Pandemia, crisis global y crisis local
La pandemia en curso presenta múltiples aristas analíticas. La más visible es la sanitaria, pero, sin duda, la crisis en desarrollo tiene dimensiones o alcances políticos y sociales que el devenir histórico podrá reconocer como un punto de inflexión con implicancias geopolíticas, económicas y sociales de carácter global.
Suscribimos la tesis de diversos intelectuales sobre el alcance de la pandemia como expresión de una crisis mayor, civilizatoria, y un cuestionamiento de fondo al proyecto modernizador en los marcos que hoy conocemos, y su expresión más cruda, reflejada en el capitalismo financiero y el neoliberalismo que puebla gran parte del orbe. La humanidad crece desmedidamente e incrementa las necesidades productivas y la expansión irracional del capital a costa de una relación desequilibrada con la naturaleza y el medio que nos acoge.
Para el esloveno Slavoj Zizek, podríamos estar ante un escenario en que se expresa la caída del capitalismo y la posibilidad de que emerja un nuevo comunismo o formas colectivas de organización. No obstante, su fracaso para otros autores no implica necesariamente su caída, sino la posibilidad de su reacomodo o ajuste para limitar sus efectos más nocivos. Lo que no parece estar en cuestión es la necesidad de remirar los modelos actuales de desarrollo capitalista que se han mostrado incapaces de abordar la crisis de manera efectiva. Así, el dogma neoliberal entra en su crisis terminal. La actual situación mundial posibilita resituar el valor de lo colectivo como contrapeso al reinado del individualismo de mercado predominante de las ultimas décadas.
Junto a estas tesis, aparece la necesidad de reflexión de las implicancias geopolíticas en juego, presenciando un nuevo ordenamiento mundial, marcado por una incipiente supremacía de China y de Oriente para enfrentar los nuevos desafíos de desarrollo y los escenarios de crisis e incertidumbre global. Es el manejo de información a partir del uso de las nuevas tecnologías, el big data de los Estados, lo que ha posibilitado salidas efectivas a la pandemia, como las vistas en China o Corea del Sur.
En este contexto, sin embargo, la denominada tecno-bio-política y el control social de parte del Estado de los individuos y sus cuerpos, aparece como una amenaza a la libertad individual concebida como motor de la mayoría de nuestras sociedades. No obstante, autores como Giorgio Agamben, advierten sobre las resistencias culturales y políticas respecto a los efectos colaterales que esto pueda tener en las sociedades occidentales. Ello, con la amenaza de abrir paso a populismos, nacionalismos o autoritarismos que limiten las libertades humanas. Sin duda, una arista necesaria de profundizar para el proceso de revalorización del Estado que surge de la actual coyuntura sanitaria mundial.
En tanto, para los más afines a la versión neoliberal de la globalización, implicaría a su vez la amenaza a la libre circulación del capital financiero y humano que hasta hoy parecía algo incuestionable como eje de ordenamiento de las sociedades. Los grupos económicos parecieran no visualizan, ni quieren ver, los alcances de la crisis global en que se da la pandemia.
Por otra parte, desde el mundo político se han debilitado paradigmas que parecían incuestionables. Los países europeos, que transitaban hacia el desmantelamiento del Estado de Bienestar, tienen un giro que revaloriza su rol como ente que debe asegurar la vida digna y los derechos esenciales de las personas. Estas medidas parten del diagnóstico que el mercado en sí no es capaz de asegurar dichas condiciones y que se requiere de a lo menos un proceso de robustecimiento de las capacidades de regulación, control, iniciativa y gestión del Estado. Un conservador como Macron reconoce la legitimidad del Estado benefactor. Fuertes medidas regulatorias y de control e intervención económica del Estado, una especie de nuevo keynesianismo, aparecen como respuestas que dejan atrás dogmatismos neoliberales que se ven confrontados ante la nueva realidad emergente.
No obstante este panorama global, en el caso de Chile aún pareciera no se alcanzan estas aristas analíticas. Más aún, tenemos un gobierno que mira a cortoplazo y una dirigencia política y partidos en buena parte cooptados por las medidas que toma el gobierno. En este escenario global de profunda interpelación de los modelos y paradigmas, en lo local tenemos un ejecutivo y un sector empresarial cuyo objetivo central es mantener las condiciones de dominación y reproducción neoliberal, que ya venía siendo cuestionado desde el estallido social del 18-O.
Para la derecha chilena, la pandemia y la crisis que ella ha expresado, pareciera no tener relación ni llama a la reflexión sobre las condiciones y causas asociadas a las manifestaciones y malestar social de la ciudadanía, que se expresaba por 5 meses ininterrumpidos desde octubre pasado. Para la derecha, la pandemia pareciera ser una oportunidad para retomar el control de la agenda y hacer frente y freno a la caída del modelo neoliberal que comenzaba su agonía este 26 de abril con el plebiscito por una nueva Constitución.
En este escenario, las medidas a las que hemos asistido no se mueven un ápice del recetario del neoliberalismo. Mientras en España y otros países se prohíben los despidos, acá se promueve la aprobación de una ley de protección del empleo, que no es más que la protección del capital a costa de los fondos que los propios trabajadores y trabajadoras generan para su seguridad laboral. Mientras el mundo prepara planes de reactivación y apoyo a las pymes con fuerte intervención del Estado, acá el gobierno las deja a su suerte mediante la canalización de créditos con la banca privada. Mientras se espera protección para las y los adultos mayores, quienes están ad portas de jubilar, verán mermados de manera cuantiosa sus fondos de capitalización individual teniendo un impacto negativo en su jubilación. Mientras el mundo asiste mayoritariamente al control de precios de los insumos médicos e higiénicos para la pandemia, acá se apela a la buena voluntad de los empresarios del rubro. Mientras los procesos educativos se reestructuran en función de la prioridad sanitaria y social de los países, en Chile asistimos a medidas que buscan evitar la crisis de un modelo educativo basado en el financiamiento privado de la educación, pues si no hay clases, no hay recursos para el funcionamiento institucional.
El llamado es, entonces, a traspasar los análisis y propuestas de los marcos hoy conocidos. Pensar soluciones que visualicen los cambios que se hacen necesarios en este panorama de crisis civilizatoria. Esto debe partir por nuevos paradigmas económicos, que dejen atrás la mirada individual y el consumo como aspecto central de la economía, para dar paso a una en que el centro sean las potencialidades y necesidades de las personas y comunidades por sobre la libre expansión del capital, revalorizando a su vez el valor del trabajo como motor del desarrollo humano.
Ello, junto a la incorporación de las luchas y nuevas miradas que los movimientos sociales contemporáneos han visibilizado, como la feminista en la superación de la sociedad patriarcal y las planteadas por el ecologismo y los pueblos indígenas. Todas ellas son antecedentes de la configuración de esta crisis civilizatoria y del capitalismo, que se ha develado con mayor claridad a causa de los efectos de la pandemia por el coronavirus. Y ellas deben también contribuir a su superación. Está en curso un nuevo ordenamiento global, que las izquierdas y quienes abogan por los cambios deben situar de manera estratégica en lo local y nacional para dar respuesta a los nuevos contextos, incorporando los aprendizajes que esta crisis va dejando y que hace hoy más necesario que nunca creer y trabajar para otro mundo posible.