Frente Amplio y la disputa política de la cultura
Dentro del proceso de articulación del Frente Amplio, el campo cultural es fundamental para la proyección del cambio radical que se busca desde este esfuerzo en construcción. La transformación no puede pensarse en términos puramente electorales, sino que, enraizado en la profundidad social, el desafío implica devolvernos la política y el poder a los amplios sectores populares, donde las posibilidades de crear y recrear de manera autónoma y soberana nuestras vidas nos han sido expropiadas.
La cultura popular es la vida de una comunidad expresada ética, estética, epistémica, simbólica, emotiva, creativa, recreativamente, etc. Es la vida común del pueblo manifestada. En el contexto de la profundización del mercado en todas las esferas sociales, el ámbito cultural popular se ve dañado por la desarticulación del tejido social y la instalación del sujeto como individuo consumidor. Mientras menos articulación social, habrá menos cultura popular, pues hay menos vida en comunidad que expresar y por lo tanto menos posibilidad de sabernos en común. En ello la dictadura fue sumamente eficiente, a tortura, exilio y desaparición, y la concertación hizo lo suyo cuando nos dejó afuera de la posibilidad de participar en la política, haciéndonos creer que la democracia es un evento cada cuatro años. Nos expropiaron la política y la cultura; nos fueron quitando el “poder hacer” colectivo y dañaron la posibilidad de conocernos comúnmente, de forma cotidiana, a través de nuestra expresión de vida.
Si la cultura es lo común constituyente de nosotros mismos, la disputa política de la cultura, en su horizonte estratégico, debe ser por la construcción de pueblo, en tanto actor político. Así, hay que crear una sensibilidad en común a partir de las múltiples identidades sumidas en el malestar neoliberal; crear los canales de expresión emotiva que hoy están completamente cerrados; crear otros horizontes que nos conmuevan colectivamente, más allá de las catástrofes, la selección chilena y la teletón. Un pueblo constituido, sabiéndose pueblo, con su tejido social recuperado, pujará por crear la fuerza popular constructora de una nueva hegemonía, de otro sentido común, y por lo tanto otra forma de sentir las cosas más allá de nuestro olfato neoliberal, nuestros ojos patriarcales y nuestros oídos eurocéntricos: sabiéndonos en la liberación; sabiéndonos para una nueva normalidad.
Es por lo mismo que no podemos apostar a la configuración de un sujeto de cambio uni-versal, como el pensado desde el siglo XX, con identidades delimitadas, sino uno de carácter pluri-versal, cuyas aspiraciones de cambio puedan converger en un horizonte. Donde quepa el chilote que, con el riesgo de perder la expresión de su propia vida, se tomó revolucionariamente la isla; donde quepa la caimanense que con determinación no quiso que las grandes inversiones la asesinaran de a poco con la contaminación de sus aguas; donde quepan las y los trabajadores explotados que de a poco gastan sus vidas; donde quepa la mujer que lucha contra la desigualdad que la oprime; donde quepa el mapuche que se rebela de las pretensiones homogenizantes del estado chileno; donde quepa la migrante que quiere seguir expresando su diferencia; donde quepa la disidencia sexual; donde quepamos todas y todos quienes vivimos las contradicción del orden neoliberal; donde este pueblo sea un mundo donde quepan muchos mundos, parafraseando al Subcomandante Marcos.
Nuestra ofensiva, en la disputa política de la cultura, debe fundar los espacios que posibiliten la expresión emotiva y sensible de las personas, en un contexto en que tales canales no existen, propendiendo a la autonomía de las expresiones de vida diferentes que existen en Chile.
Así dispuesto, la disputa política por la cultura popular es fundamental para la recuperación de tejido social y construcción de nuestro pueblo diverso, como también para la reconfiguración de las subjetividades del campo subalterno. De este modo, tendremos un papel fundamental los y las educadoras; comunicadores sociales; artistas, sean masivos o poblacionales, que están sonorizando, gestualizando y visibilizando el malestar; las y los intelectuales; los centros culturales comunitarios que dinamizan en los territorios las sensibilidades subalternas; las fiestas y carnavales barriales, que es donde se re-crean con alegría nuestras vidas.
Con el terreno de la sensibilidad popular recuperado, y con un pueblo constituido en tomo y lomo, podremos definir afirmativamente, de manera autónoma y soberana, cómo queremos vivir, liberándonos de las violentas determinaciones neoliberales, patriarcales y eurocéntricas. He allí el inmenso desafío, el horizonte, el postulado de la profunda construcción social de largo plazo de un Frente Amplio como proyecto radical y transformador.