Los/as más olvidados de esta pandemia

Los/as más olvidados de esta pandemia

Por: Paulina Cabrera | 28.05.2020
Me cuesta imaginar lo que han experimentados los/as niños, niñas y adolescentes -en adelante NNA- desde que se desencadenó la propagación del virus COVID-19, no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero.

Hace unos días me detuve a observar un pequeño de alrededor de siete años que intentaba ingresar a un local, mientras su madre esperaba su turno en la fila. El niño, luego de advertir que solo se permitía la atención de una persona a la vez, y al ser llamado por su progenitora, un tanto desconcertado, regresó junto a ella. Podría explicar su desconcierto en la circunstancia que antes de esta crisis sanitaria, él ingresaba libremente a ese establecimiento, lo hacía sin cubrir gran parte de su rostro con una mascarilla y sin ser reprendido por su madre al mostrar su intención por entrar pronto.

En ese niño veo representado a quienes llamo los/as más olvidados de esta crisis sanitaria. En efecto, me cuesta imaginar lo que han experimentados los/as niños, niñas y adolescentes -en adelante NNA- desde que se desencadenó la propagación del virus COVID-19, no sólo en nuestro país, sino en el mundo entero.

De un momento a otro, vieron cómo su vida cambiaba de manera radical, sin comprender mucho el motivo de aquello.

En primer término, se suspendieron sus clases presenciales, por lo cual avanzan en sus estudios desde sus hogares, bajo distintas modalidades, y no en pocos casos, sin tener acceso a vías remotas que les permitan rendir en sus respectivos cursos; lo mismo ocurre respecto del acceso a sus controles de salud que también se llevan a cabo mediante vías compatibles con el estado de emergencia.

Luego, estos NNA apreciaron cómo se decretaron medidas restrictivas a sus derechos, tales como estados de excepción constitucional, cuarentenas obligatorias, entre otras.

En particular, algunos/as advirtieron que sus progenitores se encontraban más tiempo en casa, pues trabajaban desde allí, o bien les era imposible salir a desempeñar las labores que les reportaban ingresos a sus familias.

Por lo mismo, comenzaron a experimentar consecuencias indeseadas de estas medidas: mayor irritabilidad de los/as adultos, discusiones, agresiones, afectaciones a su integridad psíquica y, en algunos casos, física. También, en no pocos hogares, se han visto enfrentados a la escasez de algunos recursos, todo lo cual impacta en la vida de esos/as NNA.

En este contexto, no debemos olvidar a aquellos/as que se enfrentan a esta emergencia desde las residencias donde permanecen institucionalizados/as, respecto de quienes se han visto interrumpidas algunas vinculaciones con el mundo exterior, de orden afectiva, escolar, salud, o bien, éstas se desarrollan pero mediante vías no presenciales.

No puedo dejar de mencionar a los NNA cuyos padres viven separados, respecto de quienes existía un régimen comunicacional con el progenitor no custodio, el cual también se ha suspendido o no ha podido llevarse a efecto en la forma acordada, producto de las medidas adoptadas por la autoridad, o bien, la incapacidad de los adultos para arribar a un acuerdo.

En esta descripción puede que olvide muchas otras circunstancias que acompañan a miles de NNA en nuestro país. Por ejemplo, la situación de aquellos/as que son dependientes de controles o asistencia médica directa, quienes deben viajar largas distancias para recibir su tratamiento, y se enfrentan a nuevas dificultades en la continuidad de los mismos. De igual forma, pienso en aquellos NNA que presentan una condición compleja, ya sea desde el punto de vista de salud física o mental. También, se encuentran aquellos/a NNA migrantes, quienes veían en Chile su residencia definitiva y que producto de esta pandemia deben retornar a su país de origen.

Podría llenar páginas y más páginas describiendo la realidad que viven muchos NNA, sin embargo, quisiera nada más llamar a la conciencia, y a que nosotros/as, que algo más entendemos acerca de esta extraordinaria situación de emergencia sanitaria, seamos capaces de empatizar con la infancia y adolescencia, impulsando políticas que los/as consideren, desarrollando una nueva institucionalidad en armonía con su interés superior, sin olvidar que lo que para nosotros es un día, para ellos/as podría significar toda una vida.