bueno darse cuenta de que no estamos obligades a decir o a tener que definir siempre lo que somos o lo que queremos”.
Antes de volver con su grupo, la cantante agregó sobre la ley: “También significa soberanía y autonomía, porque cuestiona una idea habitual sobre la propiedad de los cuerpos. Como sucede con el discurso amoroso, en donde el otro supuestamente nos pertenece. Eso también deberíamos animarnos a discutir”.
Hacer historia
A las tres de la mañana, la mayoría de las personas empezaban a acercarse a las pantallas.
En medio de esa multitud, Marisol, una chilena de 55 años que vive en Argentina hace 30, expresaba con orgullo que había ido a la manifestación junto a sus nietas adolescentes. Y mientras miraba la pantalla conmovida, recordaba cómo ella y sus amigas habían tenido que vivir su juventud en pleno régimen pinochetista: “No levantábamos la cabeza para contestar”.
Sin embargo, ahora, Marisol se alegraba por saber que los cambios generacionales vinieron con transformaciones profundas en cuanto a los valores y los derechos de las mujeres y los cuerpos gestantes: “Hoy estamos haciendo historia, y eso se debe en gran medida a nuestras jóvenes, que son quienes se han puesto al frente de esta causa”.
Convencida de que finalmente la ley iba a salir, Marisol aseguraba que, una vez que el proyecto de aborto sea aprobado, “al fin vamos a poder dormir tranquilas”.
Unos instantes después, las pantallas anunciaron que faltaba muy poco tiempo para la votación. Marisol y sus dos nietas levantaron rápidamente sus pañuelos y se unieron al gran canto colectivo del momento:
-¡Que sea ley! / ¡Que sea ley! / ¡Que sea ley!
Una vez que se anunció la victoria y pasaron los primeros festejos, arriba del escenario las integrantes de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito cerraban una jornada histórica para toda la región: “Nos merecemos un descanso, compañeres, porque en unos días tenemos que seguir luchando, ahora para garantizar la implementación de la IVE en todo el territorio argentino.”
Seguir garantizando derechos
Este jueves, el presidente Alberto Fernández promulgará la ley en el Museo del Bicentenario. A partir de entonces, la IVE empezará a regir en todo el país.
La activista feminista Ruth Zurbriggen, de la Colectiva La Revuelta, considera que, a partir de que se empiece a aplicar la ley, la clave estará en “hacerla vivir en todas las instituciones y en todos los territorios, con pedagogía y trama feminista”. Y cree que para que eso sea posible “se tendrán que generar fuertes campañas públicas de difusión, exigirle al Estado para que las implemente y mantener siempre el tema en agenda”.
Ruth, que también integra la organización Socorristas en Red -una de las articulaciones colectivas más importantes del entramado feminista del país que desde hace más de ocho años se ocupa de realizar abortos legales por causales- agrega que otra tarea importante será exigirle al Estado la aprobación del registro la mifepristona en Argentina, la medicación más adecuada para los abortos medicamentosos: “Al combinar esa droga con el misoprostol la eficacia del tratamiento y de los resultados es muchísimo mayor”.
En relación al apartado de la ley que permite la objeción de conciencia por parte de las y los profesionales de la salud, Ruth señala que será muy importante que desde el Ministerio de Salud y las políticas públicas de cada lugar se pueda garantizar que no haya equipos de ginecología que sean objetores y objetoras en su totalidad:
“Promover llamados a ocupar cargos sabiendo qué se necesita para velar por el cumplimiento de la ley va a ser otra gran responsabilidad de las autoridades sanitarias de Nación, y por supuesto también de cada provincia”.
Sobre el final de un año tan extraño como revelador, en Argentina se pudo lograr la conquista de un derecho fundamental. Ahora, lo importante pareciera ser, por un lado, aprender a manejar el éxito conseguido y, por el otro, entender que esta victoria es, también, un primer paso de un largo camino por recorrer.
Un camino difícil en el que sin duda habrá que apostar, una vez más, a la sororidad y a la organización feminista para que este objetivo tan deseado y tan militado por todo el movimiento pueda, de una vez por todas, terminar de transformarse en realidad.