Cómo descubrir a un fanático de Piñera y qué hacer para derrotarlo
El votante fanático de Piñera es como Shakira: ciego, sordo y mudo. Si aparecen mil denuncias acusándolo de hacer trampas para no pagar impuestos, la culpa es de los que acusan, jamás de Piñera. Si esas denuncias lo comprometen éticamente, da lo mismo, porque “lo que hizo no es ilegal, el loco es vivo” y “además otros ya lo hicieron”. Siempre tienen una excusa para defenderlo y para atacar a quienes le piden explicaciones. Nunca se hacen responsables, y si a alguien se le ocurre recordar el Banco de Talca, la compra de las empresas zombies, los paraísos fiscales, el traspaso de fortuna a sus nietos, los culpables somos nosotros, por flojos, por mediocres, por resentidos.
El votante fanático de Piñera, ese que a esta hora se burla de los “zurdos” fracasados que no tienen ganas de surgir, está seguro que este país se “está cayendo a pedazos” con la “ideología marxista”, y aunque tú le digas mil veces que en el primer trimestre de este año la Bolsa de Comercio registró la mejor rentabilidad para las empresas en 18 años, con un 17%, aunque le digas que las utilidades de las empresas crecieron en 2016 un 37%, aunque le argumentes que el empleo se ha mantenido durante todo el gobierno actual en torno al 6,5% -mientras en el gobierno de Piñera fue de un 6,9%-, el votante fanático de Piñera te va a decir que estamos en el suelo, que a la vuelta de la esquina está Venezuela y que más encima los extranjeros nos vienen a quitar el trabajo.
El votante fanático de Piñera no es capaz de entablar un diálogo, y si tú le dices que quizás no es tan bueno que vuelva a gobernar su ídolo, por la corrupción en leyes como la del royalty minero o la Ley de Pesca, o por el fracaso histórico del Censo, o por el fracaso en la concesión de los hospitales, o por los conflictos de interés en Exalmar o en Dominga, te dice que tus críticas no son válidas, porque no ves los errores que ha cometido este propio gobierno, al que asume como tu gobierno. Y si tú le dices que no eres de la Nueva Mayoría, o que votaste por Bachelet pero haces la autocrítica, no te creen, no te escuchan, te invalidan, porque son sordos que no quieren escuchar.
Al votante fanático de Piñera le “da lo mismo lo que (Piñera) haga con su plata”, “lo que me preocupa es lo que la izquierda hace con la nuestra”; y si tú le dices que con la compra de las empresas zombies dejó de pagar a todos los chilenos impuestos por más de $44 mil millones declarados como pérdidas, no te va a pescar, y te va a decir que “la izquierda roba más”, lo que muy probablemente es mentira. Y si tú le dices a ese fanático piñerista que está bien, que la izquierda ha “robado más”, pero que de todas maneras las prácticas para hacerse rico de su ídolo son inadecuadas, te bloquea, o peor, insiste en que les seguirá dando lo mismo, porque son ciegos que no quieren ver.
El votante fanático de Piñera en algún momento puede decir que “ok, hay cosas que Piñera ha hecho mal, nadie es perfecto”, pero después te dice que “al final lo que hay que reconocer es que sabe producir plata, que es lo que importa”; y tú le puedes decir que el crecimiento que tuvo su gobierno no fue resultado directo de su obra, le puedes decir que su presidente entregó el gobierno con un crecimiento en franco descenso, le puedes decir que recién en 2016 la encuesta Casen arrojó una disminución en la brecha de la desigualdad por primera vez en una década, y el fanático te va a seguir negando cualquier avance que no sea de su héroe, porque no hay nadie más que él que pueda dar trabajo.
El votante fanático de Piñera te grita que nunca antes la delincuencia estuvo peor, te grita que todo esto es culpa del comunismo; y cuando tú le replicas que durante el gobierno del empresario el miedo a sufrir un delito lo tenía el 43,5% de la población, a diferencia del 38,9% actual, te dice que las cifras mienten, que las hacen los zurdos, y que “es cosa de salir a la calle”. Y aunque tú le digas que se trata de la misma fuente en ambos casos, te vuelve a tratar de mediocre, de flojo, y se va.
Al votante fanático de Piñera no le importa propagar mentiras, no le importa decir que las colas en el Colegio Salesianos para obtener una matrícula es culpa de la Ley de Inclusión. Tú le puedes explicar, paso por paso, que la Ley de Inclusión en su etapa de fin de la selección todavía no llega a la Región Metropolitana, le puedes decir que cuando llegue a Santiago no va a haber colas porque la postulación se hará online, le puedes decir que es muy probable que no haya mayores problemas porque en Magallanes el 86% quedó en colegios de su preferencia, pero no te escuchará, te dirá que la ley es mala porque simplemente es mala, recalcará en la idea de que “porros” no pueden estar junto a “mateos”, y te dejará de hablar, vinculando las colas con la Ley de Inclusión en otra parte, otra vez.
Al votante de Piñera no le importa lo que su candidato diga en televisión, no le importa si ahora mismo está diciendo mentiras o argumentando en base a ignorancia; al votante fanático de Piñera lo que le importa es que su candidato hable, que diga lo que sea pero que hable, que deje calladitos a los “periodistas tendenciosos” que no lo pudieron pillar en nada. Y tú le puedes decir que hay decenas de estudios de las más prestigiosas universidades que avalan los efectos medicinales de la marihuana, y te van a seguir diciendo que no. Le puedes decir que no hay ningún estudio que diga que las adopciones homoparentales son negativas, y no te va a escuchar. Le puedes mostrar todas las cifras posibles que demuestran que los inmigrantes no aumentan la delincuencia, que tienen más años de estudios que nosotros, pero no te va a escuchar. No es xenofobia, es poner orden, te van a decir. Y luego van a hablar de otra cosa.
El votante de Piñera es así: ciego, sordo y mudo. Está en todas partes, mucho más cerca de lo que imaginas, en tu casa, en tu pega o universidad. A veces grita y a veces es calladito. No saldrá de su síndrome aunque lleguen mil denuncias y evidencias más, y el día de la elección se va a levantar a votar. Si el resto del país, ese que no es ciego, sordo y mudo, no lo hace, el candidato imputado va a ganar. Si el resto del país sale a votar, ese resto que no cree en la ignorancia, el héroe de los fanáticos no va a ganar.