8M: Más que una ilusión sobre la igualdad
Es cierto que han existido ciertas conquistas con respecto a la reivindicación de la mujer en el espacio público y privado a través de la vía institucional. El hecho que desde el 2017 el Estado de Chile decretara el no criminalizar a una mujer por esgrimir la legítima autodeterminación de su cuerpa al abortar –declarado ilegal por Pinochet en 1989- es una pequeña pero histórica victoria para el feminismo, aun cuando solo sea por medio de tres causales
La perpetuidad de una educación sexista que nos enajena del juego y el territorio por medio de la docencia y la infraestructura, replicando el esencialismo de género y la doctrina de la femineidad, es evidencia de que la lucha por la igualdad es real, existe hasta hoy y apremia su propia trinchera. Eso sin detenernos en las brechas salariales, las diferencias en los planes de salud y la ausencia de una ley de violencia de género que resguarde a las compañeras más allá de sus relaciones de convivencia, cuando casos como los de Carolina Torres quedan limpios de violencia patriarcal.
Pero no nos equivoquemos, el feminismo que persigue la equidad en relación al hombre y bajo la lógica de la masculinidad; es tremendamente exiguo ante la lucha por la recuperación y reconocimiento de nuestra historia de resistencia. Es nuestra responsabilidad el no conformarnos con la obtención de derechos en la búsqueda de nuestra libertad.
Debemos ser conscientes de que la lucha feminista en el marco institucional está sujeto a un sinfín de condicionantes legales, administrativas e ideológicas, que tributan más a reacomodar nuestras demandas bajo las mismas estructuras del patriarcado, que a cedernos un ápice de las cuotas de poder y espacios de creatividad.
Tengamos claro que si nos sentamos a negociar, negociamos en condiciones de desigualdad y negociamos con quienes persiguen objetivos absolutamente contrarios a los principios feministas por los cuales se crearon estos espacios de diálogo. De eso sabe el MINSAL y la propia ministra Plá.
En palabras de Margarita Pisano, los lugares históricos que abre la masculinidad a la mujer; nunca son inocentes: la ilusión de la igualdad es funcional. Por este motivo es que la rebeldía y el espíritu contestatario ante el androcentrismo hegemónico no debe quedar solo en el convenio permanente con el régimen del hombre.
Dejemos que el feminismo nos dote de autonomía y diferencia, de espacios de creación y reflexión. Utilicemos esta víspera del 8 de marzo para encontrarnos a re-significar nuestra identidad usurpada, para reconciliarnos las unas a las otras por los motivos que el hombre nos quería separadas. Derribemos las premisas que insisten en que somos un mito y salgamos a incomodar al patriarcado como las actoras peligrosamente transformadoras que somos.
No tengamos tapujos en vociferar nuestro resentimiento ante la histórica relación de poderes donde lo biológico, lo social, lo económico y lo cultural han tomado lugar en la constatación de que nuestra posición; carece de poder y movilidad.