El turno de Chiloé

El turno de Chiloé

Por: José Miguel De Pujadas | 06.05.2016
Al ver las imágenes de lo que está sucediendo en Chiloé, de manera inmediata se me vienen a la mente escenas y sensaciones muy similares a las vividas en Aysén durante el Movimiento Social de 2012. Los mismos días grises y fríos, las mismas calles húmedas, el mismo olor a leña en el aire, saliendo de casas que podrían indistintamente estar ubicadas en una u otra región, sin que se notara la diferencia

Al ver las imágenes de lo que está sucediendo en Chiloé, de manera inmediata se me vienen a la mente escenas y sensaciones muy similares a las vividas en Aysén durante el Movimiento Social de 2012. Los mismos días grises y fríos, las mismas calles húmedas, el mismo olor a leña en el aire, saliendo de casas que podrían indistintamente estar ubicadas en una u otra región, sin que se notara la diferencia. El mismo fuego ardiendo en las barricadas, esas que, como leí alguna vez en un muro, bloquean rutas, pero abren caminos. El mismo fuego de la misma indignación, reflejada en los mismos rostros curtidos por los mismos rigores. Chiloé y Aysén, así como también Magallanes, regiones distintas, cada una con sus particularidades propias, pero hermanadas en un territorio común, el de la Patagonia, con todo lo que ello implica en cuanto al trato centralista otorgado por el Estado a través de décadas, y que ha postergado a estos territorios y a sus habitantes. Por ello, no sólo comparten tradiciones o costumbres (de hecho, la influencia chilota durante el proceso de poblamiento de Aysén determina de manera importante su desarrollo cultural), sino también una historia de abandonos, desaires y, en definitiva, faltas de respeto hacia su gente. Chilenos y chilenas que, producto de haber nacido donde nacieron, en la periferia del territorio, en zonas geográficas empobrecidas, condicionan de manera determinante su calidad de vida. Otra demostración más de que al hablar de inequidades en Chile en cuanto la distribución de sus riquezas, el acaparamiento centralista resulta ser una piedra basal de estos desequilibrios estructurales.

En marzo de este año, Sernapesca autorizó, mediante una resolución de la Dirección General de Territorio Marítimo (Directemar) de la Armada, el vertimiento de 9 mil toneladas de salmones podridos en alta mar, biomasa muerta como efecto del florecimiento de microalgas en las jaulas de centros de cultivo de salmones. El lugar escogido como vertedero marino para deshacerse de esta materia orgánica, responsabilidad de la industria salmonera, se encuentra a unos 140 kilómetros de Ancud, Provincia de Chiloé. Salmones cuyo estado hizo imposible su reutilización para la elaboración de harina de pescado, así como tampoco su disposición en tierra debido a la emanación de ácido sulfhídrico, según detalló el Director regional de Sernapesca, Eduardo Aguilera. Según Aguilera, la dirección noroeste de las corrientes marinas alejarían de la costa los impactos ambientales que pudiere tener sobre la población humana este vertimiento, el que además -y según sus palabras- “debiera ser absorbido con facilidad por el ambiente”.

Sin embargo, el testimonio entregado por la Presidenta de la Agrupación de Recolectores de Alga y Conservación del Medio Ambiente de Chiloé, Teresa Calfunao Comicheo, desmiente la teoría de la autoridad. “Unos 25 días después de que fueran arrojados estos peces muertos hubo problemas en diversos puntos de la isla donde nunca ha habido marea roja”, señaló en una entrevista a radio Villa Francia. Entonces, ella junto a otras mujeres recorrieron algunas playas, en donde encontraron varias pistas. “Vimos que había una espuma verde a lo largo de toda la orilla, era algo que nunca habíamos visto. Comenzamos a caminar, a recorrer y nos encontramos con una vaca muerta que había comido cochayuyo; con que las machas estaban varando muertas, sin la carne adentro y que se iban desconchando con las olas (…) Entonces nos fuimos a otras playas y encontramos quetrus muertos, que son como patos y están en peligro de extinción, ellos se comen el luche de las piedras. También encontramos gatos de mar muertos (nutrias) que también están en peligro de extinción y se comen los mariscos (…) Encontramos lobos marinos agonizando y con la boca hecha tira ¿Cómo iba a ser marea roja eso? (…) También comenzaron a varar las medusas, de esas transparentes, y por dentro tenían todo café”. ¿Tendrá algo que ver con esta mortandad el ácido sulfhídrico, gas de alta toxicidad y altamente peligroso para las personas y, en consecuencia, la vida?

Lo cierto es que la industria salmonera, la segunda actividad productiva más grande del país en términos de exportaciones luego del cobre, ha generado importantes impactos ambientales debido a una actividad intensiva, destinada a la obtención de grandes volúmenes de pescado. Este ritmo de explotación del recurso, que se ha intensificado con el desarrollo de la industria, ha dejado evidencia concreta acerca, por ejemplo, de los efectos causados con la alimentación de los peces, los sedimentos orgánicos depositados en el fondo marino producto de sus fecas, sin considerar los impactos derivados de las actividades proveedoras de insumos o equipos así como la introducción de antibióticos y sustancias químicas al ecosistema con el objeto de combatir enfermedades, entre otras prácticas. De hecho, y consultado sobre las nuevas concesiones que se debatían entonces para la salmonicultura, el diputado UDI por Aysén, David Sandoval, señaló en una entrevista dada al Diario de Aysén en julio de 2015 que “los episodios que ha desencadenado la industria salmonera en Chile, como la del virus ISA, te hablan de una absoluta y total irresponsabilidad por parte de una industria que es avasalladora. Tal y como está en Aysén, mejor que se vayan para otro lado”. Asimismo, y desde el mundo científico, también existen opiniones que respaldan las acusaciones contra esta actividad, como la del biólogo Héctor Kol, quien señaló a la industria salmonera como responsable de la sobrecarga de nutrientes en el mar interior de Chiloé y Aysén, generando las condiciones propicias para afloramientos masivos. Acusa también como alentadores de este desastre ambiental a Sernapesca, Subpesca, la Armada de Chile y distintas municipalidades que trabajan en conjunto con la industria salmonera.

El tratamiento mediático por parte de los canales de televisión y los medios en general pertenecientes a los grandes consorcios periodísticos ha sido, como era posible esperar respecto de una actividad económica de esta magnitud, deficiente y desinformador, centrando única y exclusivamente el enfoque del fenómeno en la presencia de “Marea Roja”, sin considerar la arista de los salmones. ¿Poca rigurosidad investigativa o información rigurosamente manipulada? Otros ejemplos, relacionados con temas distintos como el del “Milicogate”, igualmente entregan señales de cómo se define la cobertura periodística a la hora de armar pauta ante determinados temas relacionados con el poder. Ante la situación, la autoridad ofrece un bono de $ 100 mil mensuales para las familias afectadas. Nada más. El ministro Burgos dice al respecto que “no somos un gobierno de billetera fácil”. En otras palabras, no hay plata para la gente de Chiloé perjudicada por las toneladas de salmones muertos arrojados por los centros de cultivo, con las consecuencias que tienen estos vertimientos en el ecosistema marino y finalmente en el sustento y la vida de las personas. Sin embargo, para que el ejército de Chile pueda gastar 4 millones de dólares en copete la billetera fiscal es ancha y generosa.

Al igual de lo que sucedió en Aysén y su movilización social, el gobierno de la época de Sebastián Piñera envió contingente de Fuerzas Especiales a reprimir de manera violenta las naturales y legítimas manifestaciones. Estrategia similar a la que parece estar contemplando el Ejecutivo en esta ocasión, ante el anuncio de la llegada de un importante contingente de policía armada para desbloquear los caminos tomados. Julia Chiguay, integrante del Sindicato de Pescadores, expresó su sorpresa ante el anuncio. “Éramos una comuna que no esperábamos esto”. La gente de Aysén, hace 4 años atrás, tampoco esperó ver y sentir en su tierra la forma de responder que tiene el Estado, los gases lacrimógenos, los golpes, los insultos, las personas heridas y mutiladas con la pérdida parcial de la vista por reclamar lo que es justo, sus derechos pasados a llevar. Nada más que eso, ni menos tampoco.