Sociedad Escéptica de Chile: "Un anti vacunas es un criminal, porque promueve algo que va a cobrar vidas de forma masiva"
El 2010 fue un año marcado por las supersticiones, las teorías conspirativas y los rumores de un venidero fin del mundo. En ese contexto nace la Asociación Escéptica de Chile (AECH), una organización dedicada a la difusión de la ciencia y el pensamiento crítico.
Conformada por un grupo con diversos intereses, edades y ocupaciones, la AECH se mueve en torno a "la pasión por el conocimiento y el debate argumentado ideas". Ellos mismos se definen como una agrupación inclusiva que siempre está dispuesta a difundir sus ideas públicamente.
Su labor la encarnan de muchas formas: realizan encuentros y talleres, producen artículos y también tienen un podcast llamado "El poder de la duda", donde debaten temas contingentes junto a un experto invitado. Asimismo, han liderado dos campañas nombradas "Suicidios homeopáticos" o "Apostasía colectiva".
Para abordar el tema, El Desconcierto conversó con el presidente de la AECH, Luis Cárdenas, quien explica que "el objetivo del trabajo del grupo es que la gente también encuentre refutaciones fundadas en torno a temas como los médiums, por ejemplo, y que así efectivamente estén las dos caras de la moneda, algo que en los medios habitualmente no ocurre".
—Hablan bastante del pensamiento crítico, ¿cómo lo definirían?
—El pensamiento crítico promueve un pensamiento ordenado que permita discernir las afirmaciones falsas de las afirmaciones ciertas, y ser capaz de elaborar conclusiones ciertas a partir de premisas ciertas. Coloquialmente, significaría no aceptar como cierta o falsa una afirmación porque sí, sino que buscando sus fundamentos. Ahí aparece la lógica como una herramienta fundamental para el pensamiento crítico en lo que a razonamiento se refiere.
—¿Cuál es su postura frente a las terapias alternativas que se siguen en lugar de tratamientos formales o científicos en salud?
—Lo primero que hay que tener cuidado cuando se habla de terapias alternativas es de usar bien el lenguaje. Lamentablemente, la gente que promueve ese tipo de prácticas ha conseguido instalar el término de “terapias alternativas”. De hecho, los mismos escépticos decimos “terapia alternativa”. La prensa y los medios también lo hacen. El problema es que no son ni terapias ni alternativas. Algo alternativo sería cambiar una cosa que funciona por otra cosa que funciona y ahí podemos hablar de algo alternativo. Y si no funciona, no cabe llamarlo terapia. Podrían efectivamente existir terapias complementarias, habiendo una terapia principal. Terapias por ejemplo que se hagan cargo de los efectos secundarios de la primera. Pero acá son rémoras que no están aportando nada desde el punto terapéutico. Hay que denominarlas como prácticas, o muchas veces rituales, y a las preparaciones que hacen llamarlas pócimas o mejunjes.
El ingeniero civil explica que estas prácticas “solo tienen un efecto placebo, donde la gente la gente se convence de que le está haciendo algo, pero solo sirve para afecciones leves, en periodos acotados de tiempo y sobre todo en cuestiones psicosomáticas, no así para cosas más orgánicas. Muchas veces sus efectos son inespecíficos. Ósea en lugar de atacar la real causa, afecta la percepción que la persona tiene respecto de su padecimiento. Afecta el ánimo más que nada.
Cárdenas agrega que muchas veces las “terapias alternativas” terminan empeorando la salud de las personas. “Es delicado porque muchas personas llegan a estas prácticas dilatando la oportuna intervención de la medicina que sí funciona. La gente termina perdiendo plata, se exponen a ser desilusionados cuando la enfermedad se le agrave. Incluso muchas veces ‘los terapeutas alternativos’ inducen a los pacientes a dejar los tratamientos principales. En algunos casos estas prácticas pueden interferir con la terapia que sí funciona. Por ejemplo, en el caso de las quimioterapias, hay gente que empieza a consumir vitaminas en exceso que pueden empezar a complicar la interacción de los fármacos que efectivamente estaban curando a la personas. Y hay otras prácticas que son derechamente dañinas como puede ocurrir con la acupuntura -hay casos de neumotórax por pincharse con agujas- o la quiropraxia donde se pueden hacer malas manipulaciones de la columna y puede haber efectos graves", señala.
“Es terrible que habiendo tantas personas enfermas necesitando curas de verdad, terminen -por su estado vulnerable- gastando sus recursos en charlatanerías. Es un insulto a la dignidad de las pacientes. Y esto también lo promueve el sistema público, y ahí la pregunta es: cuánta gente está muriendo por esto... no hay cuantificación del daño social que han provocado las terapias alternativas y es criminal promoverlas a nivel del Estado. Hasta podría decirse que se trata de una violación a los Derechos Humanos”, añade.
—En esa línea, ¿qué tan peligrosa es la tendencia anti vacunas?
—La tendencia anti vacunas es peligrosísima. Después del agua potable la vacunación es la segunda medida que más vidas ha salvado en el mundo. Hay una idea demasiado popular y equívoca de que la naturaleza es como un paraíso, como un mundo idílico, en circunstancias de que la vida antes no era así. Si tú te quebrabas un pie, te quedabas con el pie quebrado. Si te clavabas un clavo en el pie, terminabas con gangrena. La mitad de los bebés se morían y la esperanza de vida era muy baja. Muchas de esas cosas las hemos superado ya que hemos sido capaces de mantener a raya las enfermedades. Nuestro sistema inmunológico natural se enfrenta a microorganismos patógenos, pero hay patógenos que son demasiado agresivos y no hay otra forma de ganarles que con la vacunación, de modo que cuando lleguen estos bichos, nosotros ya estemos preparados.
Cárdenas agrega que dado que “hemos tenido campañas de vacunación exitosas, es que hay muchas enfermedades que como sociedad hemos olvidado, porque hace mucho tiempo que no las vemos. La vacunación ha sido víctima de su propio éxito, porque mientras más funciona, más desaparece la enfermedad y por tanto hay menos conciencia de la importancia de la vacuna”.
Lo más grave, a juicio del líder de los escépticos chilenos, es que “el movimiento anti vacunas ha conseguido, tanto en Chile como en el mundo, que vengan rebrotes de ciertas enfermedades. Por eso un anti vacunas es un criminal, porque está promoviendo una práctica que va a cobrar vidas humanas de forma masiva. Y en particular los padres que se oponen a vacunar a sus hijos derechamente rayan en la negligencia parental, porque la salud del niño es un derecho. El no vacunar a un niño es exponerlo gratuitamente a enfermedades que son prevenibles. Si un niño se enferma de sarampión por no vacunarlo, corresponde evaluar si es que corresponde que ese niño siga siendo criado por esos padres, porque lo están exponiendo innecesariamente. Así como se le saca un parte a un padre que lleva a su niño sin cinturón de seguridad o con su silla en el auto. Las vacunas son cinturones de seguridad biológicos. Incluso siendo un adulto autónomo quien decida no vacunarse porque sí, está siendo altamente irresponsable.
—¿Qué opinan del boom del negocio de lectura del tarot, horóscopos y servicios similares?
—Negocio es la palabra correcta para referirse al tarot, lectura de cartas, péndulo, runas y todas las formas de rituales de adivinación del futuro. Desde un punto de vista escéptico, derechamente es charlatanería. Nada de las adivinanzas que dicen promover son ciertas. Son tiros al aire y son sesgos de parte de la persona que recibe la lectura. Como disciplina no tiene ningún asidero predictivo. El que vende estos servicios cobra básicamente por hablar cosas sin mucho fundamento. Es como un psicólogo barato, porque puede que sirva como conversación de amigos, pero no es responsable estar orientando gente sin preparación, porque las vidas son complejas. Los mismos psicólogos y psiquiatras son bastante cautos al respecto. Pero llega un personaje que se compra un mazo de naipes y tiene el don de la palabra, además se leyó un par de cosas, y luego se sienta ahí a tener la vida de personas en sus manos, porque la gente les cuenta todos sus secretos, como una forma secular del confesionario. Por eso a los curas no les gustan las supersticiones, porque les gusta que crean en supersticiones de ellos.
El ingeniero civil señala que se trata de “un negocio de muy baja inversión y alta rentabilidad. Yo me atrevo a decir que hay tanta proliferación de personas que ofrecen estos servicios, porque muchas veces no les queda otra cosa que hacer, porque en nuestro país los sueldos son miserables, pero leyendo cartas te puedes hacer buena plata. Entonces hay un tema de precariedad laboral que se suple con esas prácticas. Quienes hacen las flores de Bach, leen cartas astrales o hacen los amarres, son gente del mundo de los oficios, porque la gente pudiente está dedicada a sus profesiones”.
—Es común que a los escépticos les digan que no se metan en los gustos o creencias personales de la gente, ¿en qué momento eso deja de ser personal y se convierte en un potencial problema colectivo?
—Efectivamente nos dicen eso, pero cabe aclarar que las ideas son ciertas o falsas, independiente de si alguien adscribe o no a esa idea. Ciertamente la gente tiene derecho a creer lo que quiera, pero si esa persona afirma públicamente que tal cosa es cierta o falsa, la pregunta es si estamos en una sociedad donde permitimos el debate o censuramos las ideas disidentes porque hay un dogma imperante. Esto último por mucho tiempo fue así, pero no debe ser así, ya que si existe la posibilidad de debate, esa idea debe ser debatida. Las personas en sí son libres de creer lo que quieran, pero detengámonos sobre la palabra “libre”, porque para poder tomar una decisión libre, es importante estar bien informado. Estando mal informado o engañado uno toma decisiones con las expectativas cambiadas. Tiene que haber debate de ideas y aquellas que resulten ser falsas, deben ser presentadas públicamente como tal.
Según Cárdenas, la importancia de esto radica en que “las ideas modulan nuestras conductas, y como vivimos en sociedad las conductas personales no son irrelevantes. Entonces, es importante no creer en ideas falsas, porque en base a eso fundamos nuestras decisiones. No da lo mismo que cualquier idea prolifere en la sociedad, porque eso sí tiene repercusiones en el resto. Así como uno recoge la basura porque contamina y reciclamos, o plantamos un arbolito para que entregue más oxígeno, del mismo modo, pasa con las ideas. Hay algunas que nos permiten construir una mejor sociedad. Si mi compromiso está con el bienestar de la gente es relevante éticamente que yo adscriba a ideas ciertas y no falsas.