Fotos | Una pesadilla roja tras el bosque siempre verde

Fotos | Una pesadilla roja tras el bosque siempre verde

Por: El Desconcierto | 27.05.2020
El bosque esclerófilo, el llamado bosque siempre verde, cuya característica más conocida es su resistencia a la estación seca, comienza –por primera vez que sea observable- a cambiar de color. Primero fue un tono amarillo en algunos árboles, luego un tono rojizo en unos cuantos más y ahora una pesadilla roja de kilómetros de longitud se apodera de cualquier observador que se atreva a salir de su cuarentena, real o autoimpuesta, para ver con sus propios ojos la tragedia que se expande más allá de las grandes ciudades.

Excepto por mis viajes de trabajo o algunas vacaciones familiares, he pasado mi vida entera en la zona central de Chile. Soy sólo uno más entre casi 8 mil millones de seres humanos (un ocho y ¡¡nueve ceros!!... hasta imaginar la cifra es difícil); y sin embargo también soy uno de los pocos, de todos estos miles de millones de humanos, que ha pasado un tiempo importante observando con detención, paciencia y método los árboles nativos de esta zona. Llevo más de dos años haciéndolo.

Desde muy joven me he internado en los bosques en busca de animales, mis favoritos desde pequeño, para registrar y estudiar. Los árboles nunca me parecieron muy atractivos; todos iguales: con o sin hojas, corteza o forma sin ninguna diferencia. Tengo por seguro que más de algún colega, de los muchos investigadores de la naturaleza con los que he trabajado o compartido, vio en mí un burro cuando apasionada y generosamente compartían conmigo su visión sobre los árboles y yo intentaba ocultar que aquello no me interesaba.

Sin embargo, como les contaba, desde hace poco más de dos años, ya no son los investigadores quienes me cuentan del bosque, hoy son los propios árboles que me dan sus nombres, me muestran sus distintos aromas, me gritan sus diferentes texturas en sus cortezas, me dicen que ninguno es igual a otro, a pesar de que otros, igual que antes yo mismo, no puedan distinguir entre ellos algo diferente a lo que los humanos llamamos masa boscosa. Esta “magia” ocurre luego de meses intentando descifrar quién es quién en el bosque, y justo en ese momento es cuando se devela a mis sentidos su identidad completa.

Justo cuando pensaba que estaba consiguiendo una mejor compresión de estos portentos, comienza a ocurrir, frente a mis ojos, salida a salida, una transformación de su apariencia. Con enorme temor por lo que observo, he buscado a cada investigador, a cada erudito, a cada libro de ciencia; la respuesta es la misma: lo que he observado en el bosque es totalmente nuevo o, al menos, no había sido visto por otros seres humanos contemporáneos.

El bosque esclerófilo, el llamado bosque siempre verde, cuya característica más conocida y repetida por cualquier investigación o reseña que se encuentre, es su resistencia a la estación seca, comienza –por primera vez que sea observable- a cambiar de color.

Primero fue un tono amarillo en algunos árboles, luego un tono rojizo en unos cuantos más y ahora una pesadilla roja de kilómetros de longitud se apodera de cualquier observador que se atreva a salir de su cuarentena, real o autoimpuesta, para ver con sus propios ojos la tragedia que se expande, con cada día de sol y temperatura fuera de lugar; todo esto, más allá de las grandes ciudades.

Ya no puedo salir de este mal sueño; me quedo con las pataguas, con los bellotos del norte, con los peumos y su búsqueda por la poca humedad que puedan encontrar; si van a sufrir, creo que sufriré con ellos.

Quizá subestimo su increíble resistencia por mantenerse vivos; quizá salgan victoriosos de  esta absurda zona de extinción en la que los seres humanos los hemos situado, y aún sean capaces de dar alivio al que necesita de su sombra, cuando el sol quema a cualquier otro sin clemencia. Sin embargo, mi impresión es que el bosque, el verdadero mejor amigo del ser humano, se está perdiendo. Lo perdemos y no estamos haciendo nada para salvarlo.

[caption id="attachment_371720" align="alignnone" width="1024"] Cordillera Costa, Quinta Región. Febrero 2019.[/caption]

[caption id="attachment_371721" align="alignnone" width="1024"] Cordillera Costa, Quinta Región. Febrero 2020.[/caption]

[caption id="attachment_371723" align="alignnone" width="1024"] Reserva Nacional Río Clarillo, Reg. Metropolitana. Octubre 2019.[/caption]

[caption id="attachment_371724" align="alignnone" width="1024"] Detalle hojas de Boldo ( Peumus boldus) sin su característico color verde, marzo 2020.[/caption]

[caption id="attachment_371725" align="alignnone" width="1024"] Un quisco (Echinopsis chiloensis) creciendo a 5 metros de una Patagua muerta (Crinodendron patagua), sucesión ecológica en tiempo real.[/caption]