Vendedores ambulantes, pequeños comerciantes y la izquierda
En la lucha contra los monopolios y oligopolios empresariales, la izquierda tiene dos aliados a los cuales no ha sabido llegar: los vendedores ambulantes y los pequeños comerciantes. Unos están siendo criminalizados y los otros han sido constantemente postergados por dicho sector ideológico. Y para peor, tiene a ambos aliados actuando mayoritariamente de manera individualista (sin organizarse conjuntamente) y peleados entre sí, notándose una ausencia de construcción de la necesaria conciencia de clase.
Mientras este acercamiento y esta construcción colectiva no ocurre, los vendedores ambulantes son perseguidos y reprimidos por las fuerzas de seguridad y orden por solo trabajar y comerciar para traer algo de dinero para sus casas. Y a pesar de que la izquierda (o más bien, cierto sector de ella) denuncia esta criminalización o el uso abusivo de la fuerza en su persecución, opciones y propuestas reales frente a esta problemática no da.
Al mismo tiempo, la izquierda tampoco logra amistarse con los pequeños comerciantes, quienes haciendo eco del discurso derechista, creen que las políticas de izquierda van en contra de ellos y no para buscar que los grandes empresarios contribuyan más al desarrollo del país. Y es que sucede lo mismo que con los vendedores ambulantes: la izquierda no ofrece propuestas concretas que faciliten su situación, y al mismo tiempo la ven apoyando a los vendedores ambulantes (con quienes mantienen cierta competencia).
Para entender y analizar la situación desde una perspectiva de izquierda y marxista, es necesario partir aclarando de que cuando hablamos de pequeños comerciantes, no estamos refiriendo a los pequeños burgueses a los que se refería Marx. Es decir, personas que a través del comercio sustentan su vida, pero que no tienen los suficientes ingresos para tener sus propios medios de producción ni para acumular riquezas (y por lo tanto, capital). Generalmente tampoco hay explotación del hombre por el hombre ni por lo tanto robo de la plusvalía, ya el dueño muchas veces es al mismo tiempo el trabajador.
En resumidas cuentas, la izquierda no comete una contradicción al intentar acercarse a un sector que, dada sus características y limitaciones, no es capitalista. Eso sí, un tema a considerar es que, según el marxismo, la pequeña burguesía tiende a apelar a convertirse en burguesía (es decir, ampliar y acumular los frutos de su producción de riquezas), y por lo tanto, normalmente también caer en las mismas prácticas anti-proletariado de los grandes empresarios.
Con los vendedores ambulantes la situación es más sencilla en cuanto a compatibilidad ideológica. Ni poseen propiedad territorial para realizar su trabajo (menos grandes medios de producción) y todo es fruto de su fuerza de trabajo o de la cooperación de varios en una situación de igualdad con un fin comercial y de conseguir ingresos básicos para vivir el día a día. Y normalmente no hay explotación del hombre por el hombre ni mucho menos acumulación de riquezas a costa de los trabajadores y la comunidad. Es decir, no hay contradicción con los principios marxistas y de izquierda.
Y sin olvidar de que si hay un sector oprimido por la clase capitalista y sus aliados, esos han sido los vendedores ambulantes. Esto desde tiempos inmemoriales, como cuando durante la época portaliana (ligada fuertemente al gran empresariado) les perseguían como criminales, dado a que eran una adversidad a los intereses de los grandes capitalistas y además iban contra la finalidad autoritaria de orden y “buenas costumbres” que en ese tiempo buscaban en dicho periodo influenciado por Diego Portales.
Por último, los vendedores ambulantes son muchas veces sectores marginados por la clase capitalista o hasta personas que voluntariamente no han querido someterse a los condiciones de explotación que hay en el mundo empresarial contra la gran mayoría de los trabajadores. Es decir, hablamos de personas que de algún modo u otro, son antagonistas en la lucha de clases al capitalismo.
El primer acuerdo que debe haber en la izquierda ante los vendedores ambulantes es que la solución no es criminalizar ni reprimir. Sino que lo que se debe es hacer regularizar. Y no como hace el alcalde de Santiago, que habla de “regularizar” y al mismo tiempo incita persecuciones policiales con resultados indignantes como hemos vistos en varios medios. No, debe haber una regularización real, sin letra pequeña que contenga la palabra “reprimir” o “criminalizar”.
De la venta ambulante solo nos debe importar dos cosas, y una principalmente: de dónde provienen los productos. Eso debe ser lo principal de cada regularización, que haya seguridad de que lo comerciado no es producto de algún ilícito (robo, hurto o explotación de personas, por ejemplo) ni que se haga pasar cierto objeto por otro (que ha pasado con las carnes, para dar un caso). En ese sentido, debe haber regularización en cuanto a seguridad pública y salubridad. Y ya con solo eso cumplido, estamos hablando de un vendedor ambulante que está listo para ser regularizado en su labor.
Lo segundo, y claramente no tan importante como lo primero, es: dónde comerciar. Ante ello es importante aclarar, que por nada del mundo se debe poner lo estético (como apela cierta derecha portaliana) por sobre la dignidad de vidas que luchan para traer comida a sus hogares. Lo que debe primar son las personas y sus derechos. Pero debe haber planificación, por razones turísticas (si es que queremos poseer mayores ingresos a través de dicha actividad) y de movilidad.
El trabajo del vendedor ambulante y la correcta urbanización como también movilidad dentro la ciudad, se pueden compatibilizar dando y aumentando los espacios de comercio ambulante en las veredas, paseos peatonales y otros espacios públicos de nuestra ciudad. Aplicándose esto último como política de Estado (y no como acciones puntuales de ciertos municipios), solucionamos una problemática fundamental de nuestras ciudades.
Y lo otro es promover su colectivización y una mayor organización. Ya existen en Chile casos, pero son muy puntuales, y más allá de la solidaridad en el aviso ante la llegada de la represión, no hay un trabajo colectivo mayor. En España por ejemplo, los vendedores ambulantes crearon una cooperativa (El Mercaillo), que les ha ayudado a reducir costos y evitar la represión estatal. También es momento de que se organicen mejor (que se confederen, por ejemplo) y ahí la izquierda puede jugar -dada su experiencia- un papel fundamental.
Pero faltarían los pequeños comerciantes, que ante tantas facilidades para los vendedores ambulantes que no pagan los impuestos que ellos sí pagan, se sentirán más postergados y sobrepasados.
Frente a este escenario, se debe optar por una postura que en la izquierda normalmente sonará como una locura, pero no lo es: beneficios tributarios y asesorías comerciales para pequeños comerciantes y pymes. Las suficientes para que crezcan y aseguren económicamente su situación. Ya que justamente unos de los que pueden o deben romper con los grandes monopolios y oligopolios empresariales, son los pequeños comerciantes.
Diversificando la economía y dándole la posibilidad a cualquier persona para que emprenda y por lo tanto, produzca y viva bien gracias al producto de su propia fuerza laboral o a través de una colectiva construida de manera ética y lo más horizontal posible (entrando hay otro sector que debe ser impulsado: las cooperativas), damos paso a una economía más socialista, y por lo tanto también, más justa.
Ahora bien, esta legislación en beneficio de los pequeños comerciantes, debe ir acompañada y condicionada con el cumplimiento de una legislación laboral que permita que sus trabajadores (en caso de que hayan) se vean igualmente beneficiados, atacándose toda explotación que pueda ocurrir. Es decir, se les dá diversas facilidades para retener más ingresos y crecer, pero ese crecimiento debe ser sustentable, de la mano con un trato justo y digno con todos los trabajadores del negocio. De ese modo, a través de incentivos se empieza a hacer una nueva cultura empresarial: una de nuevos empresarios que cuidan y le dan su debido trato a los trabajadores.
Es hora de plantearse propositiva y constructivamente ante la problemática de los vendedores ambulantes y de la postergación que se ha hecho ante los pequeños comerciantes. Una de las deudas de la izquierda hoy en el ámbito económico, es que más allá de los trabajadores, no tiene una propuesta ni llegada masiva y real con ningún otro sector de nuestra economía. Haciendo puentes y dando propuestas que les beneficien (en compatibilidad con los lineamientos ideológicos), la izquierda puede acercarse a quienes hoy también son oprimidos por las prácticas y políticas que favorecen los intereses del gran empresariado.