Reseña de Libro: Contra el Ejército de Chile

Reseña de Libro: Contra el Ejército de Chile

Por: Elisa Montesinos | 04.12.2019
El Ejército de Chile es hoy una institución en decadencia sobre la que penden más vergüenzas que orgullos. Una institución saqueada, corrupta y corrompida. Innoble, malquerida cuando no derechamente odiada por un cada vez mayor número de chilenos. No hay una metáfora más nítida y cruel de lo que es el Ejército chileno, que la tragedia de Antuco (2005 en la que 44 jóvenes murieron como carne de cañón, en una forma absolutamente gratuita. Los poetas Carlos Cardani Parra (1985) y Carlos Soto Román (1977) la han llevado al lenguaje poético en una autoedición prolija y meritoria.

Hoy, con una lamentable cantidad de heridos y muertos a manos de la policía y las Fuerzas Armadas, el pueblo, la ciudadanía o la gente que está en la calle ha obtenido un acuerdo por la paz que la clase política ha suscrito para tratar dar una salida a la crisis por la vía de cambiar la Constitución, por lo que se ha hablado de un nuevo pacto social y hasta de un nuevo rol del Estado. Un Chile nuevo está naciendo, y en un momento así, de refundación de la patria, es legítimo, necesario y válido refundar sus FFAA. 

¿Qué rol cumplen las instituciones en que encarna eso que llamamos patria? El Estado en las paredes de la ciudad hoy es acusado de asesino y enemigo. Ni qué decir las Fuerzas Armadas y del Orden, garantes falsos de una civilidad que hoy acaso más que nunca los repudia. El Ejército de Chile es una institución en decadencia sobre la que penden más vergüenzas que orgullos. Una institución saqueada, corrupta y corrompida. Innoble, malquerida cuando no derechamente odiada por un cada vez mayor número de chilenos. 

El investigador, periodista y escritor Juan Pablo Barros, en su Twitter @juanpabarros recientemente recordaba que Carabineros de Chile fue creado por la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo (1927), y que en la prensa hay constancia de que como policía “era tan odiada transversalmente por la población, que no se atrevían a salir a la calle y el tránsito era dirigido por voluntarios estudiantes”. Las masacres de Ranquil y del Seguro Obrero proyectaban una imagen sanguinaria desde el origen de Carabineros, espantando aún a la prensa conservadora (ZigZag) porque “habían incluso matado al asistente a un funeral de otra víctima”. En 1933, apenas asumió como gobierno, Arturo Alessandri crearía la PDI, Policía de Investigaciones, por desconfianza a Carabineros que era obra de su enemigo Ibáñez. 

La dichosa familia militar es desde su nacimiento un nido temprano de caudillos y oligarcas enfrentados en reyertas interminables, asesinándose incluso unos a otros. Una estructura de castas al servicio de los intereses de los poderosos. La oficialidad y la soldadesca, clases sociales de inamovibles fronteras. Cuidadores por antonomasia de los límites de una patria cuyo patrimonio es de unos pocos, a lo largo de la historia los soldados nacionales han disparado principalmente sobre sus propios compatriotas, cuando no han sido carne de cañón de empresas privadas o foráneas.

¿En qué piensa un soldado cuando dice la palabra “patria”? En el himno, el escudo, la bandera. Quizás un chileno promedio piensa en la selección de fútbol, en la roja de todos. Un país, una nación. ¿Qué es la soberanía cuando se ha vendido a empresas extranjeras o se ha privatizado el agua, el gas, el cobre, el mar y todas las riquezas naturales que ofrece esta copia feliz del Edén? Para un soldado las fronteras son una razón de ser, cuidar la soberanía de la patria ante los posibles invasores es aquello por lo que da la vida, por lo que mata. La cordillera es su trinchera y su cruz.

No se me ocurre por eso una metáfora más nítida y cruel de lo que es el Ejército chileno, que la tragedia de Antuco (2005), uno de los últimos eventos funestos que enlutaron no a las FF.AA., sino al país. 44 jóvenes murieron como carne de cañón, en una forma absolutamente gratuita, en un ejercicio de campaña tan evitable como absurdo. No hay nadie cumpliendo una condena por estas  muertes. Un tercio de los sobrevivientes a la tragedia hoy aún son parte de las filas del Ejército. 

Sobre esta matanza se han hecho un par de obras teatrales por lo menos. Hoy los poetas Carlos Cardani Parra (1985) y Carlos Soto Román (1977) la han llevado al lenguaje poético en una autoedición prolija y meritoria. Se trata de una poesía documental o testimonial, que opera con textos extraídos de otros campos referenciales, con dosis de ciencia, de geografía y de biología, el funcionamiento de los cuerpos en la extrema situación de la muerte por enfriamiento, una poesía no preocupada del verso o la rima, sino hecha para dejar al lector fuera de combate, aniquilado por la realidad dolorosa de un país que no detiene su marcha, que como un auquénido en el desierto sigue caminando sobre las tumbas de los que a su lado van cayendo. La crónica de una tragedia que revela asépticamente, sin necesidad de picar fina la cebolla, el íntimo funcionamiento y orden de una insticuión criminal con sus miembros más débiles. No hay necesidad de dramatizar, por el contrario la pulsión es valerse de los recursos de un lenguaje lo más técnico posible, acaso un lenguaje judicial, administrativo, o un lenguaje militar derechamente.

A modo de cruz o bandera

Los fusiles son puestos con la trompetilla enterrada a un costado del conscripto

Que en algunas horas queda completamente cubierto de nieve

Ese rito, esa marca es de gran ayuda en las labores de búsqueda

Los méritos de Antuco (2005) saltan a la vista, y sin duda constituyen un éxito más a favor de dos autores que ya han sido reconocidos en el medio literario. Cardani Parra se hizo un lugar debutando con raso, poemario sobre el servicio militar obligatorio con el que demostró ya un sólido manejo de ese lenguaje marcial, minimalista, descomprometido emocionalmente, testimonial; y Soto Román sin ir más lejos obtuvo el año pasado el Premio Municipal de Santiago con 11, libro igualmente autoeditado y que también se inscribe en esta estética poética cuya máxima es no la construcción de imágenes o metáforas sino la operación con textos, como se ha dicho, provenientes de otros tipos de registros, incluyendo el texto visual o el facsímil.

Antuco (2005) es un libro necesario, crudo y duro a la vez que hermoso, como la profunda crisis social que estamos viviendo. Un libro contra el Ejército, en tiempos en que como país debiésemos permitirnos pensar la posibilidad de refundar nuestras Fuerzas Armadas y del Orden, como una oportunidad para entender y vivir la patria no desde un miedo arcaico al invasor extranjero, dejando de ser el país de la razón o la fuerza y comenzando a ser el país de la fuerza de la razón. 

 

*El libro se puede encontrar en @libreriapedaleo

Antuco (2005) 

Carlos Cardani y Carlos Soto Román

Autoedición

188 páginas

Precio de referencia $10 000