La guerra contra el terrorismo IV: los zapatos
A Eugenio Chahuán con quien aprendimos a resistir
1.- Guerra civil planetaria
Desde la implementación de la “guerra contra el terrorismo” que el mundo árabe contemporáneo ya no es el mismo. Iraq será arrojado a la catástrofe gracias a la invasión del año 2003 que terminó por devastar a un Estado por completo en la que se profundizó el bloqueo a su economía, se destruyó tanto a la milicia como a la policía leales a Hussein para, por fin, terminar por asesinar a mansalva a miles de intelectuales y académicos de las universidades iraquíes; sino porque además, EEUU aplicó el dispositivo de la guerra contra el terrorismo que produjo un escenario de guerra civil permanente desde la región hacia el mundo en general: “o están con nosotros o están contra nosotros” –decía Bush jr. recordando la vieja polemicidad de lo político planteada por el jurista Carl Schmitt en la implantación del estado de excepción que, bajo el dispositivo de la guerra contra el terrorismo, se extendía a nivel planetario.
Pero ¿por qué? Ante todo, porque el susodicho dispositivo consolidaría la destrucción del espacio inter-estatal árabe consolidado hacia los años 60. La constitución de las repúblicas árabes (Libia, Egipto, Iraq o Siria entre otras) fue el resultado de un proceso de descolonización en que los pueblos participaron activamente desde finales del siglo XIX. Pero, la creación del Estado sionista de Israel en 1948 y la profundización de la matriz rentista del petróleo por parte de las potencias occidentales truncaron dicho proceso.
El despliegue incondicionado de la guerra contra el terrorismo que tuvo como primera víctima al Iraq de Saddam Hussein, pretendía consolidar el dominio estadounidense en la región. Pero tales pretensiones chocaron con la realidad histórica que siempre resulta mas fuerte y mucho más apabullante que los cálculos de los burócratas sentados en las sillas del Pentágono.
Bush Hijo realiza la invasión a Iraq tanto por presión sionista, dado que, desde 1991, Israel vio en Hussein una amenaza a su hegemonía, como por un intento de dividir las posibilidades de una Europa menos dependiente del domino estadounidense, pero el resultante de dicha invasión, lejos de consolidar a los EEUU en la región, terminó por enfrentarlo a nuevos actores que impugnaban su presencia: no sólo los países no árabes (Turquía e Irán) sino la arremetida de la Rusia de Putin en el nuevo tablero internacional complicaron las cosas para las pretensiones estadounidenses. La luna de miel de principios de los noventa como la que vivió Bush Padre, ya no existía, se había desvanecido.
La segunda administración del mandato de Bush Hijo confirma el proceso anterior cuando Condolezza Rice anuncia el plan para un “Nuevo Medio Oriente” en el que EEUU, instigado por la nueva doctrina Gates surgida desde el Pentágono, comenzaba aceptando la existencia de la nueva realidad geopolítica que sólo la administración Obama inmediatamente posterior traducirá en el léxico politológico preciso: multilateralismo.
El término “multilateralismo” es el término optimista para designar la emergencia del dispositivo de la guerra contra el terrorismo que opera como una técnica de gobierno sobre las poblaciones que se ejerce como una “geopolítica del caos” (Arrighi) que convierte al estado de excepción en paradigma de gobierno (Agamben).
En esta perspectiva, los EEUU han consumado su dominio precisamente en la devastación total del espacio inter-estatal árabe y la instalación de la guerra civil planetaria que, en el mundo árabe se expresará en la generación de múltiples conflictos étnico-confesionales (la fraternidad expandida como guerra civil global) o, como dirá Achille Mbembe a propósito de las realidades neocoloniales africanas y árabes configuradas hacia el fin del siglo XX, se trata de un proceso sistemático de “balcanización”.
Pero ¿qué hizo EEUU con la “guerra contra el terrorismo”? Ante todo consumó su dominio al precio de perder su hegemonía. Hoy asistimos a la multiplicación de actores internacionales, en particular, de las potencias que juegan al dominio del espacio mundial. Sin embargo, la paradoja es que la multiplicidad de las potencias internacionales traen consigo la uniformidad, sino la nulidad total, de proyectos: ¿alguno de ellos apunta más allá del capitalismo corporativo-financiero? ¿Podemos hacernos ilusiones de una China dominada por una oligarquía financiera aferrada al Partido Comunista? ¿O de una Rusia conducida por un nacionalista? El capitalismo financiero no fue jamás poseedor de una identidad única y precisa. Al contrario, es capaz de mutar en múltiples identidades, separando a cada cultura de su historia y rearticularla al interior de la vitrina global de las mercancías.
En este escenario, digamos que cada actor puede “culturalizar” dicho capitalismo, tal como lo había condicionado la otrora tesis huntingtoniana del “choque de civilizaciones”: cada “civilización” –pongámoslo en esos términos- parece abrigar un particular forma de capitalismo financiero, pero ninguna parece intentar ir más allá de él. He aquí la extraña y devastadora coincidencia divina: el Dios del Wall Street, en el fondo, es el mismo que el Dios del Estado Islámico; porque, dado que el Dios Capital remite a una estructura apofática –es decir, nunca es visible por sí mismo, sino tan sólo por los efectos que produce- sus formas de visibilización pueden ser múltiples a pesar que condiciona a todos a una y la misma liturgia: la homogeneidad de la que goza el Dios sádico del capitalismo contemporáneo es el pivote de la guerra civil planetaria en la que vivimos.
2.- Zapatos
El dispositivo de la guerra contra el terrorismo inoculado por Bush Hijo tuvo por función hacer del terrorismo el lugar mismo de la guerra deslocalizando definitivamente a los conflictos en una miríada de espacios y tiempos diversos de intensidades y modulaciones variables. Al deslocalizar al poder de muerte (la soberanía) y democratizarlo a todo espacio y tiempo, la guerra contra el terrorismo, termina haciendo del terrorismo el puntal mismo de la guerra y, con ello, convierte al conflicto en un continuum permanente incapaz de distinguir entre lo civil y lo militar, entre el período de paz y el la guerra, inseminando al terror como única forma de relación entre los cuerpos.
Sin embargo, en medio de la devastación abierta por Bush Hijo, los lazos de la sociedad civil árabe sufrieron una mutación radical. Como ha visto la historiadora social Leyla Dakhli, la invasión a Iraq el año 2003, los permanentes bombardeos israelíes sobre Gaza y la posición cada vez más “normalizadora” de algunos gobiernos árabes (Egipto y Arabia Saudita) con Israel, impulsaron a contrapelo una nueva configuración de las fuerzas populares del mundo árabe.
Dakhli muestra la aparición de “lazos inéditos” que comenzaron a anudarse durante ese período, de manera silenciosa, permanente que se alzaba como un conjunto molecular de resistencias frente al dispositivo de la “guerra contra el terrorismo”. Igualmente notable será el rol de los sindicatos, tanto en Túnez como Egipto que, de haber sido cooptados largo tiempo por los gobiernos de turno, rompieron dicho circuito a propósito de la implementación de políticas que favorecían, cada vez más, la precarización. Justamente, se trata ni mas ni menos, que del proceso de erotización de la sociedad árabe, que proveyó de lazos “inéditos” (Dakhli) a partir de los que se inventaron nuevas organizaciones.
Más allá del Estado y del neocolonialismo, pulsa el ser-con de una vida activa en la que se juega la incandescencia de la imaginación popular que se condensa en los zapatos lanzados por un periodista iraquí de 29 años, Munthazer Al Zaidi, en una conferencia de prensa celebrada por Bush jr. y Al Maliki el 18 de diciembre de 2008 en Iraq. Un zapato y luego el otro que tenían como blanco el cuerpo del criminal que, por vez primera visitaba la zona de conflicto. En una ráfaga que interrumpe la repetición infinita de las imágenes-mercancías de CNN que organizó a los cuerpos en aras a aceptar las premisas globales de la “guerra contra el terrorismo”, el par de zapatos expresó la humillación, el insulto y la resistencia que le decía a Bush Hijo que con él no venía la restitución del evangelio de la democracia, sino la destrucción acontecida contra todo un pueblo.
En los zapatos –signo de caminar, de ponerse de pie- se “levanta” la imaginación popular: el supuesto “amo” (Bush jr.) en realidad era un verdadero “perro” que trajo el servilismo y la dependencia a Iraq. Los zapatos interrumpen la máquina mitológica estadounidense y muestran que en medio de la fastuosidad del poder, no hay más que un tirano que condena a los pueblos a la esclavitud. Los zapatos traen la seña de que, con la invasión estadounidense a Iraq, la democracia no era otra cosa que tiranía, la salvación era la emancipación de los dispositivos de seguridad, la libertad no era otra cosa que la esclavitud.
“Perro” es la seña tras la cual Al Zaidi lanza los zapatos, uno tras otro. No se repiten indefinidamente como las imágenes de los aviones incrustándose a las Torres, sino que se circunscriben a un momento singular. El lanzamiento de zapatos es un gesto. Como tal, implica el desprendimiento de lo único o lo último que va quedando a un pueblo al que se le ha arrebatado todo. En cuanto “último” los zapatos son el verdadero resto que afirma una potencia irreductible frente a al poder, la agónica respiración de pueblos aplastados. El gesto de los zapatos se volvió símbolo de resistencia, a pesar que Bush jr. los esquivara, hicieron que su cuerpo tuviera que esforzarse en sortear dos pequeñas cosas que, al igual que las piedras en la intifada palestina de 1987, provenían del suelo –el lugar de la humillación, de lo mas bajo- usándoles como lo que aún prometía mundo.
Porque no es del todo cierto que “la piedra es sin mundo” –como decía el filósofo Martin Heidegger en uno de sus célebres seminarios[1]. Las piedras y los zapatos son objetos terrestres, invisibles o apenas perceptibles sobre cuya materialidad, sin embargo, transcurre gran parte de la vida de los pueblos. Como las piedras en la intifada de 1987 que se volvieron símbolo de resistencia, los zapatos adquieren la potencia de los insurrectos en la medida que son capaces de crear mundo: los zapatos lanzados en esa célebre conferencia de prensa portan el erotismo de nuevos lazos que están en curso y que encontrarán, en el alzamiento posterior de la Primavera árabe, el instante de su redención.
[1] Martin Heidegger Los conceptos fundamentales de la Metafísica. Mundo, finitud, soledad. Ed. Alianza, Madrid, 1993.