Victoria Ramírez, poeta: “Nunca me ha gustado esa separación que se hace entre literatura de mujeres y el resto de la literatura”

Victoria Ramírez, poeta: “Nunca me ha gustado esa separación que se hace entre literatura de mujeres y el resto de la literatura”

Por: Elisa Montesinos | 28.04.2019
La poeta Victoria Ramírez (Santiago, 1991; Premio Roberto Bolaño de poesía 2016 y Premio Municipal Juegos Literarios Gabriela Mistral 2017) acaba de presentar su primer libro "magnolios" (Ediciones Overol), que mezcla imágenes de un volcán con los quemados de la Posta Central. En cuarenta poemas explora distintas capas de experiencia haciendo converger cenizas, abejas y la silueta de una familia a punto de desprenderse.

Es en el año 2015, tras coproducir un cortometraje relacionado a la performance Todos los ríos dan a la mar, de la artista visual y poeta Cecilia Vicuña, que se adentra en la poesía. Participa en algunos talleres en Santiago, es invitada a varios recitales e incluida en algunos conversatorios donde solo participan mujeres. A principios de este año fue antologada en Maraña: Panorama de poesía chilena joven (Alquimia, 2019). Hace muy poco ganó una beca para una residencia en la MacDowell Colony (New Hampshire), con el fin de trabajar otro proyecto de poesía.

-¿Cómo apareció la idea de este libro y la decisión de publicarlo?

-Siempre es difícil tomar la decisión de publicar, sobre todo si es tu primer libro. Al empezar a escribir magnolios, estaba intentando reconstruir un relato familiar cruzado por el dolor de la pérdida de un hijo −en el caso de mis abuelos− y cómo eso hasta el día de hoy tenía efectos en mi familia materna. Me interesaba Hueyusca, un pueblo cercano a Osorno, donde vivió mi familia. Es una localidad que hasta hoy tiene muy pocos habitantes. Allí no ha cambiado nada en cincuenta años. Este imaginario fue alimentado a través del relato oral y ficcionalizado, rescrito. Fue un proceso largo, de cuestionamiento intenso sobre lo que entendía por poesía y mucha lectura. Me Me di cuenta que los vínculos familiares aunaban de alguna forma lo que había escrito, y que también había una voz o un modo de enfrentarme al texto. En el camino fueron apareciendo otros temas y creo que por esa razón el libro es bastante híbrido.

-magnolios parece ser un libro del cambio, enfrentando el presente con la memoria abierta. ¿Hay una intención de reconstruir la memoria buscando lo actual en tus poemas?

-Me interesaba generar un diálogo con la memoria pero desde el presente, por eso casi todos los textos se sitúan en ese tiempo. Hace poco leí Desarticulaciones, de Sylvia Molloy, que es sobre una mujer que va a visitar a una amiga que tiene alzhéimer y me hizo mucho sentido cómo va desarmando la memoria, qué dejamos que se quede.

Aparte de esta memoria en constante reutilización, el texto parece ofrecer una trama. Hay una familia en disolución, eventos que evidencian el desplazamiento e imágenes relacionadas a los efectos del fuego. ¿Qué es lo que tiene la poesía que no te ofrecía la narrativa para contar esto?  

-Nunca me ha agradado la división tajante entre poesía y narrativa, creo que los géneros cada vez más se superponen, así como también las artes son hoy en día mucho más interdisciplinarias. Queda en evidencia en exposiciones como Cuídese mucho, de Sophie Calle, en la que se interviene una carta de amor hasta el infinito, desde todo tipo de oficios. Creo que fue natural pensar magnolios desde la poesía para contar un secreto, que es la idea inicial que me inspiró. También para evidenciar rupturas familiares a modo de fragmento. La poesía tiene una intensidad que no encuentro en otro lugar.

-La idea de relato familiar es un tema recurrente en la literatura, ¿como te interesaba explorarlo?

-Es un tema recurrente como podría serlo el viaje, el amor, la muerte y otro tipo de tópicos. Contemporáneamente hay un interés por los quiebres familiares. Creo que siempre se trabaja con temas universales en literatura y otras artes, luego eso se va bajando a una estética, un estilo, y se va permeando por la propia subjetividad. Pensando en eso, al momento de escribir algunos de los poemas de magnolios, me enfoqué principalmente en un trabajo con las imágenes y el sonido. Al no usar signos de puntuación tuve que tener especial atención con el ritmo y para eso la lectura en voz alta es clave. Me interesaba que fuera un relato fragmentario, que diera luces, que sugiriera, que fuera una hablante reflexiva. En el estilo me interesaba un enrarecimiento del lenguaje, pero al mismo tiempo una naturalidad y fluidez.

-Hay temas contingentes, como cuestionar la maternidad, lo que permite inferir que tras los poemas hay una hablante que tiene un posición. ¿Cómo abordas estos temas que tienen una carga ideológica obvia?

-Yo espero que mi escritura no sea obvia, en el sentido de que no me interesa hacer un panfleto o convencer a alguien de mis ideas. Me interesa trabajar una propuesta, una estética, un imaginario o una sensibilidad. Esto es muy importante, porque tiene que ver con la libertad de escribir, no estar obligada a hacerlo desde una ética particular, que a veces pareciera que se le exige a la mujer como si hubiese que hacerse cargo de ciertas militancias, algo que a los escritores nunca se les exigió. La maternidad como tema creo que surgió porque es una inquietud mía, que inevitablemente apareció en el libro. Cuando leí Contra los hijos de Lina Meruane, por ejemplo, me imaginé en un montón de situaciones que me permitieron complejizar mi idea sobre esto. El feminismo también es algo en lo que puedo inscribirme como autora en un ensayo, pero que no diría en un poema como una declaración de principios.

-En el canon occidental hay una larga historia de poetas y escritoras invisibilizadas. Se te ve en varias lecturas, donde las mesas son principalmente de mujeres. ¿Cómo han repercutido los temas de género en un ambiente literario que es principalmente masculino?

-Recién estos últimos años se ha intentado hacer justicia con el canon literario reconociendo a escritoras que fueron sistemáticamente invisibilizadas, pero eso ha sido en gran parte trabajo de las mismas autoras. Afortunadamente mi generación tiene hoy otras oportunidades y tenemos más visibilidad en el campo cultural, pero aún falta muchísimo. Nunca me ha gustado esa separación que se hace entre literatura de mujeres y el resto de la literatura. Corre el riesgo de ser reduccionista. Sí me parecen importantes los espacios de reflexión y fortalecimiento entre mujeres que escriben y debería haber más instancias, talleres, festivales, etcétera. Pero en lo público creo que tenemos que estar las mujeres en “todo tipo de mesas” y eso significa todo tipo de discusiones, todo tipo de cargos, todo tipo de poderes. En el ambiente literario hubo un remezón a partir de las primeras denuncias contra escritores por acoso o abuso. Aún hay prácticas machistas en literatura y sigue siendo más difícil escribir siendo mujer, por los roles sociales que se imponen, e incluso, a nivel práctico, en cosas cotidianas como la distribución de fondos y becas.

-Por último, ¿son importantes los talleres de poesía, o espacios donde se pueda dialogar y leer a otras personas? ¿tienes alguno que recomendar?

-Sí, creo que son importantes para generar confianza en los propios textos y al mismo tiempo tener una mirada crítica, entender que hay una historia de autores y referencias.Te enfrenta con lo que otras personas con inquietudes similares están haciendo. Además ayuda a tener una rutina de escritura.Yo estuve un tiempo en el taller de Carlos Cardani y lo recomiendo, es un grupo muy bonito de gente y se trabaja de forma bastante horizontal. Personalmente me han sido útiles todas las instancias de conversación y discusión de textos.  Ahora estoy en un momento en el que me quiero enfocar en escribir, para más adelante compartir y revisar. Solo participo del taller Frank Ocean, un espacio para revisar traducciones y proyectos entre un grupo de amigos, que me ha servido para conocer poetas extranjeros y para reflexionar en torno a la traducción.