La salida del Intendente Egon Montecinos: "La Pax Valdiviana"
Acaba de caer el telón de este último acto, hoy lunes por la mañana los medios informan que la lista comandada por Egon Montecinos fue superada por la lista “Deurrestista” en las elecciones internas del PS en Los Ríos sepultando el último intento del primero por mantenerse a flote dentro de su coalición. Así culmina un drama que inició el día viernes recién pasado con la sorpresiva salida del socialista de la Intendencia de Los Ríos, tras tres años de gestión y a menos de un año del término de este Gobierno.
Razones más o razones menos, extrañó en la opinión pública de la región la remoción del cargo de Egon Montecinos, ya sea por el escaso margen de tiempo que quedaba de gestión, por los puentes que había comenzado a construir con actores de la vereda del frente, por su promisorio perfil de candidato a elecciones populares, o por el perfil participativo que instauró en su gestión; nada hacía presagiar que el Intendente abandonaría su cargo, pues ya había resistido tantos embates, pero como en toda buena trama un giro inesperado siempre determina el destino del protagonista.
Digo el protagonista por cómo se mostró Egon Montecinos desde un inicio, con un alto componente meritocrático en su discurso, el hijo ilustre de Pichirropulli (como a él mismo le gustaba recalcar), llegó a Los Ríos desde una interesante carrera académica dedicada a la investigación de temas sociales y públicos en la Universidad de Los Lagos, posicionándose de un inicio como un entusiasta funcionario público en una de las regiones más pobres de Chile. Así logró en corto tiempo un altísimo grado de eficacia en la ejecución del presupuesto fiscal, un alto grado de cumplimiento de las promesas de campañas de la Nueva Mayoría, gran aprecio entre sus funcionarios y su principal logro: la implementación de un programa piloto a nivel nacional en la asignación de Fondos Regionales de Inversión directamente vinculado a la participación ciudadana de los habitantes y organismos sociales de la región, objetivamente una gran innovación en el ejercicio de la política regional para una comunidad acostumbrada a desentenderse de su destino en una ilusoria representación.
Pero en toda buena historia existe un antagonista y dicho trágico episodio inicia con el público nuevo divorcio en el socialismo local posterior a las elecciones municipales, donde el Senador Alfonso De Urresti, enfurecido por la esperable derrota en la alcaldía de Valdivia, pide públicamente a través de los medios de comunicación la cabeza de Montecinos, apuntando a su responsabilidad directa en el fracaso de una campaña electoral que nació en una Nueva Mayoría local todavía dividida desde su disputa con el “Valdesismo”, una candidatura muerta y sin relato, donde Montecinos era uno más de los factores de dicho escenario, pero nunca el único responsable del fracaso electoral, pero y como es usual en la política, al fracasar alguien tenía que pagar los platos rotos.
Luego de este episodio y habiendo perdido el favor del Senador, Montecinos caminaba por un delicado hilo que no aguantó su peso, pero audaz o inocentemente, comenzó una agenda propia que lo llevó a buscar alianzas y diálogos públicos con las autoridades de la derecha local y a liderar el gabinete regional, buscando impulsar sea como sea una nueva agenda de inversiones que sin sentido alguno de pertinencias y análisis identitarios, se busca implementar en Los Ríos. La premisa debió ser: Es año de elecciones y no se aprecia ningún gran proyecto en la región, debemos hacer algo, lo que sea. Un último intento por sobrevivir.
Así por ejemplo, se aprueba de manera express la Declaración de Impacto Ambiental del absolutamente injustificado nuevo Mall en pleno centro de Valdivia, que con observaciones en la legalidad del proyecto y actualmente judicializado, apuñalará mortalmente al comercio local y la calidad de vida de los habitantes de la ciudad por el tremendo impacto urbano y social de dicha iniciativa; todo esto sin la venia pública de los parlamentarios Nueva Mayoría de la zona y con la espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza. Como era de esperar, no pudo resistir, señalando hidalgamente al partir que su salida obedeció únicamente a la “pérdida de confianza política de la presidenta Michelle Bachelet y no a una eventual campaña electoral”.
El reemplazante de Egon Montecinos nació como era predecible, de una costilla del “Deurrestismo”, teniendo escasos meses para demostrar su valía. Construida entonces esta “Pax valdiviana”, implacablemente se restaura la hegemonía en la Nueva Mayoría local, constituyéndose un mensaje claro: Todo vuelve a estar en calma y la tormenta ya pasó, solo queda otear el horizonte y observar qué (o quién) es lo que viene. Al mejor estilo de un final de Shakespeare.