Abusos sexuales y de poder: Cómo entró el Sodalicio de Vida Cristiana y el

Abusos sexuales y de poder: Cómo entró el Sodalicio de Vida Cristiana y el "Karadima peruano" a la élite chilena

Por: Pablo Álvarez Y. | 02.03.2017
Esta segunda entrega de la serie de reportajes sobre el Sodalicio de Vida Cristiana en Chile habla de cómo este movimiento fue creciendo a pulso, de las insólitas solicitudes que hacía su fundador al visitar Santiago, de la manipulación psicológica que se ejerce para generar vocaciones y de la represión sexual que sienten sus integrantes.

"Si el día de mañana se comprobara que dios no existe, ¿seguirían en el Sodalicio?", fue la pregunta del laico peruano Luis Fernando Figari a los miembros de su exclusiva comunidad en el sector oriente de Santiago. Era la década del 2000 y a él aún no se lo conocía como el "Karadima peruano". En ese tiempo, su reputación todavía era intachable.

Entre los quince jóvenes que reunió, algunos le respondieron temerosos al fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, grupo controlador de la Universidad Gabriela Mistral: "Sí, porque el Sodalicio es mi familia".

Pero hubo otros, la gran mayoría, que dijeron que no seguirían en una organización religiosa si dios no existiera.

"Ah, entonces, si yo fuera un dictador, podría mandarlos a fusilar a todos ustedes", fue la tajante respuesta de Figari.

Era una de las constantes muestras de poder del fundador, quien visitaba Chile en medio del apogeo de un desconocido grupo eclesial extranjero con redes hasta la cúspide de la Iglesia católica chilena y el poder económico del país.

El desafío de instalarse en Chile

“Fuimos invitados por el cardenal Francisco Javier Errázuriz” era la frase que todo sodálite ocupaba a modo de presentación en Chile. (Vea la parte 1 de esta serie de reportajes: Los lazos secretos del cardenal Errázuriz con el líder religioso recluido por el mayo escándalo de abuso sexual en Perú ).

En un principio eran sólo cuatro: Alessandro Moroni Llabrés, quien asumió como superior de la comunidad en Chile y hoy es el superior del movimiento en el mundo;  Gustavo López Sierra, actual responsable del Sodalicio en nuestro país; José Salazar Vega, ya retirado, y el brasileño Alexandre Borges de Magalhaes.

Fue de noche, de hecho, cuando llegaron a una casa ubicada en Eduardo Castillo Velasco 2535, Ñuñoa. Según un artículo de 2003 de la revista Qué Pasa, el cardenal Francisco Javier Errázuriz llegó esa misma noche a aquella residencia.

-¿Cuándo quieren empezar? ¿Les parece bien en una semana o dos? – les preguntó.

Moroni miró el reloj y respondió:

-¿Le parece bien mañana?

Alessandro Moroni, o "Sandro" como le dicen sus cercanos, se dedicó día y noche a presentar el movimiento en distintos lugares,  a reunirse con grupos de jóvenes, señoras y a estrechar los lazos con los colegios.

El superior empezó a hacer clases en la Scuola Italiana y a expandir el movimiento en otros establecimientos educacionales del barrio alto, como el Colegio Apoquindo, hoy Mayflower, el Craighouse –donde empezaron a celebrar la misa dominical-, y luego en el Santiago College y el Dunalastair.

Del Apoquindo salió toda una generación de sodálites: Sebastián Correa Ehlers, el primer sacerdote del movimiento en Chile e hijo de la exalcaldesa de Lo Barnechea Marta Ehlers. Guillermo Toro Parot, hijo de la exministra de Bienes Nacionales del gobierno de Piñera, Catalina Parot; Raimundo Bernstein Letelier, hijo de la exalcaldesa de Recoleta, Sol Letelier; Luis Germán Edwards y Daniel Prieto, entre otros.

Además, hubo una serie de alumnos que ingresaron al Movimiento de Vida Cristiana. En una de sus reuniones, cinco de ellos decidieron formar la Fundación Crece Chile,  destinada a la labor educativa en sectores de escasos recursos.

Eran los entusiastas Felipe Briones Marasovic, hijo del empresario Juan Felipe Briones Goich, controlador de la salmonera Yadran; Felipe De Mussy Hiriart, actual diputado de la UDI; Sebastián Videla Munita; José Tomás Errázuriz Domínguez, hijo del Juan Eduardo Errázuriz Ossa, actual presidente del directorio de SigdoKoppers; y Nicolás Jaramillo Valdés, hijo de Pedro Jaramillo Ortúzar, gerente de Bosques Cautín.

Un antiguo sodálite residente en Chile –que prefirió reservar su identidad- recordó que una vez le preguntó a su consejero espiritual por qué no había chicos de otras clases sociales en su comunidad. “Son las clases altas las que pueden cambiar la sociedad”, le respondió su mentor.

Con el objetivo de ofrecer una locación más cercana a las clases más altas que iban reclutando en los congresos de estudiantes católicos llamados Convivios, a inicios de la década pasada los sodálites lograron que Sergio Valech les prestara una gran casa en la esquina de Lyon con Costanera.

Sin embargo, en paralelo, uno de los desafíos del movimiento fue instalarse en un lugar pobre para así sacarse el estigma que tenían en Perú de apuntar solo a las clases más altas.

Es por esto que Moroni, José Salazar y Alexandre Borges empezaron a gestionar un terreno en Maipú, posibilidad que les abrió el entonces párroco de la Parroquia Cristo Resucitado, Cristóbal Lira Salinas, el mismo que fue uno de los hombres más cercanos a Fernando Karadima en la década de 1970 y que luego sufrió un boicot de parte del expresbítero de la parroquia El Bosque, celoso de su capacidad para levantar vocaciones.

José Salazar se dedicó por completo a la recaudación de fondos. Empezó a conversar tanto con empresarios como con los vecinos y vecinas de Maipú, a quienes les pedía la donación equivalente al precio de un ladrillo, unos 75 pesos de la época.

Se intentó contactar a Salazar para este reportaje, pero el otrora sodálite se excusó. "No quiero saber nada de esta cuestión. Me he enterado de muchas cosas que yo no sabía. Tú sabrás lo que pasó en Perú, entonces ha sido muy duro y agobiante toda esta situación", argumentó.

[caption id="attachment_127575" align="alignnone" width="644"] Sitio web Sodalicio de Vida Cristiana[/caption]

Los métodos del sodalicio en Perú

Desde Alemania, el exsodálite peruano y autor del blog de historias oscuras del Sodalicio "Las Líneas Torcidas", Martín Scheuch, explica a este medio cuál es el punto en que definitivamente se fideliza a un aspirante: “El punto de quiebre es invitarlos a un retiro de fin de semana. Como es en un lugar aislado, pueden meterse en lo más hondo de la gente hasta quebrarla, hacerla llorar, meterse con sus problemas hasta que se sientan desvalidas. El que dirigía la reunión hacía que la persona se sintiera como una mierda, una expresión que se usaba mucho dentro del Sodalicio”.

Otro exsodálite peruano y denunciante del movimiento, Óscar Osterling, recuerda su propio retiro en 1989 como uno de los momentos más intensos de su vida.

En la casa de retiro Cardenal Cushing, ubicada en Chosica -al este de Lima-, cerca de las 9 de la noche sus superiores decidieron iniciar la dinámica de la “Bomba Atómica”. Consistía en plantear a los aspirantes una situación apocalíptica: “Imagina que mañana cae una bomba en el mundo y arrasa con todo, ¿a qué tres personas de acá salvarían y por qué?”.

Si bien todo partía normal, resaltando características de los otros, los superiores fomentaban la crítica y autocrítica. Así, afloraban los problemas: gente que se sentía sola, relatos de divorcio de padres y niños que tenían que estar con guardaespaldas en una época en que el terrorismo en Perú apuntaba justamente a esas familias con mayor poder adquisitivo.

“¿Qué lectura madura tiene un chico de 16 o 15 años del divorcio de sus padres? Ninguna. Ahí era el sodálite el que te daba la clave para entender las cosas maduramente. En un sentido, no tiene nada de malo, pero el tema está en que, en vez de ser sencillamente un altruismo bueno, terminaba sirviendo para que no puedas prescindir de la relación con esa persona, con ese sodálite, porque es tu padre, tu confidente, tu psicólogo, todo. Él era el que entendía tu vida, se generaba una dependencia muy grande”, según Osterling.

Ya bien entrada la madrugada, la mayoría de los niños estaba llorando, pero con la certeza de que habían encontrado el lugar donde serían escuchados. “A esa edad, tu experiencia es de no haberte mostrado nunca así. Por lo tanto, tu grado de exposición y de riesgo ha sido tan grande, que ahí se forman los verdaderos amigos. No los otros, no los del colegio, no con los que sales a fiestas, que son superficiales”, agregó.

En sus años en el Sodalicio, para él esa noche sería su modelo a seguir. Fue víctima y victimario, en sus palabras. Pero primero fue víctima.

En calzoncillos

Dos años después del retiro y ya viviendo en la comunidad San José 2, Osterling y otros tres compañeros estaban estudiando a las 2 de la mañana cuando repentinamente les visitó Figari.

-Fórmense –fue la primera orden del fundador.

La segunda no fue tan protocolar. Enfrente de un grupo de gente, le pidió a tres de los jóvenes que se desvistieran entre ellos hasta quedar en calzoncillos, todo esto mientras una persona los filmaba. “Ahh, nos están probando, debe ser una estrategia militar”, pensó Osterling. En el proceso, Figari les hizo preguntas, ninguna de índole sexual, pero sí a nivel psicológico:

-¿Cómo se sienten?

Osterling fue molestado por el fundador por ocupar un calzoncillo demasiado pequeño en comparación a los que suelen ocupar los sodálites. Luego de un rato les pidieron a los jóvenes –de los cuales hoy ninguno sigue en el movimiento- que se vistieran. Ahí la reunión terminó.

Tiempo después Osterling le solicitó al exsuperior de la orden, Eduardo Regal, que le pasara la cinta y que le explicara la actitud del fundador. La respuesta fue que la cinta ya no existía y que Figari estaba practicando una “teoría psicológica”.

Pero lo cierto es que, ya sea por esas actitudes, por los chistes sexistas que a cada rato debían escuchar de parte de sus superiores o por la gran represión de impulsos que debía tener todo sodálite, la sexualidad es un tema que les preocupa durante toda su misión. “Cada vez que te masturbas estás crucificando a Cristo con tus propias manos”, era algo que comúnmente oía el exsodálite hoy residente en Europa Martín Scheuch. Los comentarios represivos eran cosa de todos los días: “¿Con esas mismas manos con las que te pajeas después acaricias a tu mamá?”

“Al controlarte la sexualidad, al final queda una especie de pólvora, que puede estallar ante cualquier estímulo. En un momento dado el impulso sexual se hizo tan incontenible que me angustiaba”, plantea.

Para liberar esos estímulos, Scheuch empezó a visitar ocasionalmente cines pornográficos de Lima y a comprar revistas del mismo tipo, que luego quemaba, agobiado por la culpa y el remordimiento. Esa necesidad obsesiva, según comenta, fue desapareciendo desde en el momento en que dejó la vida comunitaria en el Sodalicio.

Años después, en 2007, vería el caso de Daniel Murguía, sodálite al cual Scheuch asegura que “le habría confiado hasta sus hijos” y que fue capturado in fraganti en un acto de pederastia en un hostal, con cámara fotográfica, preservativos y CDs con filmaciones de menores.

“Ahí hice la reflexión de que lo que yo viví no era mi falta, sino que probablemente es el sistema represivo lo que genera esto, y que en algunos sodálites eclosionó de la manera más espantosa que uno se puede imaginar: abusar de otra persona”, asegura.

Sin embargo, según contó Scheuch en entrevista con este medio, hubo una oportunidad en la que su mismo consejero espiritual le pidió personalmente simular un acto sexual. Ese consejero era Jaime Baertl, actual presidente del directorio de la Universidad Gabriela Mistral en Chile.

[caption id="attachment_127591" align="alignnone" width="700"] Jaime Baertl/ Pantallazo Youtube[/caption]

En la segunda comunidad sodálite en Lima –ubicada en el distrito de clase media baja Magdalena del Mar frente a una de las calles más transitadas, la avenida Brasil- una de las piezas había sido dividida en dos partes. Una mitad había quedado con la ventana que tenía el original, la otra era un cuarto oscuro al que se tenía que entrar con alguna iluminación. Era ahí donde Scheuch tenía sus reuniones semanales con Baertl, quien veía su progreso en la vía espiritual y le establecía metas.

Según el exsodálite un día, en aquel cuarto, el consejero espiritual estaba teniendo dificultades para meterse en los problemas de su pupilo.

-Estás bloqueado… Deja consultar al superior a ver si puedo hacer algo para desbloquearte.

Baertl se tomó unos minutos para ir a una área privada de la comunidad, donde se encontraba el superior Germán Doig. Luego volvió y la orden fue clara:

-Quítate la ropa.

Scheuch tardó un tiempo en hacer caso. Al principio no quiso, pero finalmente accedió. Las solicitudes, o más bien las órdenes, no terminaron ahí.

-¿Ves esa silla? Ponte detrás y haz como que te la estás “cachando” (término empleado en Perú para el sexo).

El joven hizo unos movimientos torpes como si lo estuviera haciendo, pero no pudo. Baertl, mostrándose incómodo, se tapaba los ojos. Finalmente le dijo que se vistiera de nuevo. Martín Scheuch no tomó conciencia de lo ocurrido sino hasta años después. En ese momento lo vio como una de las estrategias psicológicas del movimiento Sodalicio. Se sintió invadido, pero se dijo a sí mismo: “Bueno, al menos rompí mi barrera, ya no estoy bloqueado”.

Baertl negó esta historia a la Fiscalía peruana según consta en su declaración, a la que tuvo acceso este medio.

Respecto a los hechos de violencia al interior del Sodalicio, dijo ante la Justicia: "Debo indicar que no pueden compararse los rigores de la formación actuales con los abusos, pues hoy sí se pueden considerar maltratos. No obstante hasta el año 1995 o 1997 eran considerados rigores, luego ello fue cambiando por considerarse imprudentes. Reconozco algunos de los rigores denunciados, tales como dormir en la escalera, bañarse en la playa a las 3:00 a.m., recibir un golpe en el estómago, etc. Pero debo agregar que hoy la sensibilidad es distinta a la de hace años, por lo que se deben contextualizar los hechos".

Todas las fichas a las vocaciones

En Chile, el método para enganchar a los muchachos eran las jornadas de retiro extendido para la preparación de la confirmación, llamados Convivios, que se realizaban precisamente en el Colegio Apoquindo.

Vicente López de Romaña llegó poco tiempo después que los cuatro primeros sodálites a Chile. Vivió durante diez años en la comunidad santiaguina y le tocó estar a cargo de estas actividades. Señaló para este reportaje que los Convivios eran una verdadera “cacería” de vocaciones. “Uno le ponía todas las fichas, eran sumamente estresantes. Recuerdo haber chocado el auto como tres años seguidos en las semanas previas al Convivio.

La estrategia era rigurosa. El primer día del retiro se cuestionaba al mundo, se hablaba de lo que estaba mal y de las “grandes falsedades” que existían. Además de las charlas había comidas y juegos. En los ratos de esparcimiento, los sodálites se reunían a preguntarse a quiénes habían visto, quiénes creían que tenían vocación. Una vez que estuvieran identificados, las energías se dirigían a intentar que aquel muchacho se integrara a un grupo liderado por un sodálite.

Para esto, según cuenta López de Romaña, se sentaban en las mesas donde estos elegidos estaban almorzando o iban a los lugares donde éstos jugaban e interactuaban. Después los invitaban a unirse a su grupo.

“En él, tratabas de hacer la conexión y después le decías: ‘¿Por qué no seguimos esta experiencia de acá y nos juntamos con tus amigos semanalmente?’. Mucha gente decía que sí y así fue como fuimos formando un montón de grupos con los que nos reuníamos semanalmente. Te hacías amigo, jugabas fútbol y le hablabas del plan que Dios tiene para cada uno”, detalló.

Otro sodálite peruano ya retirado, que hoy es de los principales denunciantes del movimiento, Óscar Osterling, recordó para esta investigación que a corta edad empezó a aplicarle a niños –sin ninguna clase de experticia- tests psicológicos como el de Sacks –de frases incompletas-, sobre caracterología y tests de inteligencia. Además, se le pedía a los aspirantes una autobiografía propia, que luego iba a parar directamente a Figari.

Eso se combinaba con idas a la playa, al cine y a hacer deportes. “Lo que uno buscaba generar en ese tipo de cosas era dependencia. ¿Cuándo uno triunfó? Triunfó cuando ese chico te llamaba: ‘¿Oye qué tal, qué estás haciendo?’. Ahí ya enganchó”, explica.

Llamados a perdonar

Paralelo al trabajo en Maipú, el Sodalicio no perdió el tiempo en el barrio alto. El 30 de mayo de 2011 Ezzati bendijo la comunidad y la capilla Madre de Dios que lograron levantar en Lo Barnechea, en la dirección Paseo Pie Andino 6400, ubicada al lado del exclusivo terreno de la hacienda y club de golf Santa Martina.

Para ese entonces, el movimiento ya tenía el Colegio Saint Joseph en Huechuraba y estaba entrando al directorio de la Universidad Gabriela Mistral.

En Maipú las cosas también salieron como esperaban. El mismo Ezzati se hizo presente el 15 de septiembre de 2014 para bendecir la recién inaugurada parroquia Madre de los Apóstoles en la calle Campanario 2486. En esa ocasión, el arzobispo comentó el Evangelio con una reflexión sobre el perdón:

"Los cristianos estamos llamados a perdonar, a sacar de nuestro corazón las raíces de la discordia, la desunión, la rabia que muchas veces sentimos en contra de nuestros hermanos. ¿Perdonar hasta siete veces? La respuesta de Jesús va por otro camino: No hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete, es decir, siempre. ¿Por qué siempre? Porque Dios nos ha perdonado todas las veces que hemos caído en el pecado, en el abandono de Dios, en el abandono de nuestros deberes y de nuestra dignidad de hijos de Dios. Dios siempre es misericordioso y siempre perdona".

Pero eso no fue todo. "Justicia y perdón caminan siempre juntos. No es cristiano pensar que primero tiene que actuar la justicia para después tener el perdón. Ser cristiano, actuar como Dios quiere, es dar el perdón generosamente, porque el perdón ya es fuente de justicia, y buscar la justicia ofreciendo desde el comienzo el perdón de nuestro corazón. El perdón es siempre fuente de vida nueva", agregó.

Entre Barnechea y Maipú

Hace años los sodálites devolvieron las casas de Ñuñoa y Ricardo Lyon. Hoy solo cuentan con las comunidades de Maipú y Lo Barnechea, en ambos extremos de Santiago. Las diferencias son evidentes.

Cada domingo, la Capilla Madre de Dios de La Dehesa empieza a encender sus luces recién a las 18.30 horas. Poco a poco la avenida Los Litres se empieza a llenar de autos con los asistentes a la misa, dirigida por el padre Rafael Otero.

En Maipú, por otro lado, la misa dominical se realiza a las 12 en punto. La calle Campanario, en lugar de estar repleta de autos, está ocupada por una feria local. El templo se llena de gente, algunas ingresan hasta con sus compras de feria e incluso uno que otro perro se hace parte de la ceremonia.

El párroco es Hernán Álvarez, uno de los tres sacerdotes sodálites que actualmente tiene el movimiento en Chile y que, si bien cuando llegó en 2012 a la comunidad de Lo Barnechea, desde 2014 se hizo cargo de la parroquia maipucina.

“Es un contraste muy grande. La zona de allá (Lo Barnechea) está bastante desarrollada, entre comillas ‘saludable’. Acá en Maipú hay muchos desafíos, como es zona de riesgo con la delincuencia, la prostitución, la drogadicción, el alcoholismo, desafíos bastante fuertes para una comunidad religiosa. Pero la gente que participa en la parroquia, y muchos que vienen acá, tienen un corazón de oro y trabajan full, ponen el hombro y eso es algo muy gratificante para un sacerdote”, aseguró para este reportaje.

Entre las experiencias que ha tenido en Maipú, Álvarez destacó la posibilidad de atender a los enfermos terminales del Hospital El Carmen y la de visitar los blocks de la Villa Bernardo O’Higgins, la zona más vulnerable del barrio. “El maipucino es muy de piel, es muy de amistad, de invitarte a la casa, de compartir. Y para un cura que deja la familia, en mi caso yo dejé mi familia en Perú, eso es algo muy gratificante”.

El crecimiento exponencial de la comunidad sodálite en Chile fue un orgullo para el fundador, por lo que era normal que la visitara a menudo.

El egocentrismo de Figari en sus visitas a Chile

“Luis Fernando Figari no era una persona que inspirara una figura acogedora ni paternal. Más bien uno le tenía miedo, no quería quedar mal con él. Desde siempre nos habían dicho que su palabra era como la palabra de Dios”, confesó un exsodálite residente en Chile que prefiere mantener su identidad en reserva.

El primer viaje de Figari a Chile fue en 2003. En cuanto fue anunciado se encendieron las alarmas en la incipiente comunidad de Ñuñoa. La casa seguía igual de austera que cuando la habían recibido, y algunos miembros consideraban que no estaba en condiciones para una visita del fundador.

Fue ahí cuando llegó al rescate la exalcaldesa de Lo Barnechea Marta Ehlers, madre de Sebastián Correa, el primer sacerdote chileno del Sodalicio. Ella tenía contactos en Homecenter Sodimac y le donaron al movimiento una serie de productos para arreglar la casa, desde sillones hasta lámparas y alfombras, entre otros bienes.

Para dar su primer discurso de reunión con la "Familia Sodálite" en Chile, Figari pidió que le consiguieran el lujoso espacio de Casapiedra. Vicente López de Romaña estuvo a cargo de las gestiones y el 3 de abril el fundador habló ante más de quinientas personas.

“Después de las charlas, Figari nos preguntó qué nos había parecido. Todos le dijimos: ‘Súper bien Fernando’, pero en realidad sus charlas eran aburridísimas, inentendibles. Ahora, si no le entendías era porque ‘no estabas a la altura’”, dijo López.

No contento con la presentación en vivo, lo primero que hacía el fundador era guardar una grabación para que, cuando la comunidad llegara a casa, vieran de nuevo su charla. A veces la pausaba para hacer observaciones.

-¡Mira, qué bien, así se habla! -clamaba.

En Valle Escondido

Otra cosa que era frustrante para los sodálites a la hora de recibir al fundador eran sus inusuales horarios. Óscar Osterling lo describe del siguiente modo: “Figari dormía más que todos y comía como un cerdo, ya que decía que tenía un problema físico para justificar su panza. Pero en cuanto a su horario, dormía de 3 de la tarde hasta las 12 de la noche, ahí se despertaba y estaba toda la noche despierto. Llegaba a las 2 de la mañana fresco como una lechuga, mientras nosotros estábamos hechos puré”.

Esto chocaba sobre todo con los sodálites chilenos que tenían que estudiar, ya que, sin importar que tuviesen que despertarse a las 6 de la mañana del día siguiente, tenían que aguantar toda la noche al fundador.

Un exsodálite que estuvo años en Chile y prefiere mantener su identidad en reserva asegura que, cuando visitaba Santiago, al fundador le gustaba frecuentar el Club House de Valle Escondido de la familia Cueto, dueños de Lan Chile, en compañía del padre Jaime Baertl.

Figari también estrechó lazos en el mundo académico. Hasta hace unos meses aparecía incluso como miembro del consejo consultivo de la revista Humanitas de la Universidad Católica, donde figuró en al menos nueve números, ya fuera como entrevistado, ensayista o con alguno de sus textos reseñado. Además, fue uno de los que escribió una carta de saludo a la publicación en su décimo aniversario.

Este medio intentó conversar con el director de la revista, Jaime Antúnez Aldunate, quien además participó en el lanzamiento del libro “Formación y misión” de Figari, junto a Magdalena Ossandón, Fernando Moreno y el Padre Fernando Retamal Fuentes. Sin embargo, el director se excusó diciendo que conocía a personas muy valiosas en el Sodalicio de Vida Cristiana, pero que no se siente calificado para emitir juicios sobre el movimiento, y menos viviendo ellos un momento de crisis.

Figari y las fotos de los adolescentes con vocación

Según recuerda Vicente López de Romaña, pasadas algunas visitas, el fundador hizo una extraña solicitud. Pidió que, antes de que llegara nuevamente a Santiago, le enviaran una serie de fotografías de todos los muchachos “vocacionables”.

Los sodálites de la comunidad se las tuvieron que arreglar para tomar fotos grupales haciendo la trampa para que aparecieran los jóvenes. Luego le enviaron un archivo de más de cincuenta imágenes. La siguiente solicitud del fundador fue que, para cuando llegara a Chile, le agendaran reuniones con esos chicos.

Nuevamente los miembros de la comunidad se las ingeniaban para que los jóvenes estuvieran ahí, y Figari se reunía con ellos en un cuarto especial que estaba separado por una puerta de vidrio, cosa que se pudiera ver lo que ahí pasaba pero no escuchar.

No solo los niños estuvieron en ese cuarto con el fundador. Según recuerdan algunos exsodálites, a esa habitación también llegó el mismo Fernando Karadima, Si bien nunca supieron qué fue lo que hablaron, recuerdan que Figari veía en el párroco de El Bosque una similitud en el porcentaje de vocaciones que generaba. Tampoco recuerdan que le haya causado una mayor simpatía, más allá de ese dato.

Sin embargo, según declaró a El Desconcierto el querellante en el caso Karadima Juan Carlos Cruz, Figari estuvo varias veces en la parroquia de El Bosque.

Lo que sí recuerda Vicente López de Romaña es justamente el día en que se emitió el reportaje televisivo de Informe Especial en 2010 en el que hablaron las víctimas de Karadima. En el momento en que salió James Hamilton, la comunidad no le creyó. Todos dijeron que seguramente estaba haciendo esas declaraciones por plata y algunos le restaron importancia a su opinión arguyendo que era homosexual.

López no imaginaba que dentro de unos años sería él quien, con la valentía de las personas que en ese momento estaban en la pantalla, denunciaría a viva voz los abusos del movimiento al que le había entregado su vida.

*Artículo originalmente reporteado para el diplomado de Periodismo de Investigación de la Universidad de Chile, dirigido por la profesora María Olivia Mönckeberg.