La vida callejera de “El Toño”: El último muerto identificado de la Kayser
Pese a tener un sueño agitado, lo vio tan nítidamente. Reconoció de inmediato su mirada triste. Se le veía preocupado y sin ganas. Le decía a su mamá que estaba helado. Parecía ser otro. Entonces Maricel se levantó de golpe, de madruga, y partió a buscar a su hermano para abrigarlo, sin distinguir mucho entre el sueño y la realidad. Pero el “Toño” no estaba en casa.
Ni su familia, ni sus amigos de la Villa Arturo Prat, ubicada en la comuna de La Florida, sabían en qué andaba el ‘Afinao’. Nadie lo había visto en semanas. Tampoco les extrañó mucho; a veces se borraba del mapa. Y luego aparecía como si nada: tirando la talla o cojeando, como ocurrió la última vez que visitó la casa de Maricel después de un atropello.
Días antes, Maricel asistió con su marido a un bingo para reunir fondos para las cuatro familias que perdieron a uno de los suyos en la fábrica Kayser. El 20 de octubre del 2019, los cuerpos de Yoshua Osorio Arias (17), Andrés Ponce Ponce (38), Julian Pérez Sánchez (51) y Manuel Muga Cardemil (59) fueron encontrados por bomberos, a cargo del comandante Diego Velázquez, en el segundo piso del galpón de la empresa de ropa interior ubicado en la comuna de Renca, completamente calcinados. Una historia incompleta, porque todavía faltaba un cuerpo.
Del quinto muerto de la Kayser, en ese entonces N.N., no se sabía más que su estatura, su peso y un mensaje inscrito en su espalda que el fuego no pudo borrar. Nadie lo había reclamado hasta ese entonces.
Maricel esperó ver al Toño en esa actividad, pero nunca llegó. Pensó otra vez que había desaparecido del mapa y que lo encontraría de repente, cualquier otro día, a la vuelta de una esquina. O en una plaza. O en otro bingo solidario.
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Luis Antonio Salas Martínez (47), el “Toño”, creció en la Villa Arturo Prat, en la comuna de La Florida. Desde muy pequeño se hizo de amistades que, pese a las recomendaciones de su madre Clara, lo hicieron abandonar el colegio. Lo suyo fue la calle. Andanzas que se fueron transformando en un estilo de vida, rodeada de códigos que pocos entienden y que solo algunos disfrutan.
Su hermana Maricel dice que todos lo conocían en el barrio. Que era cosa de llegar a la estación de metro Vicente Valdés, preguntar por al ‘Afinao’ para que la gente supiera a quién buscaban. Ese apodo, cree su sobrino José, se lo ganó en alguna de sus pasadas por las cárceles chilenas. “Porque sería tapar el sol con un dedo si te digo que mi hermano era una blanca paloma. Mi hermano estuvo preso harto tiempo por cosas que hizo”, afirma Maricel.
Y eso es parte de su historia, asegura, como también lo es que una vez iniciado el fuego en algunas de las casas que colindan con la reconocida Villa O’Higgins -aquella población levantada durante la Operación Sitio, obra de Frei Montalva-, Luis Antonio era el primero en sacarse la polera, envolverla en su cabeza y meterse entre las llamas a auxiliar a sus vecinos. “Tenía una personalidad única: si había que hacer algo él lo hacía. Era muy allegado a la familia y sacaba sonrisas cuando alguien andaba triste”, reconoce Maricel.
Hacía seis años que Luis Salas había dejado de vivir en la Arturo Prat. Fueron aparentes conflictos familiares los que lo llevaron a trasladarse a la comuna de Renca, alojándose en una de las casas de su familia paterna. Pero su ritmo de vida no cambió, siguió siendo el mismo que andaba por las calles sobreviviendo como sólo él sabía hacerlo. Esa forma de vivir que el 20 de octubre lo llevó hasta las puertas de la fábrica Kayser, luego de pedirle a uno de sus amigos que lo acompañara, pese a la cojera que le impedía moverse con facilidad.
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El sábado 16 de noviembre la angustia se tragó a Maricel. No dejaba de llorar y el dolor en el pecho no se calmó hasta al día siguiente, cuando junto a su mamá fueron a Renca a buscar a su hermano. Algo pasaba con él. De eso estaba segura. “Recorrimos todo Renca y mi hermano no estaba, entonces nos vinimos de vuelta. Llegando al paradero 25 de Santa Rosa me llama su primo y me dice: ‘Sabis, el Toño quedó en la Kayser’. Un amigo de él avisó que lo vio entrar, pero nunca lo vio salir’. Maricel tuvo mal presentimiento.
“Ese día quedamos mal. Yo no reaccionaba, no hablaba. El lunes nos fuimos al Servicio Médico Legal con mi hermano y mi papá, y allí nos hicieron el ADN que iba a estar cerca del jueves”, afirma Maricel. Pero las ansias por saber si es que el N.N del que hablaba el fiscal José Morales, a cargo de la investigación por el incendio de la fábrica Kayser, era su hermano, motivó a Sánchez y su familia a acudir al SML al día siguiente. Allí se enteraron que el hombre que llevaba un tatuaje con la leyenda “Madre… gracias por ser la mejor madre del mundo. De quién te ama, tu hijo”, encontrado en la fábrica completamente calcinado, con un hematoma en el encéfalo de 30 gramos, las costillas quebradas y un proyectil en el pie izquierdo -según daría cuenta la autopsia firmada por la doctora Vivian Bustos- era su hermano Luis.
[caption id="attachment_353086" align="alignnone" width="1024"] Maricel Sánchez, hermana de "El Toño"[/caption]
Los días que vinieron no fueron fáciles. Menos para Maricel. El jueves 21 de noviembre, junto a su hermano José Miguel acudió a la oficina del fiscal, José Morales Opazo, para obtener información sobre la muerte de Luis. Maricel cuenta que Morales le dijo que les entregaría la autopsia, a cambio de “no entregársela a los medios”, porque “se nos iba a llenar de prensa y en ese momento de dolor nos íbamos a estar presionados”. Todo mientras les mostraba el extenso prontuario delictual de su hermano.
“Te puedo decir con seguridad que mi hermano andaba robando, porque si te digo que fue a mirar sería una mentira. Y no me avergüenzo de decirlo, yo no me avergüenzo de mi hermano”, afirma Maricel. “Pero de la forma como haya sido, nada justifica que lo hayan matado. Porque a él lo mataron, no murió en el incendio y lo digo con seguridad. A mi hermano me lo mataron. Una persona que viene con un impacto de bala en el metatarso, con cuatro costillas quebradas, con un hematoma de 30 gramos en el cráneo y un golpe en la frente es porque lo torturaron y después lo quemaron”.
La autopsia indica que Luis Salas Martínez, de 47 años, habría fallecido por “inhalación de productos de combustión”, aunque, según detalla el informe del Servicio Médico Legal, la bala incrustada en su pie izquierdo probablemente “debió limitar su desplazamiento” y “no es posible descartar la actuación violenta de terceros en el cuerpo, atendido el daño de la capa cutánea”.
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Días después de que el edificio ubicado en la calle Miraflores #8770 ardiera en llamas, comenzó a circular en redes sociales un video en el que se ve a Carabineros de Chile recorriendo la fábrica. En aquel registro casero, quien lleva la cámara -hasta ahora su autor es desconocido- muestra detenidamente a los cinco cuerpos tendidos uno tras otro en el “Altillo”, como se le denominaba al segundo piso del lugar.
En conversaciones con el medio Interferencia, el médico forense, Luis Ravanal, advirtió de que la forma en la que fueron encontrados los cuerpos se trataría de una posición “atípica”, a la inversa de lo que se esperaría que es “con extremidades flexionadas producto de la carbonización”, y que, particularmente, la autopsia del joven Yoshua Osorio, quién fue encontrado con tres orificios en el tórax, habría sido “incompleta”.
Maricel Sánchez identificó en el registro audiovisual a su hermano Luis. “Es el tercero que aparece allí”, afirma. Y plantea sus dudas sobre la posición en la que fue encontrado. “Cuando yo retiré a mi hermano le pregunté al doctor y me dijo que no es necesario que todos mueran en posición fetal, pero yo pienso que naturalmente cualquier persona trata de protegerse cuando te estás quemando”.
En el minuto cuarenta y tres del video que muestra a los cinco cuerpos calcinados, el hombre que lleva la cámara se pregunta: “¿Cómo es posible de llegar a ese extremo de seguir robando y ya ver que hay fuego y no parar”? Esa pregunta a viva voz es, a vista de Maricel, “una forma de tapar el daño que hicieron”. “Imagínate que la mamá del Yoshua estuvo todo el momento ahí, y ella escuchaba los gritos de los chiquillos pidiendo auxilio”.
José Rosales, sobrino de Luis Salas, asegura que no confía en las versiones que sostiene la fiscalía. “Se habló de una riña, después que quizás algún narco había quemado la fábrica. Mira, mi tío podría haber sido el más ladrón de Chile, pero no era ambicioso. Si veía que estaba cargado se iba. A parte, ¿para qué iba a querer tanto? Como iba a querer más, si el último tiempo robaba pa’ sobrevivir. Robaba mercadería o un par de desodorantes para venderlos a luca cada uno, era lo básico”, sostiene José.
Otra de las aristas que maneja el abogado, Lorenzo Morales, representante de tres de las familias del ‘Caso Kayser”, dice relación con las cámaras de seguridad de la fábrica, según detalló hace algunas semanas en un programa de televisión. El 30 de octubre, en reunión con familiares de las víctimas de la tragedia, Xavier Armendáriz, jefe de la Fiscalía Centro-Norte, aseguró que no existían grabaciones que adicionaran más información sobre el hecho. Pese a ello, en su declaración ante el fiscal José Morales, con fecha 5 de noviembre de 2019, el guardia Reinaldo Marincovic, quien habría presenciado el inicio del fuego a eso de las 15.15 hrs. desde una caseta de seguridad, afirmó que se preocupó “de que se pudieran guardar los videos que había en el lugar y Juan Echeverría se los llevó. Entiendo que también había información de la empresa”.
El mismo día, Juan Echeverría, gerente comercial de Kayser, daría cuenta al fiscal que monitoreaba desde el sábado 19 de octubre, vía teléfono móvil, las cámaras de seguridad de la fábrica. Sin embargo, sostiene que el guardia contratista de la empresa de seguridad Siglos, es decir, Marincovic, “no tenía acceso a las instalaciones de la empresa, ni siquiera a las cámaras que estaban dentro de la empresa”.
Por otra parte, el proyectil encontrado en el pie izquierdo de Luis Antonio Salas Martínez sigue inquietando a la familia. Según concluyó el informe pericial balístico de Carabineros de Chile, emitido el 7 de noviembre de 2019, la bala podría pertenecer a “la familia del calibre 22 magnum”. Días más tarde, Edwards Abuggatas Saba, uno de los dueños de Kayser, entregaría voluntariamente al fiscal José Morales un rifle marca Savage calibre 22, inscrito el 15 de octubre de 2002 para uso deportivo.
Todas estas siguen siendo pistas de una investigación que mantiene en alerta a las familia y pone en duda las correctas diligencias desarrolladas por las instituciones a cargo del caso.
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Maricel Sánchez confiesa que hasta el día de hoy piensa que va a volver a ver a su hermano. “Desde que me vino a ver hasta ahora he sentido un dolor profundo. A veces me levanto en las mañanas pensando en él y al poco rato me empiezan a correr las lágrimas”, cuenta. “Me imagino la desesperación que debe haber sentido cuando lo mataron para venir a verme a través de un sueño. A pedirme ayuda… No estuve con él cuando más lo necesitó”.
La hermana del último muerto de la Kayser se sigue preguntando cómo fue posible que la fábrica quedara abierta tras el primer incendio, y aún no logra entender cómo las autoridades no hicieron algo para evitar que se quemara por segunda vez, el lunes 11 de noviembre de 2019. “Ahora como se van a hacer pericias si entró tanta gente. Aquí hay intencionalidad”, asegura.
Maricel sigue en contacto con algunos de los familiares de los otro cuatro casos de Kayser, quiénes por medio de querellas buscan saber la verdad sobre lo que pasó con sus seres queridos. Para ella “los cinco casos de Kayser son uno solo: todos murieron de la misma manera”. Sobre la búsqueda de responsabilidades, la mujer afirma no tener “miedo de nada, finalmente son ellos los que deberían estar asustados, no nosotros”. “Yo tengo claro que va a costar mucho que caiga quien tenga que caer y quien tenga que pagar, pero espero que, aunque pasen años, paguen y se haga justicia. Si fue carabineros, los militares o quién haya sido, que paguen”.