Los 80: ¿Nada ha cambiado entre el Chile de 1989 y el de hoy?
Confinado en el aburrimiento de mi aislamiento social, prendí el televisor y me topé con un capítulo de la serie Los 80. Me llevé una grata sorpresa. La sincronía entre la trama de ficción y la realidad fue asombrosa. Los personajes hablaban con escepticismo sobre el plebiscito que venía, el del 89 para las reformas constitucionales, y también participaban en marchas y protestas donde la policía los reprimía con la misma brutalidad que hoy, violando los derechos humanos a mansalva.
Al contar las historias del pasado reciente puedes encontrar claves de lo que ocurre ahora, porque la historia es cíclica y se repite tarde o temprano. Juan Herrera, el padre cesante luego que la crisis económica del 82 hiciera quebrar la fábrica donde trabajaba, emprende con un video club. Su mujer, Ana, deja de ser una dueña de casa más, ahora ostenta un puesto administrativo en una multitienda y ha evolucionado como mujer independiente y emancipada. Ella exuda feminismo sin ni siquiera pronunciar ese concepto. Los hijos les han dado unos cuantos dolores de cabeza a sus padres transformándose en una revolucionaria antidictatorial (Claudia), un contestatario documentalista de Teleanálisis (Martín) o un rebelde sin causa en una pandilla juvenil (Félix).
¿Nada ha cambiado entre el Chile de 1989 y el de hoy? En efecto, todo sigue igual más allá de algunos cambios superficiales o de maquillaje. La única diferencia es que ahora creemos elegir a quien administra el modelo, pero los gobiernos posdictatoriales han incluso perfeccionado y blindado el modelo neoliberal impuesto por la dictadura. Bachelet intentó cambiarlo pero no tuvo los votos, Piñera ha buscado perfeccionarlo aún más y eso gatilló el estallido social del 18 de octubre y la indignación de la mayoría de la población que ha salido a las calles a protestar.
Todos los arcos argumentales de la serie se cierran en su temporada final, aunque la narración de Félix adulto cobra protagonismo y nos permite viajar al Chile del 2011, el Chile de las revueltas estudiantiles que pusieron en jaque al primer gobierno de Piñera. Félix se ha convertido en adulto, en un experto en asesorías estratégicas de control de crisis, es decir, un vendido a las altas esferas del poder. Siente vergüenza de lo que hace, sabe que está traicionando sus valores y sirviendo a los intereses del neoliberalismo a ultranza. Quizá hoy en 2020 Félix sería contratado por el Gobierno para mejorar la aprobación de Piñera que cayó a un nivel histórico por el estallido social.
En 1989 frente a la derrota de Pinochet en el plebiscito y el cercano fin de la dictadura, los personajes de Los 80 se preguntan contra quién tienen que luchar ahora. Ellos no lo saben, pero el nuevo enemigo al que tendrán que enfrentarse, es el mercado y el neoliberalismo.
La actual pandemia del coronavirus revela lo inservibles y peligrosas que resultan los dogmas neoliberales que exacerban los valores individualistas y lo urgente que es fortalecer lo público como las leyes laborales o el sistema de salud, que la derecha chilena ha buscado destruir para privilegiar el sector privado, donde tienen intereses económicos ¿Sobreviviríamos a una pandemia con una salud completamente privatizada y enfocada en el lucro? ¿Qué trabajador independiente puede pasar uno o dos meses de quarentena en su casa sin trabajar?
El estallido social fue una preparación colectiva para enfrentar las crisis que vienen como la medioambiental o la del coronavirus. Frente a la ineptitud tecnocrática y negligente del Gobierno, la mayoría del pueblo actúa con responsabilidad. La mejor manera de combatir cualquier crisis global, es la generosidad, la solidaridad y el pensar en el otro, cuidarse y cuidar a otrxs, valores que implícitamente promovían los personajes de Los 80.