Política y feminismo: ¿En qué consiste el proyecto feminista del Frente Amplio?
Uno de los rasgos distintivos del proyecto político del Frente Amplio es que es un proyecto de cambio que no puede entenderse sino es desde la mirada crítica desarrollada por el movimiento feminista. Y esto es así no sólo porque en términos formales nuestras orgánicas se declaren feministas, sino también porque es la reflexión feminista la que, en parte fundamental, dota de sentido transformador a nuestro proyecto.
Para nosotras, el feminismo no se reduce a ser un programa que describa con exhaustividad aquella sociedad que queremos construir; sino que es, ante todo, un posicionamiento crítico frente a la desigualdad, frente a la opresión y a la explotación. Visto así, el feminismo es un proyecto emancipador que amplía el campo de la disputa política. La amplía porque muestra injusticias que la izquierda partidaria clásica del siglo XX consideraba como problemas de segundo orden. El feminismo, en cambio, nos permite entender que el orden jerárquico que establece la supremacía de lo masculino frente a lo femenino opera imbricada y funcionalmente con la economía capitalista y la sociedad mercantilizada.
¿Cómo es que ello opera?
Para que alguna persona del grupo familiar pueda salir todas las mañanas a trabajar, para que el país pueda tener fuerza laboral día a día; un sector de la población debe realizar el trabajo doméstico (o bien, reproductivo). Trabajo que es condición de posibilidad para que exista un grupo de personas en la sociedad con disponibilidad y tiempo para poder trabajar, en virtud de que el trabajo doméstico consiste en asegurar la alimentación, el orden, la limpieza, la vestimenta, entre otras cosas. Este es un trabajo que mayoritariamente lo hacen las mujeres. Según la última Encuesta Nacional Sobre el Uso del Tiempo realizada por el INE, las mujeres que tienen entre 24 y 59 años le dedican 6,6 horas diarias al trabajo doméstico; en cambio, en promedio, los hombres sólo le dedican 3,2 horas diarias. Y al trabajo remunerado, en promedio, las mujeres le dedican 5 horas diarias, mientras que los hombres 6,5. En total, entre trabajo remunerado y no remunerado, la carga global de trabajo que asumen las mujeres alcanza a representar una jornada de 11, 6 horas diarias, lo que contrasta con las 9,7 horas de carga global de trabajo que realizan los hombres.
A esa situación se le agrega la circunstancia de que el ser humano es una especie que por largos períodos del ciclo de vida - infancia y vejez - requiere ser cuidado por otra persona. Los datos arrojan que en promedio en Chile hay 1,7 personas por familia que requieren ser cuidadas. El trabajo doméstico junto al trabajo de cuidado, que en porcentaje mayoritario realizan las mujeres, fuerzan a gran parte de la población femenina a buscar trabajos precarios y flexibles, para poder cumplir con las jornadas tanto del trabajo remunerado como las del trabajo doméstico y de cuidado. Consecuencia de esta desigual distribución no sólo de la carga global de trabajo, sino que también del acceso a la remuneración, es que las mujeres somos (a) las más pobres de la sociedad, y (b) las que menos disponemos de tiempo y de soberanía sobre el propio quehacer.
Así las cosas, desde el feminismo debemos impugnar que la economía en la sociedad funcione sobre los hombros de las mujeres, sobre la explotación del trabajo femenino. Creemos que el trabajo doméstico debe ser reconocido como tal, como trabajo; a pesar de que sea un trabajo que no se transe en el mercado. Puesto que el mercado funciona bajo el supuesto de que el trabajo doméstico está satisfecho en la invisibilidad de la esfera privada. Como comienzo, nos parece fundamental que este trabajo sea reconocido en el sistema previsional. Hoy tenemos un problema político y social de enorme gravedad, 3 de cada 4 de nuestras adultas mayores que reciben pensiones de alguna AFP, después de toda una vida dedicada al trabajo remunerado o no remunerado, están recibiendo pensiones que no superan los 75.000 pesos.
Esta estructura social que castiga lo femenino, debe ser desafiada y transformada por el movimiento feminista, que en el Frente Amplio hacemos propio. Para nosotras, el feminismo representa un gran campo de disputa que nos permite cambiar el paradigma individualista en el que cada cual es víctima de su propia suerte. El feminismo, al enarbolar la histórica bandera de lucha que consiste en que lo personal es político, nos permite dar cuenta que el trabajo de cuidado es un trabajo que no corresponde ser asumido en soledad e individualmente por la población femenina. La fragilidad es una condición de nuestra especie y, como tal, una circunstancia que debe ser asumida en colectivo, mediante soluciones que impliquen más Estado y más comunidad.