El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuzczynski, tiene que decidir estos días si indultar o no al ex mandatario Alberto Fujimori, el dictador que dirigió el país entre 1990 y 2000 después de un autogolpe en 1992. Fujimori  fue condenado a 25 años por crímenes de lesa humanidad, de los cuales ha pasado 10 entre rejas.

La decisión ha monopolizado la política peruana porque sin el indulto del ex presidente, la presión y el chantaje del fujimorismo, que tiene mayoría absoluta en el Parlamento, no cesarán y ya han obligado a PKK a cambiar varias veces la composición de su gobierno.  Por la otra parte, si decide sacarlo de la cárcel, pondrá en juego su legitimidad entre el antifujimorismo, que lo llevó al poder por un escaso margen de votos.

Sin embargo, la realidad es que PPK dio su apoyo a la hija del autócrata Keiko Fujimori para las elecciones presidenciales de 2011. En 2016, la derrotó en segunda vuelta.

Tras la salida de la ministra de Justicia, Marisol Pérez Tello, que se oponía radicalmente al indulto –quien, por su cargo, tendría que firmarlo-, ahora la nueva primera ministra, Mercedes Aráoz, dijo que la decisión será del Presidente pero dejó entrever las intenciones del mandatario: “Ante cualquier persona con un estado de salud delicado no se puede aceptar la crueldad”. Eso, pese a las sospechas de que realmente Fujimori esté tan enfermo como dice.

La decisión Kuzczynski también está marcada por la pugna interna entre los hermanos Fujimori. Mientras el hijo del dictador, Kenji, presiona fuerte para sacar a su padre de la cárcel, su hija, Keiko, líder del partido y dos veces candidata derrotada, no parece tan interesada. Teme que a su salida, su progenitor le dispute el liderazgo del partido.

Cabe recordar que el autócrata peruano vive en una prisión con un espacio de 800 metros cuadrados exclusivos reservados para él, con zonas abiertas, y todas las comodidades posibles y recibe visitas ilimitadas a cualquier hora de sus congresistas.