Detención preventiva y la conciencia social de los DDHH

Detención preventiva y la conciencia social de los DDHH

Por: Eddie Arias | 27.05.2016
Se reprimió para evitar la manifestación de los estudiantes, esta vez carabineros no se inhibió (cuándo se ha inhibido) y actúo trasgrediendo derechos fundamentales de expresión en una democracia. Esta es la misma lógica que impugna la acción del Partido Comunista ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es una lógica que intenta reinstalar la “doctrina del orden”, extender “la mano dura como doctrina”, un protofascismo que reconstituye la “jaula de hierro” por otras vías más directas y operativas.

Chile como muchos países de América Latina tiene una profunda herida en el plano de los derechos humanos, herida abierta que remite a las racionalidades macabras de la “justicia en la medida de lo posible”, cuando el dolor es una administración biopolítica de cuerpos lanzados a la memoria nacional, cuerpos ajenos, que son la demostración del Auschwitz chileno que exterminó la humanidad de la nación instalando la noche más larga del país.

Noche donde compatriotas torturaban la conciencia de otros compatriotas, en la factualidad de las tecnologías de la “doctrina de seguridad de nacional”. Un fascismo cuya odiosidad construye el imaginario de un enemigo interno, un enemigo en la casa, en el alma.

La negación del adversario político en la cultura de la muerte. La profundad negación de la otredad y de los derechos inalienables. Una administración antihumana, que solo permite el lenguaje de la violencia con los recursos de todos los chilenos, la apropiación de un terrorismo de Estado, con los recursos técnicos y financieros del mismo.

El fascismo es la cercenación de cualquier imaginario humanista del Estado, es incluso la negación teológica del espíritu de la vida. Un fascismo recalcitrante que al final termino procesado por una operación de justicia concebida para la injusticia, con esa letra se escribe una organización transicional muy cuestionada en el camino de un nunca más en nuestro territorio.

Respecto a la presentación ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos de un requerimiento para que dicho tribunal actúe como observador en la aplicación de la ley de Detención Preventiva.

Burgos arremete contra el Partido Comunista en aquel viejo laberinto discursivo del “partido de gobierno”, intentando un disciplinamiento factual al estilo coerción de los principios, constricción de la esencia medular de los relatos, su conciencia histórica, su conciencia moral de los derechos humanos, su conciencia patrimonial de una ética social indispensable, su consecuencia como víctimas.

Los derechos humanos fueron un reconocimiento ético político que permitió romper la legitimidad moral de la dictadura de Pinochet. Este enclave epocal no permite creer que se puede fundir la solidez de un reclamo moral, la memoria es una reificación del sentido, es la construcción de una memoria nacional en el Chile de hoy.

Esta presentación es una acción indispensable ante las prerrogativas de un Tribunal Constitucional que actúa para la derecha, en aquella dimensión sempiterna de la mantención de las riendas del orden, traducido en clave de Correa como la mantención de las riendas del poder.

Desde las tramas de interior se instala la fraseología de lo impropio contra un reconocimiento universal, los derechos humanos de los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país. El llamado al orden contra la conciencia social de los derechos humanos, aquel mismo orden represivo que violento a los estudiantes generando un escenario de ocupación policial operativa en el centro de Santiago el día de ayer.

Se reprimió para evitar la manifestación de los estudiantes, esta vez carabineros no se inhibió (cuándo se ha inhibido) y actúo  trasgrediendo derechos fundamentales de expresión en una democracia. Esta es la misma lógica que impugna la acción del Partido Comunista ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es una lógica que intenta reinstalar la “doctrina del orden”, extender “la mano dura como doctrina”, un protofascismo que reconstituye la “jaula de hierro” por otras vías más directas y operativas.

La “conciencia del orden” contra “la conciencia social de los derechos humanos” de su pilar fundamental para una democracia real, de alta intensidad, no una democracia víctima de un formalismo ritual sino una democracia que reconoce el “conflicto”  como la exterioridad constitutiva indispensable, justamente el espacio de la democracia es el conflicto, que a su vez es la matriz de la política, la consustancialidad del “otro sensible”.

De fondo esta lógica intenta disciplinar la democracia someterla a una “Colonia Penitenciaria” kafkiana, ajustes de la máquina del dolor, que intenta detener para prevenir, el principio coercitivo como policía social. La desconfiguración contextual del rostro humano del neoliberalismo o el fracaso de su progresismo corregido y su política por otros métodos, aquellos del repertorio histórico que nunca se olvidan.

Una reinstalación de lo autoritario en el neoliberalismo, esa relación incestuosa que partió en 1975 siendo la diada de una revolución silenciosa que cambio de manera copernicana la matriz sociopolítica de Chile. Es el desprecio filosófico del neoliberalismo respecto a la democracia, y su utilización solo factual, y su faceta real en orden a un sentido autoritario producto de una conciencia de sí, una conciencia no social sino una conciencia de la reproducción del poder.

Si estos patios interiores caminan por estos derroteros es por una lógica también extensiva del poder, en relación a la conciencia del miedo a los limites, a su trasgresión, es la conciencia del orden como control. No sabemos si este protofascismo prepara una escena aún más represiva, por ejemplo, en la posibilidad de un futuro gobierno de Piñera, donde estas facultades represivas se ocuparan con nitidez, eso la ciudadanía debe calibrarlo.

Se trata de un intento manifiesto de achicar los espacios de la democracia, en tanto, los actores sociales han impuesto agendas reformativas. La táctica de la impugnación busca una epistémica del quiebre en los avances a pesar de su tibieza, asistimos a la insoportable terquedad del poder de virar siempre a la derecha a la hora de reconocer aperturas necesarias para la construcción de un nuevo Chile.

La raíz autoritaria del neoliberalismo quiere desdibujar los deseos de las mayorías, dejar la subjetividad de la primavera social que se impone desde el 2011 como un canto de sirenas.

Existirá todo el efectivo para que la derecha se reinstale y esto es solo la aproximación de la escena.

El mundo social debe buscar los caminos de actuar unidos para detener otra asonada de un fascismo recauchado.