Opinión | Bosques, medioambiente y reactivación económica sustentable
El gobierno está adoptando una serie de medidas para superar esta depresión económica, entre las que destacan aumentar a inversión en monto y velocidad, lo que se traduce en, por ejemplo, simplificar y acortar plazos para la aprobación de proyectos como construcción de determinada infraestructura, con “características verdes”, como puede ser la construcción de embalses y otros. En este respecto, nos preocupan un par de cosas:
Primero, que la aprobación de estos proyectos implique obviar criterios ambientales, y que la urgencia de construcción implique impactos ambientales muy negativos. No queremos acostumbrarnos al concepto de “zonas de sacrificio”, ni al de “solución inmediata”, que no contempla el impacto futuro que pueden sufrir los territorios.
Segundo, que la mirada verde o “en armonía con la naturaleza” es mal entendida. Debemos entender que la naturaleza tiene sus equilibrios, y que esta no es una visión romántica o “hippie”, sino un hecho (demostrable por la ciencia que hasta ahora hemos desarrollado), y que nuestra capacidad de comprensión de ellos es aún limitada. Construir un embalse puede ayudar a almacenar agua y liberarla en forma dosificada para consumo humano, pero hay también opciones complementarias y en algunos casos más eficientes y de mayor impacto positivo. Acá es donde entran a la escena nuestros ecosistemas nativos. Por ejemplo, en la zona centro sur hay vastos territorios donde se han eliminado los bosques nativos, y donde hay grandes problemas de sequía y hay o habrá también problemas de inundaciones frente a concentración de caída de lluvias (un claro ejemplo de ello es la destrucción de humedales por “desarrollo” inmobiliario). Si pudiéramos restaurar bosques nativos, ellos contribuirían a capturar efectivamente el agua en sus suelos de modo permanente ante lluvias como las que hemos experimentado las últimas semanas, recargando las aguas subterráneas que permitirían a ríos y esteros mantener su flujo en épocas más secas; contribuirían a la regulación microclimática, generarían ventilación pues los cambios de temperatura hacen que haya circulación de aire dentro de un territorio, protegerían el suelo para que no hayan deslizamientos, significarían recuperación de diversidad de especies de plantas y animales, y un largo etcétera. Este es el tipo de soluciones “basadas en la naturaleza”, que el actual gobierno ha comprometido para enfrentar el cambio climático, y no es la infraestructura de cemento a la que estamos acostumbrados.
Si pudiéramos contar a la brevedad con un programa nacional de recuperación de ecosistemas nativos, estaríamos abordando varios temas de corto y largo plazo a la vez, no solo para entregar soluciones a las generaciones presentes, sino también a las del futuro: 1) generación de empleos –equipos que deben planificar el territorio con la comunidad, identificar zonas a recuperar, especies a plantar, generación de plantas en viveros, , obras para contención de suelos, construcción de cortafuegos, hacer plantaciones de las especies nativas, “manejar” los bosques degradados existentes (cortar en forma selectiva para mejorar el crecimiento de árboles y arbustos, favorecer el desarrollo de la regeneración natural ante mayor entrada de luz, controlar enfermedades, y otras acciones para mejorar su estado), monitorear los resultados de estas acciones, etc.-, 2) mitigar los efectos del cambio climático, sabiendo que viviremos episodios de temperaturas y precipitaciones extremos, 3) asegurar elementos básicos para la subsistencia humana, como provisión de agua, 4) asegurar la economía campesina al contar con un ambiente sano y propicio para múltiples actividades complementarias como turismo, agricultura, ganadería, obtención de productos no madereros del bosque (frutos, hierbas, hongos y otros), y 5) mantención de cultura tradicional y disminución de conflictos ambientales.
No podemos descartar la amenaza de nuevas pandemias como la que estamos enfrentando ni podemos ya desconocer los efectos del cambio climático, muy evidentes por los episodios de sequía y, en estos días, de inundaciones que estamos viviendo. Tampoco debemos olvidar que la desertificación está avanzando hacia el sur de Chile y, a pesar de ello, se siguen destruyendo ecosistemas nativos. Debemos enfrentar estos desafíos con una mirada distinta a la tradicional, porque la antigua receta ya no aplica para las necesidades actuales y futuras. Desde nuestra organización, enfocada en la defensa de los bosques y matorrales nativos, planteamos el desarrollo de un Nuevo Modelo Forestal (www.bosquenativo.cl), que recoge esta y muchas otras propuestas que reformulan la visión tradicional corto-placista de la gestión de los recursos naturales en favor de una mirada estratégica, sostenible y beneficiosa para todos y todas.