Samia Bomfim, diputada brasileña: "Marielle Franco es un símbolo de la identidad democrática que devela el cuasi narco Estado actual"
Feminista, alegre y rebelde, son los adjetivos que le acomodan a Samia Bomfim, la joven diputada federal de Sao Paulo, quien con solo 29 años irrumpió en las últimas elecciones con más de 250 mil votos, posicionándose como una de las diputadas más votadas de la oposición a Jair Bolsonaro.
Desde el municipio rural “Presidente Prudente”, emigró a estudiar Letras a la Universidad de Sao Paulo, convirtiéndose en activa militante del movimiento estudiantil y de la primavera feminista. Frente a la prohibición del uso de la píldora del día después, no dudó en apuntar sus dardos hacia el presidente de la Cámara de Diputados, tildándolo de misógino y encabezando las movilizaciones por derechos sexuales y reproductivos, cuestión que la empujó a ocupar un sillón en la Concejalía mediante una “pequeña y modesta” campaña.
El 2011 fichó por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) y hoy se ha convertido en uno de los rostros más visibles de la corriente Izquierda Socialista, en abierta disputa con sectores “más tradicionales” dentro de su propio partido. Así es Samia, una militante que, mientras hace campaña para desmentir la Reforma Previsional de Bolsonaro y los éxitos de las AFP en Chile, no tiene problemas en condenar sin tapujos la corrupción al interior del partido de Lula, quien ya cumple un año en prisión.
-Después de casi dos décadas de hegemonía del PT, finalmente Bolsonaro tumba el tablero político, se hace del gobierno y le da viabilidad a una ultra derecha que en Brasil parecía imposible de prosperar. ¿Cómo se lo explica la izquierda?
-Bolsonaro inicialmente no tenía posibilidad de ganar las elecciones. Su fuerza tenía correspondencia en sectores minoritarios, muy racistas, quienes detestaban la lucha feminista y LGBT. Pero fue ganando fuerza a medida que el rechazo al PT iba creciendo. Bolsonaro abrazó ese sentimiento y se posicionó a él mismo como el candidato con más posibilidades, porque se colocaba como un outsider de la política. No tenía relación con ningún político, un diputado apartado de las fuerzas tradicionales, que fue ganando apoyo financiero durante las mismas elecciones. Lo apoyó el agronegocio, las iglesias evangélicas y el mercado financiero, que son quienes quieren hacer la reforma previsional, copiando las AFP de Pinochet. Imagina todo esto sobre una campaña muy fuerte de Fake News, con mucho dinero para crear contra información, muchas mentiras y posverdades.
-¿Qué tan vitales fueron las Fake News para la ultra derecha?
-Les resulta indispensable para ellos como proyecto político. Construyen redes de soldados que disputan la verdad, contra informando, inventan mentiras, calumnian a políticos. Hoy él gobierna por twitter. Da una línea e inmediatamente la militancia virtual y los bots actúan para desplegar esa información. Fíjate que inventaron que Haddad quería impulsar una “mamadera erótica” en las escuelas. Es ilustrativo del poder de la mentira, porque muchas personas lo creyeron.
-Podríamos decir que es un outsider, pero estando en el gobierno es capaz de articular al menos a tres sectores; el pragmatismo militar, el fundamentalismo religioso y las fuerzas tradicionales. ¿Necesidad coyuntural o unidad estratégica?
-Puro oportunismo. Pese a tener intereses económicos parecidos, son sectores diferentes. La derecha tradicional brasilera no tenía una identidad ideológica tan fuerte, pero durante el proceso electoral, de negación al petismo y a la izquierda, algunos profundizaron su fundamentalismo ideológico, de moral anti mujeres, anti LGBT. De todas formas, sí que hay sectores de derecha que se incomodan con Bolsonaro porque es muy autoritario.
.Ahora, convengamos que para explicar la victoria de Bolsonaro, también hay que explicarse las condiciones que permitieron que la gente lo premiara con la presidencia. Y allí al menos cabe una autocrítica a los gobiernos del Partido de los Trabajadores y a la izquierda en general.
-El petismo se confundió con los partidos del orden, actuaron como administradores del Estado capitalista y no como un partido de organización de las luchas, los movimientos y trabajadores. Si abrimos su programa, defendían banderas históricas como la reforma agraria, pero fueron los que menos hicieron reformas agrarias en la historia de Brasil. Abrieron sus alianzas con fundamentalistas, incluso con Bolsonaro, que era diputado del Partido Popular, base de votación del gobierno del PT.
-¿Gobernaban con partidos de derecha?
-Sí. Partidos fundamentalistas, machistas, estaban a la base del gobierno del PT y estaban también en sus ministerios. Para la sociedad brasilera entonces son todos parte de una misma cosa, de un mismo gobierno.
-Pero los números confirman que los gobiernos de Lula y Dilma sacaron a millones de la pobreza más dura.
-Al inicio de los años del gobierno del PT, Brasil creció económicamente y se apostó a una política de cesión de crédito, de renta inmediata, pero no de Derechos. Cuando la crisis económica llegó a Brasil, las personas perdieron poder de consumo, y no tenían derecho alguno asegurado. Sin dinero y sin derecho, eso generó una crisis gigantesca y una indignación popular, al mismo tiempo que se descubrieron escándalos de corrupción del PT, como compra de votos en el congreso, financiamiento ilegal de contratistas, frigoríficos. Esto confundió la diferencia entre el PT y los partidos del orden, hubo un retroceso en la conciencia y un debate moral muy fuerte. Si la corrupción se identificaba en un partido de izquierda, ¿quién entiende?
-¿Es Lula corrupto?
-Probablemente. Lula fue preso cuando estaba en primer lugar de cara a las elecciones, y cualquier candidato que compitiese contra él perdería. Pese a toda la corrupción, él estaba por sobre ello. La operación Lava Jato en ese momento se miraba con mucho entusiasmo, porque empezó a descubrir relaciones entre poder económico y políticos, que tocó a ex presidentes, políticos de Rio de Janeiro, gente que hoy está presa. Y tenías varios corruptos de candidatos a presidente, pero solo a Lula se le otorgó prisión. Su proceso fue mucho más rápido que cualquier otro juzgamiento. Tenía indicios parecidos a otros agentes políticos, pero solo él está preso.
-Volvamos a Bolsonaro. En los carnavales y en las calles de Sao Paulo se percibe un rechazo cultural a su figura. Sin ánimos de generalizar, porque es un país gigante, habría una brecha entre ese sentimiento y los resultados electorales, pese a la última baja en su aprobación.
-Existe una polarización radical. Un sector amplio de la sociedad cuestiona la moral burguesa y propone otra moral de comportamiento para mujeres, que acepta las libertades democráticas e individuales, que quiere discutir sobre la relación entre la esclavitud, el racismo y la población negra. Mientras hay otro sector que se incomoda con este debate. De esto hablan hoy los medios, el periódico, con figuras públicas que lo reflejan. Y no es solo un debate, existen cambios concretos, entre los más jóvenes, entre niñas que son feministas y ocupan escuelas, que salen a las calles y pelean con sus familiares por esto. Fue esa polarización la que se apoderó de las elecciones. Imagina que en la segunda vuelta la discusión de genero fue el principal tema. La manifestación más fuerte contra Bolsonaro fue de mujeres, llamada “¡él no!”, que fue la mayor manifestación feminista de la historia del país.
-Se siente la pluralidad de fuerzas que se movilizan contra el discurso ultra conservador, pero coincides con Naomi Klein en que “no basta decir que no”, cuando lo que existe es un vacío de proyecto político frente a una derecha que se rearticula desde el fundamentalismo. ¿Hay estrategia frente al nuevo cuadro?
-Existe mucha fuerza social en Brasil, que se mantiene dispersa para proponer un programa alternativo al de Bolsonaro. Proponen un nuevo modelo de educación, otro programa económico con una nueva matriz tributaria, reforma agraria, otras relaciones de sociedad. Esos movimientos precisan estar conectados. La elección de Bolsonaro es una oportunidad para ayudar en esa unidad, y la verdad es que ha ido aconteciendo. Existe una conexión entre aquellas que lucharon contra la dictadura con las mujeres más jóvenes. El movimiento sindical histórico, que, a propósito de la contra reforma previsional, se conecta con el movimiento negro, para hacer frente a una desigualdad racista. Es un buen momento para construir unidad social en torno ideas que son precisamente las contradictorias a Bolsonaro. Y resulta que el movimiento feminista es la vanguardia, con muchas lideresas que fueron electas y que están en condiciones de proyectar la lucha en los barrios, en las familias, en las sedes sociales, defendiendo otro modelo global.
-En este proceso de rearticulación, ¿cuál es el significado de Marielle Franco?
-Es el mayor símbolo de la lucha democrática en Brasil. Ella tenía muchos aspectos que unifican a los sectores más dinámicos; mujer, negra, de favela, LGBT, y socialista. Todos esos sectores cuando supieron del asesinato se sintieron convocados a la lucha. Pensaron que si mataron a Marielle, también me quieren matar a mí. Este crimen explica mucho el drama de la seguridad pública en Rio de Janeiro, porque fueron los paramilitares. Tenemos gobernadores, senadores, diputados y al mismo presidente Bolsonaro, que tienen relaciones políticas con estos paramilitares. Entonces Marielle es un símbolo de la identidad democrática brasilera que devela el cuasi narco Estado que existe acá. Y la lucha cultural en torno a esto es muy fuerte también; murales, poleras, tatuajes. Es una especie de Frida o Che Guevara en estos tiempos, un símbolo más transversal de lo que uno podría imaginar.
-Pareciera que hoy son las banderas del feminismo el principal dique de contención.
-Con certeza, sí. Desde las elecciones, fueron las mujeres las que consiguieron hacer que exista una segunda vuelta. Las mujeres jóvenes votaron contra Bolsonaro y permitieron que hubiera segunda vuelta.
-Para terminar, el Presidente Piñera invitó a Bolsonaro a un almuerzo de bienvenida, en el marco del lanzamiento del Foro para el Progreso (PROSUR), junto a representantes del parlamento chileno. Pero hubo unidad en la oposición chilena para rechazar esa invitación.
-Corresponde, porque Bolsonaro representa un retroceso democrático. Tienen similitudes con José Antonio Kast en Chile, también tiene otros similares en EEUU, Hungría, Turquía. En América Latina representa el peligro de la emergencia de un extremismo, por lo que necesitamos fortalecer nuestras alternativas y no dejar que el actual vacío político sea ocupado por la derecha.
-¿Y qué hacemos con PROSUR?
-Claramente un proyecto político peligroso que precisa ser derrotado.