La revolución de la escoba nueva
El pasado lunes 16 de mayo se llevó a cabo la inscripción, en el Servicio Electoral, de Revolución Democrática como partido político oficialmente constituido, luego de siete meses de una campaña de recolección de firmas a nivel nacional que, en su tramo final, logró reunir las requeridas para ello. De esta forma, la tienda del diputado Giorgio Jackson presentó más de 10 mil firmas ante el Servel, la misma instancia que hace un tiempo (octubre de 2015) objetó el nombre aduciendo que “la mayoría de sus acepciones -de la palabra “revolución”- indican acciones contrarias al orden público y a la paz social”. Sin embargo, ese no fue el único obstáculo que debió enfrentar la colectividad para la concreción de su proyecto. Durante enero del presente año, el trabajo llevado a cabo por la Comisión de Probidad y Transparencia del Senado en cuanto el análisis de la Ley de Partidos recibió diversas críticas de parte de movimientos políticos emergentes -entre ellos RD-, esto debido al aumento de las exigencias que estipulaba el proyecto para formar y mantener nuevas colectividades. Una vara distinta a la aplicada para otros casos y que, al ser empleada estratégicamente para dificultar y solapadamente impedir la aparición de nuevas fuerzas democráticas en el espectro político actual, demostró inquietud por parte de las viejas y desgastadas estructuras de poder.
En efecto, y a través de un escrito, un grupo de 44 organizaciones de diversa índole, además de académicos, actores sociales y parlamentarios, cuestionaron la ley en trámite luego que se le introdujeran una serie de modificaciones por parte de parlamentarios de la UDI, RN, PS y DC, considerando que éstas aumentaban las exigencias para conformar nuevas colectividades. “A nuestro juicio, varios de estos requisitos generan desigualdad de condiciones entre partidos tradicionales y emergentes y dificultan que surjan nuevos partidos", señalaron los firmantes en el documento. Claro, en un escenario con la credibilidad hacia la actividad política en el suelo, la aparición en escena de nuevos competidores no parecía buena idea, especialmente considerando que RD y Jackson han sido evaluados en mediciones recientes con los más altos porcentajes de adhesión ciudadana según la encuesta Adimark, en contraste absoluto con los bajísimos índices registrados por los demás partidos tradicionales, en especial la UDI. No quieren que les disputen y puedan ganarles un espacio que fueron perdiendo única y exclusivamente por méritos propios, en definitiva.
Lo cierto es que, vista y entendida en perspectiva “desde arriba”, la aparición de esta nueva tienda dentro del escenario político se inserta de manera natural dentro de un proceso social que se viene dando de manera creciente desde hace años, y que manifiesta el progresivo descontento ciudadano hacia una casta política que se ha ido distanciando sostenidamente de la base social que la sustenta democráticamente a través del voto, en una dimensión directamente proporcional a la colonización que de ella ha hecho el modelo neoliberal a través de los grupos de poder económico. Es en este paisaje en el cual tanto RD como Izquierda Autónoma, del diputado Gabriel Boric, surgen desde la calle a partir de las movilizaciones estudiantiles de 2011, con el antecedente inmediato de la llamada “Revolución pingüina” de 2006, erigiéndose como líderes naturales junto a Camila Vallejo y Karol Cariola (PC), todos los cuales posteriormente ganaron con primera mayoría un escaño en la Cámara Baja, al ser electos diputados(as) en 2013. Con matices y diferencias, pero con un motivo en común, tanto RD como IA, así como también otras fuerzas sociales y políticas emergentes, coinciden en representar precisamente a esa ciudadanía, la que no cree en los partidos tradicionales porque, sencillamente, la han abandonado al no representarla en sus demandas contra el diseño de un modelo tan desigual y abusivo como el existente. Atentos a los mails y whatsapps de sus financistas, muchos políticos han desatendido las necesidades reales y objetivas de sus electores.
En este sentido, y dentro de todo este movimiento de fuerzas sociales, la aparición en escena de RD como partido político marca un hito. ¿Fundacional? Difícil saberlo, habrá que ver como se sigue desarrollando este proceso y la forma de relación que establezca el recién estrenado partido respecto tanto de sus pares, pertenecientes tanto al sistema político como a otras colectividades sociales externas al mismo. El actual es, sin duda alguna ni relativización que valga, un momento de profunda crisis política. Por ello, también de grandes oportunidades para marcar la diferencia, en base a un actuar según estándares de decencia ética distintos a los que lastimosamente han guiado el accionar de parte determinante de la clase dirigente actual. Por lo pronto, RD ha debutado dando una buena señal al respecto al anunciar que enfrentará los comicios municipales de octubre próximo sin formalizar pactos con otras agrupaciones y bloques políticos, decisión tomada en un referendo con la militancia en enero pasado. Un camino propio que aparece como algo lógico y esperable por parte de una alternativa que se define a sí misma en esencia distinta a lo existente dentro del espectro, y que para la consecución de resultados en términos de respaldo ciudadano en las urnas debe apostar precisamente a eso, sin perder el foco, debiendo estar abierta al mismo tiempo para trabajar junto a otras plataformas ciudadanas en la consecución de aquellos objetivos democráticos comunes que deben inspirar e impulsar la acción. De la misma forma, el próximo Congreso Estratégico que se llevará a cabo entre junio y noviembre de este año será también la oportunidad que tendrá el partido para reafirmar el compromiso con sus principios a la hora de definir la política de alianzas para las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2017. Consolidar un sello propio que le ha permitido hasta ahora ir obteniendo un capital político que se avizora potencialmente interesante, ante un electorado que necesita y exige cambios a través de una representación política muy distinta a la actual.
“Hacemos un llamado a quienes creen que las cosas tienen que seguir igual, a quienes creen que la salud debe ser un negocio, que las pensiones dependan del ahorro individual, que la Constitución debe mantenerse, preocúpense; vamos a ir a disputarles y les vamos a ganar. Desde hoy anunciamos que la Revolución Democrática en Chile empezó”, expresó el diputado Jackson, líder de RD, el día de su inscripción en el Servel. Una declaración que para algunos podrá sonar alentadora respecto de tiempos mejores, mientras para otros más de lo mismo: promesas. Y bueno, así como están las cosas el escepticismo se comprende perfectamente. No son pocos los que, con escaso optimismo de acuerdo a experiencias pasadas, sostienen resignadamente que esta nueva generación de líderes políticos terminará al igual que la actual, porque con el tiempo todo se echa a perder. Y claro, si uno mira la realidad lamentablemente encuentra que no son pocos los próceres del ayer que lucharon contra la dictadura y que hoy, sin embargo, son defensores y aliados sin asco del modelo que nos dejó como legado esa misma dictadura. Del idealismo y la lucha y la convicción al club de una gerontocracia reaccionaria, que apoltronada en sus bergeres de cuero cree y pregona que todo está bien y que no hay nada que cambiar. Algunos dicen que a estos jóvenes les va a pasar lo mismo, tarde o temprano, porque el sistema es así. ¿Cómo saberlo? Imposible. Menos aún si no se hace el intento por averiguarlo.
Dice el dicho que “toda escoba nueva barre bien”. Revolución Democrática, oficializada ya como partido, así como la Izquierda Autónoma de Boric y otros referentes políticos emergentes encabezados por líderes jóvenes, aparecen entonces como fuerzas sociales renovadoras dentro de un contexto saturado de corrupción. El desafío es grande, la motivación se ve que también. Y así tiene que ser, porque la basura acumulada a través de los años es harta. Demasiada ya.