Los desafíos electorales de la izquierda en Uruguay y Portugal, sus más emblemáticos bastiones
En octubre, portugueses y uruguayos vivirán comicios clave para sus países y quizás para el progresismo en el mundo. Por mucho que ambos gobiernos sean muy bien evaluados interna e internacionalmente, tendrán el desafío de mostrar que esos resultados son lo suficientemente fuertes como para contener las posibles influencias de la ola conservadora que se ha instalado en los países vecinos, y garantizar su reelección.
Aunque los dos casos presentan características distintas, también hay similitudes. La más grande está en las encuestas, que apuntan a que tanto el Frente Amplio en Uruguay; como las coaliciones que conforman la “Geringonça”, en Portugal, cuentan con un pequeño favoritismo. Aunque, aún no consolidan una ventaja que pueda generar cierta tranquilidad en la disputa.
En este análisis, conoceremos las perspectivas electorales de los dos países, quiénes son los protagonistas de las disputas, los que cargan con la responsabilidad de defender el oficialismo, y cuáles son las figuras y factores capaces de determinar el triunfo o fracaso.
El Frente Amplio uruguayo y el desafío de la renovación
No son pocos los proyectos políticos que logran mantenerse por dos décadas en el poder. Lo intentará este año el Frente Amplio de Uruguay, que prepara la estrategia para las elecciones, que se realizarán el 30 de junio (primarias), 27 de octubre (primera vuelta) y 24 de noviembre (segunda vuelta, si necesario).
En esta oportunidad, el frenteamplismo va por su cuarto mandato consecutivo, luego de 15 años en los tres primeros, dos de ellos con Tabaré Vásquez (2006-2010 y 2016-2020) y uno con Pepe Mujica (2011-2015).
Pero la victoria dependerá de la capacidad de la coalición de cumplir con dos duras tareas. Una de ellas es llegar al poder no con uno de sus líderes históricos, sino que con alguno de los que vienen tratando de generar el difícil recambio interno.
Los dos ex presidentes ya de avanzada edad (Vázquez tiene 79 años y Mujica 83 años) dan lugar a un cuarteto de caras no tan nuevas, pero que se prueban por primera vez a nivel nacional. Se trata de los dos candidatos favoritos en las primarias frenteamplistas: Daniel Martínez y Carolina Cosse.
Primero en casi todas las encuestas sobre la disputa interna en la coalición, Daniel Martínez tiene a su favor el bien evaluado trabajo como intendente de Montevideo, entre 2015 y 2019. Dejó el cargo hace un par de semanas para dedicarse a su precandidatura como representante del Partido Socialista, tratando repetir la trayectoria de Tabaré Vázquez, el primer socialista en llegar a la presidencia del país luego de gobernar en la capital.
Según la académica uruguaya Nastasia Barceló, licenciada en Relaciones Internacionales por la brasileña Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (UNILA), y doctorada en el Programa Latinoamericano de Postgrado de la Universidad de São Paulo (PROLAM-USP), “Martínez es el que cuenta por ahora con un mayor respaldo dentro del Frente, aunque eso podría cambiar con el reciente apoyo entregado por el MPP a la candidatura de Carolina Cosse, que la llevó a posicionarse como principal amenaza a su liderazgo dentro de la coalición”.
Barceló se refiere al Movimiento de Participación Popular (MPP), la agrupación política que es más conocida en el país por reunir a los ex guerrilleros del antiguo Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (MLN-T), pero que por primera vez lanza a las primarias una precandidata sin un pasado en los tupamaros, aunque sí en el gobierno del ex tupamaro Pepe Mujica. Carolina Cosse se hizo figura nacional como presidenta de la Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Antel) durante el gobierno anterior. Cuando Vázquez regresó al poder la nombró ministra de Industria, Energía y Minería, cargo que ocupó hasta enero de este año.
Las encuestas apuntan a que el Frente Amplio elegirá a uno de los dos como su abanderado, aunque todavía sin certezas en la disputa entre ellos. La serie realizada por la consultora Radar muestra que en agosto de 2018 Martínez tenía 54% de intenciones, mientras que Cosse (que todavía era sólo una especulación) marcaba 19%. Pero el sondeo publicado en marzo trae una diferencia de solamente 6 puntos: Martínez con 39% y Cosse con 33%. Hasta junio todo puede cambiar, incluso si se baja alguno de los otros precandidatos (el sindicalista Óscar Andrade y el economista Mario Bergara) para reforzar a uno de los dos favoritos.
[caption id="attachment_281100" align="alignnone" width="1880"] Tabaré Vázquez, presidente de Uruguay.[/caption]
Sin embargo, la académica Nastasia Barceló destaca el caso de Óscar Andrade, el más joven de los precandidatos, apoyado por el Partido Comunista y que aparece tercero en las encuestas (con 15%). Andrade es obrero de la construcción y líder del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca). Según Barceló, su precandidatura “ha significado un reacercamiento de la coalición con los movimientos sociales y sindicales, una reconexión con las luchas populares y con la realidad de los trabajadores, sobre todo en estos tiempos en que los éxitos sociales alcanzados en los primeros años se van haciendo insuficientes y se necesitan ideas para profundizar el combate a las desigualdades”.
Aunque tiene pocas chances de ganar la primaria, Andrade sería el nombre que más responde a uno de los puntos débiles del Frente Amplio: el desgaste natural tras 15 años en el poder.
La académica también recuerda que la tradición frenteamplista es componer la fórmula electoral siempre con los dos más votados en las primarias, por lo que aunque Cosse sea segunda y salga como candidata a la vicepresidencia sería la primera vez que la coalición progresista presenta a una mujer a uno de estos cargos.
Pese a la ventaja inicial, en simulaciones de ballotage, tanto Martínez como Cosse superan a los posibles adversarios derechistas con no más de 7 puntos, y en algunos casos llegaría a solo 2 puntos. Eso recuerda la segunda tarea que tendrá el Frente Amplio en estos comicios: evitar que la ola de derecha en Sudamérica llegue al país, y en ese sentido hay dos situaciones muy diferentes a que deberán enfrentar.
Por su particular posición geográfica, Uruguay recibe influencia de sus dos vecinos: Argentina y Brasil. Actualmente, estos dos países son gobernados por la derecha, pero enfrentan realidades distintas: mientras Bolsonaro mantiene cierto apoyo popular, en la Argentina de Macri la derecha tiene el país bajo un caos económico y social cada día más comparable con el de 2001.
Por lo mismo, las fuerzas conservadoras tratan de adherir más a la derecha brasileña que a la argentina, incluso el Partido Nacional, que defiende los dogmas neoliberales con un discurso renovado y que no solía apelar a la agresividad característica del bolsonarismo.
Esa agresividad la ha agregado Juan Sartori, un joven de 38 años que se ha convertido en un poderoso empresario que, pese a tener un perfil más parecido al del argentino Mauricio Macri, presenta una campaña que emula ciertos aspectos de la que logró llevar el militar brasileño al Palacio del Planalto. Su despliegue en redes sociales, por ejemplo, lo ha llevado desde ser una figura sin ninguna historia en la política uruguaya, a convertirse en el tercer nombre de la actual disputa interna de su partido, con 16%, empatado técnicamente con un histórico, como el senador Jorge Larrañaga, quien tiene 22%.
El gran favorito del Partido Nacional para las primarias de junio es el senador Luis Lacalle Pou, hijo del ex presidente Luis Alberto Lacalle (1991-1995) y presidenciable derrotado en el ballotage de 2014 por Tabaré Vázquez. Lacalle Pou marca 43% de las intenciones de voto para las primarias, pero refleja una contradictoria opción de renovación, porque pese a su juventud (tiene 45 años) también significa la mantención de la hegemonía de su familia tanto en su partido como en la derecha uruguaya.
“Lacalle Pou está trabajando para ser el candidato nuevamente desde que perdió en 2014, por eso tiene tanta ventaja interna y puede ser el más peligroso candidato de la derecha. Su desafío será probar que puede reunir todo el rechazo al Frente Amplio alrededor de su candidatura”, dice Nastasia Barceló.
Por su parte, el Partido Colorado trata de recuperar algo de protagonismo, después de tres campañas desastrosas en este siglo: de 2004 hasta acá, sus presidenciables no han logrado superar el 17%, lo que también se ha reflejado en candidaturas cada vez más mediocres en las legislativas. Según Barceló, “el diagnóstico es que el partido perdió la imagen de una derecha con más sensibilidad social, como ellos ven a batllismo (tendencia surgida del histórico presidente Jorge Batlle y Ordoñez, que tuvo dos periodos como presidente en los primeros años del Siglo XX)”.
Para recuperar esa chispa, la apuesta parece ser la antigua: Julio María Sanguinetti, un político de 83 años con dos mandatos (1986-1990 y 1996-2000) y que cuenta con 51% en las encuestas internas, contra 40% del economista Ernesto Talvi.
Aunque las disputas en Uruguay suelen ser entre esas tres fuerzas, esta vez podría aparecerá un cuarto candidato. El ex comandante militar, Guido Manini Ríos, ha sido recientemente cesado de sus funciones por el presidente Vázquez, luego de una serie de insubordinaciones que hicieron polémica, sobre todo al criticar reiteradas veces las decisiones judiciales sobre violaciones a los DD.HH. Muy amigo de Jair Bolsonaro, quien lo ha invitado especialmente a la ceremonia de su asunción, Manini ha tratado de impulsar su propio referente político, un pequeño partido llamado Cabildo Abierto, pero todavía no hay certeza de si logrará inscribir su candidatura, aunque está trabajando abiertamente para eso.
Portugal trata de mantener funcionando a la “geringonça”
Del otro lado del Atlántico también hay un gobierno progresista cuyo éxito en los índices sociales es evidente, pero que enfrentará el reto de la revalidación por primera vez.
En Portugal, el primer ministro socialista, António Costa, llegó al poder pese a que su partido no tuvo la primera mayoría en las Legislativas de 2015, gracias a un acuerdo con el Partido Comunista, el Partido Verde y sobre todo por el Bloque de Izquierda, con quienes formó gobierno impidiendo que la coalición derechista Portugal Adelante, lo hiciera.
Este año, el escenario parece ser más animado para el Partido Socialista, que es el favorito de las encuestas para quedarse con la primera mayoría. Los sondeos más recientes varían entre 35% y 40%. Mantener esa diferencia hasta el 6 de octubre, cuando se realiza la votación, significaría a los de Costa una opción mucho mejor para formar gobierno que hace cinco años. Aunque aquello tampoco les asegura el triunfo.
Para entender lo anterior hay que recordar que el acuerdo de 2015 rompió una tradición en el país, en la que los partidos siempre terminaban dando a la opción que tuvo la primera mayoría el apoyo para conformar el gobierno y generar la estabilidad política necesaria, aunque esa se debilitara después. La alianza ganadora en las urnas fue Portugal Adelante, con 38,5%, mientras que el PS tuvo 32,3%. El posterior apoyo del Bloque de Izquierda y de la Coalición Democrática Unitaria (Partido Comunista y Partido Verde), entregó el 18,4% para superar a la derecha.
[caption id="attachment_126021" align="alignnone" width="640"] Antonio Costa, primer ministro de Portugal.[/caption]
Sin embargo, el apoyo fue solamente para impedir que la derecha tomara el poder, sin crear compromisos políticos. Es decir, los aliados de última hora no recibieron cargos en la administración socialista y tampoco aseguran los apoyos legislativos necesarios. Esa inusual situación es llamada por la prensa local como “geringonça” (palabra portuguesa para referirse a una máquina hecha improvisadamente, pero que funciona aunque parezca torpe y errática).
Eso explica algunas pequeñas contradicciones. Por ejemplo, en una encuesta de la consultora Aximage, 53,8% de los entrevistados dicen querer que António Costa sea elegido primer ministro nuevamente. Sin embargo, en el ranking organizado a partir de la misma encuesta, con notas dadas por los entrevistados variando de 0 a 20, el mandatario queda con un promedio de 9,2. De hecho, ni siquiera es el mejor evaluado de la izquierda, quedando detrás de la referente del Bloque de Izquierda, Catarina Martins, quien presenta una nota promedio de 9,4 (la que más se aproxima a 10 entre los aspirantes al poder). Mientras tanto, el líder comunista, Jerónimo de Sousa, quedó con un promedio de 8,2.
El académico portugués, José Manuel Pureza, quien también es diputado del Bloque de Izquierda y vicepresidente de la Asamblea de la República, afirma que hay situaciones que tendrán que ser repensadas para que se pueda producir una nueva alianza: “el gobierno ha cumplido el acuerdo que hizo a la izquierda, haciendo cosas que no estaban en su programa original en 2015, pero cosa distinta es pensar que eso resuelve todos los problemas del país y hay que recordar que también se aliaron a la derecha en medidas como la solución a los problemas del sistema bancario”.
La duda que queda es si la “geringonça” podrá reproducirse nuevamente en octubre. Dependerá de las aspiraciones del Bloque (que como partido tiene 9,2% de las intenciones de voto) y de la coalición entre el Partido Comunista y el Partido Verde (que marca 6,8%, siempre considerando la encuesta Aximage). Sobre aquello, Pureza dice que “en estos años, me parece que la gente ha entendido dos cosas. Una de ellas es que pese a sus limitaciones, las soluciones políticas han logrado frenar el empobrecimiento generado por los gobiernos de derecha aliados a la troika. Lo otro es que el Partido Socialista jamás habría ejecutado medidas como el combate a la precariedad del sueldo mínimo si no estuviera condicionado por los partidos a su izquierda”.
Si el Bloque de Izquierda y la alianza entre Comunistas y Verdes mantienen el mismo nivel de apoyo actual, y los socialistas hacen lo mismo (teniendo 36,3% en este último sondeo Aximage), una nueva “geringonça” mantendrá la izquierda en el poder. Aunque Pureza recuerda que “los votos de cada partido dependen de la confianza que merece cada programa. El nuestro no es igual al del Partido Socialista, y la solución para formar el gobierno dependerá de la relación de fuerzas que se genere en ese entonces, como fue en 2015”.
La derecha, a su vez, enfrentará estos comicios dividida. La disolución de la coalición Portugal Adelante hace que los dos partidos tradicionales compitan en separado, y quien ha sacado más provecho de eso es el Partido Social Demócrata (PSD). En la encuesta Aximage, el partido muestra 24% de respaldo, mientras que su referente, el economista Rui Rio, tiene nota promedio 7,9 en el ranking de los líderes partidistas (el mismo citado anteriormente, en que la gente evalúa al político con una nota entre 0 y 20). Sobre su perspectiva electoral, el sondeo arroja que solamente 27,7% dicen preferirlo a Rio como nuevo primer ministro, casi la mitad de las preferencias del actual mandatario.
No habrá muchas chances que le permitan ilusionarse con una remontada de aquí hasta octubre, pero la mejor de ellas sin dudas es la elección para el Parlamento Europeo, a mediados de mayo, cuando Portugal elegirá sus 21 eurodiputados. Una posible ventaja en estos comicios comunitarios podría generar un clima suficiente para revertir un escenario que hoy es favorable a la izquierda.
El otro conglomerado tradicional de la derecha portuguesa es el Centro Democrático Social - Partido Popular (CDS-PP), que tiene 9,7% y es liderado por la jurista Assunção Cristas, cuya nota promedio en el ranking de Aximage es el mismo 7,9 de Rui Rio.
Hay también una fuerza de extrema derecha, agrupada en el partido Chega (“Basta”), que trata de reproducir en el país el suceso del Vox, en Andalucía. El profesor Pureza no ignora esa amenaza, pero le ve con menos fuerza que en otros países y sin chances reales de vencer: “la extrema derecha ha crecido en todo el mundo, y Portugal no está inmune. Creo que esto, por ahora, está contenido por una izquierda socialmente bien plantada y con un programa popular que ha sabido responder a las necesidades de las personas. La derecha seguirá teniendo el voto de los que creen que los modelos de ajuste son lo mejor para el país, pero estoy convencido de que son una minoría cada vez más reducida”.