Pequeña carta de amor para Mon Laferte

Pequeña carta de amor para Mon Laferte

Por: Cristian Lagos [Cristian Condemarzo] | 28.02.2017
"Remataste con un broche de oro, con la ovación completa, con el público pidiendo lo imposible. Pero en nuestro país las mayorías no generan democracia. Mira tú las marchas. Mira tú las cientos de miles de mujeres exigiendo el derecho básico a decidir sobre su cuerpo. Mira tú los jóvenes esperando una educación gratuita y de calidad".

Inmediatamente después del suceso ocurrido en la Quinta Vergara, esta madrugada ingrata del domingo 26 de febrero, me dispuse a escribirte este texto, que espero llegue a tu vista de algún modo.

Primero pensé en una de protesta hacia el mundo, hacia la “ilustre” Muni de Viña, incluyendo a la Coty. O a la cadena Chilevisión, a los animadores de la velada. Luego pensé en redactar una carta abierta al pueblo en general, por si tuviera eco lo que aquí expreso y que, sospecho, creemos muchos. Luego pensé en qué pasaría si estuviera a tu lado, tú con esos pajarracos de lata y yo solo con mi mensaje y habláramos de ello. Pero creí mejor enviarte esta carta de amor inconmensurable hacia tu persona como la bella mujer que eres y como la gran artista que seguirás siendo.

Qué bonita visión de Chile acabas de tener en tu retorno. Que quieres que te diga. La volvimos a hacer, Monse, parece que así somos. Tu misma dices que te fuiste a México con una mano detrás y otra adelante. Eso pasa porque así como tú, la mayoría de nuestro país anda haciendo uso de sus manos de ese modo, a la hora que nos pillen y cualquier día del año.

Te mandaste a cambiar para la tierra azteca siendo casi nadie, dispuesta a pasar por casi nadie para llegar a ser lo más parecido a ti y no un producto en serie, de esos que inventan las productoras locales, desperdiciando el tiempo y talento de jóvenes virtuosos. Tratando de repetir hasta el cansancio una Myriam Hernández o un Cristian Castro. Porque según ellos, así funciona el mercado chileno. ¿Cuál? Vaya a saber uno.

Y claro, te hiciste otra, casi como el Conde de Montecristo. Te pintaste la piel, sacaste tu mejor chasquilla. Asimilaste lo más hermoso del arte musical del norte de América. Le pusiste color a tu canto, sacaste tu voz huracanada, incluiste la letra precisa en la melodía adecuada. Dotaste a un escenario completamente de colores, movimiento y complicidad.

Te construiste como una rockstar de tomo y lomo: opinante, empoderada, políticamente incorrecta, musicalmente armada. Pero no te vieron. Te dieron una plaza en primera fila, para opinar de la música de otros y esperando cantaras cuatro cancioncitas al voleo, y así, como dice nuestra cueca, media vuelta y pa fuera. Nunca te cacharon.

Hasta has triunfado en cuanto escenario se te puso por delante, en tu tierra natal. Obligaste a la prensa a escucharte sin levantar la voz, erigiendo como estandarte discursivo sólo un vestido autóctono, coloreado de mujer y de pueblo. Pero no, fuiste la mal vestida.

Remataste con un broche de oro, con la ovación completa, con el público pidiendo lo imposible. Pero en nuestro país las mayorías no generan democracia. Mira tú las marchas. Mira tú las cientos de miles de mujeres exigiendo el derecho básico a decidir sobre su cuerpo. Mira tú los jóvenes esperando una educación gratuita y de calidad. Mira tú las familias saltando muros para poner, entre cachete y espectador, el lienzo de la vivienda digna.

Es que está íntimamente con nosotros ser un pueblo simple que se acompleja con todo.

Repartimos pajarracos dorados y plateados hasta al caballero que reparte churros. A una grande de la letra con buenos años y escenario, previendo su gloria absoluta, le mandaron a hacer un trofeo especial, de platino. No previeron el triunfo absoluto de nadie más, menos el tuyo. Esa misma gaviota tapizada en brillo que te fue negada, se la entregaron entre vítores a la sevillana, quien interpretó las composiciones del Juan Gabriel de México, la tierra que te vio renacer. Paradojas.

En una noche llena de excepciones lo excepcional fue la excepción. Creamos in situ y en el acto una Gaviota a la Inspiración, y parece que fue a la inspiración divina, porque la artista cubana estaba en plena epifanía, viendo serpientes y mensajes en su evangelio propio y vetusto. Hasta Dios se llevo lo suyo. Pero tú no. Aun cuando dotaste a ese festival de su propio espíritu haciendo “despertar al monstruo”.

Así somos. Un país tardío que se regocija en no ceder ni un centímetro de grandeza a nadie, hasta que se muera, ojalá pobre, triste y solo. Le entregamos el Nacional de Literatura a Gabriela Mistral después del Nobel. A Lemebel se le negó el mismo en el lecho de muerte. Nicanor Parra ha sido postulado al premio que entrega la academia suiza, por todos menos por el Estado. Violeta Parra se pegó el balazo definitivo en la soledad de una carpa piñufle que se auto proveyó para hacer el espectáculo que creía que valía la pena y que nadie le quiso comprar. Jorge González es un bocón drogadicto, por eso pasan las cosas que pasan. El circo teatro de Andrés Pérez sobrevive con el vuelto del pan. Palmenia Pizarro traía mala suerte. Y así, para que seguir.

Ahora te tocó a ti, la opción 5. Te vamos a amar con todo el corazón, pero no pidas más. Sorry, no eres tú, no soy yo. Es nuestra falta de querer.