Una pieza más en el puzzle de la memoria
Fui a la presentación del libro Camarines de Mujeres. Memorias de prisioneras políticas del Estadio Nacional. Llegué tarde. El auditorio del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos estaba repleto. Una buena noticia, que denota la excelente convocatoria; aunque mala para mí porque no pude entrar. Otra buena fue que el libro –de buena factura– era gratuito.
Los temas se trenzan. El acto fue conducido por Vicky Quevedo, comunicadora, mujer de radio, creadora del Foro Ciudadano, cuyas grabaciones donó a ese mismo museo: un registro de voces de la sociedad civil que cubren la transición a la democracia y, especialmente, las actividades de los movimientos protagonizados por mujeres. En fin, no pude entrar; pero, siempre buena amiga, Vicky me regaló días después el libro. Todos estos gestos al final tienen que ver con la solidaridad, las mujeres, la memoria y sus resonancias.
El libro, bien editado, es magnífico. Resultado de un trabajo de investigación de la Fundación Instituto de la Mujer, recoge el compromiso político y el empeño reflexivo constante de investigadoras jóvenes como Tamara Vidaurrázaga e Isidora Salinas. Sororidad desde la academia y las nuevas generaciones. Lo fundamental, sin embargo, es la memoria compartida de siete mujeres que fueron prisioneras políticas en el Estadio Nacional en los primeros meses tras el golpe de Estado cívico militar. El Estadio fue campo de prisioneros y prisioneras desde septiembre hasta noviembre de 1973.
Las testigos protagonistas tienen nombres y apellidos: Ximena George-Nascimento Lara, Cecilia Riveros De la Maza, Lucía Neira Rivas, María Garreaud Muñoz, Oriana Aravena Aguirre, Silvia Leiva Gómez y Nuria Núñez Rius. Historias de vida de mujeres distintas de un Chile diverso. Todo cambió de golpe. El Estadio Nacional es la metáfora y escenario del quiebre biográfico de ellas y de toda la sociedad porque nada volvió a ser lo mismo. Tampoco para quienes pasaron por camarines, galerías, piscinas, velódromos, pistas de ceniza. Todo aquello que para un aficionado al deporte tiene un significado diferente al que tiene en el alma de las mujeres que experimentaron la prisión política en el Estadio Nacional. La emergencia, el encierro, las militancias, el abuso, la desconfianza, la resiliencia y la paradójica nostalgia por el humor y la entereza para sobrellevar la adversidad. Es un gran aporte, una pieza más en el puzzle de la memoria.
Recuerdo un librito reciente que contiene una iniciativa muy de acuerdo a nuestros tiempos: en un formato de “tweeteo”, con una dinámica sucesión de relatos brevísimos (140 caracteres) entregados en una conversación virtual que se emitió por Radio, esta vez la conductora fue Beatriz Sánchez. Diariamente, entre el 11 de septiembre y el 9 de noviembre del 2015 se hizo la transmisión. Al año siguiente, El Desconcierto.cl lo publicó como libro de bolsillo con el título Presa en el Estadio, y el auspicio de la Corporación Humanas.
Al inicio de esta década trabajé sobre la resiliencia comunitaria de hombres y mujeres en la prisión política, lo que está registrado en el libro Memorias eclipsadas. Entonces prácticamente no había testimonios de mujeres que relataran sus experiencias en la prisión política. De hecho ese aspecto de la investigación lo hice con las compañeras que estuvieron en la prisión de Punta de Rieles, en Montevideo. Las uruguayas ya habían comenzado un proceso de “memorias para armar” con una serie de publicaciones muy significativas.
En los últimos años, afortunadamente, se ha incrementado el acervo testimonial de las mujeres que vivieron la prisión política en Chile. Significativo es el título Nosotras también estuvimos en 3 y 4 álamos, con ese “también” que es un sutil reproche a que hasta ahora el protagonismo en los testimonios ha sido principalmente masculino. También hay que consignar Mujeres tras las rejas de Pinochet de la periodista Vivian Lavín (otra mujer de radio), donde recoge los testimonios de Valentina Álvarez, Gina Cerda y Elizabeth Rendic. Como en las otras publicaciones los relatos eluden el protagonismo individual acercándose al testimonio colectivo. Al parecer la sociedad ya puede compartir los secretos –silenciados e invisibilizados– de los camarines de mujeres.