Ex ministro Campos y Punta Peuco / Campus de batalla y José Antonio Kast
Desde luego, el posible cierre del penal Punta Peuco marcó una pregunta persistente para el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet. Ella misma comprometió esa decisión después de una audiencia con una de las víctimas de la dictadura, Carmen Gloria Quintana (quemada de una forma inhumana e imprescriptible). Pero esa acción no iba a realizarse. Una decisión (a mi juicio) cruel fue cuando la misma presidenta dejó en suspenso ese fin a solo días y hasta horas del fin de su mandato. Digo cruel porque los derechos humanos no son un espectáculo ni menos el final de una teleserie, sino una latente herida social.
Pero aún así me parece necesario examinar el conflicto abierto por el ex ministro de Justicia Jaime Campos.
El ex ministro se internó en una zona que abre una pregunta sobre la ética. En suma su actitud remite a lo que se entiende por confianza ¿Será posible, en esta época neoliberal, signada por un yo que se desea protagonista y central en los espacios mediáticos, que la confianza sea todavía un requisito? Tengo que señalar que no me refiero a “secretos” sino a actos de confianza pactados en el interior de una relación laboral (pagada por el Estado) y cuya vulneración apunta a lo que se entiende por traición. Quiero decir, traicionar la confianza que se había depositado. Más aun, ¿es posible que este acto de traición a la confianza se use para alcanzar un espacio dirigente (la dirección de la Logia Masónica) apelando a esa precisa ruptura?
Un cargo de alto nivel (la masonería, por ejemplo), ¿precisaría de la confianza como eje o es precisamente ese quiebre, un valor que se agrega a la obtención del cargo para Campos? O, desde otra perspectiva: ¿a quién exactamente le habla una campaña para dirigir la masonería que se funda en la negativa a firmar el decreto de cierre de Punta Peuco?
Me pregunto si el ex ministro Campos y su batalla por el poder masónico (una vez que se terminó su tiempo político-gubernamental) habría realizado la misma operación mediática si se hubiese tratado de un presidente en vez de una presidenta de la República ¿O habría hecho lo mismo si la Nueva Mayoría hubiese conservado el poder presidencial?
Campus
Pero, en otro registro y desde otra perspectiva se podría ligar la actitud Campos con José Antonio Kast, que busca “ser” (algo) a partir de su insistencia en visitar espacios de universidades públicas evidentemente antagónicos a su discurso. No se puede pensar en que este permanente “candidato” busque generar adherentes en esos espacios, sino más bien pretende usar a las universidades públicas y las posiciones de los estudiantes como una mera puesta en escena para su (burdo) teatro mediático y su deseo de presencia en los escenarios políticos.
La presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (Feuc), Josefina Canales, fue clara cuando señaló que la presencia de José Antonio Kast en los espacios universitarios implicaba una forma de violencia. Desde luego se refería a una violencia simbólica, pero esa violencia es material, invasiva, hiriente, híper agresiva. No se trata de un intercambio de “ideas”, sino de una vulneración muy explícita a un espacio social marcado por una larga y costosa épica estudiantil.
Desde otra perspectiva, sin la menor duda existe un oscuro y traumático deseo de José Antonio Kast por ser insultado y castigado públicamente de manera incesante, quizás un goce perverso en su anhelo de daño impreso en el alarde fotográfico de un yeso innecesario. O la silla de ruedas como sueño paralelo. Pero hay que ceñirse a su conducta simbólicamente matonesca. Al uso y abuso de los espacios que no va a dar tregua alguna en este tiempo. Un tiempo en que se propuso ser todo lo que es. Y más.