Sobre el rechazo del TC a la titularidad sindical: escondiendo la discusión importante
Este miércoles el Tribunal Constitucional (TC) le puso la lápida al único pequeño avance que reivindicaba el “progresismo” de la Nueva Mayoría, rechazando la titularidad sindical. La gran tragedia, sin embargo, no está en este rechazo por parte del TC sino en la Reforma Laboral completa que se aprobó, la cual en lugar de “igualar la cancha” profundiza la neoliberalización del mercado laboral.
Superando la discusión del funcionamiento del TC como tercera cámara, como institución conservadora que funciona por cuoteo y que no debiese existir, quisiera plantear la discusión que se esconde al reducir el conflicto entre el TC y la “voluntad del pueblo” representada por este Congreso de miembros corruptos.
Es archiconocido que uno de los pilares del Plan Laboral de José Piñera en tiempos de la dictadura militar fue la atomización sindical y reducir la negociación sindical sólo al ámbito de la empresa. La antigua negociación colectiva por rama o sector que existía antes de la Dictadura pasó a ser una cuestión del olvido, inclusive para la Concertación.
Está demostrado por diversos estudios que los países con negociación colectiva por rama tienen menor situación de desigualdad, sin embargo, esta es una discusión que la Derecha y la Nueva Mayoría han proscrito en materia laboral. Inclusive el diversas instancias de la OIT han sostenido que la prohibición de la negociación colectiva por rama en Chile atenta contra la libertad sindical, derecho consagrado en nuestra Constitución y en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Los “defensores de la libertad” en realidad sólo son defensores del mercado, pues cuando de libertad de los trabajadores se trata se olvidan de ella.
Así, el Congreso en la discusión de esta reciente Reforma Laboral prohibió la discusión sobre la negociación colectiva por rama, argumentando que no era parte del mensaje presidencial. A pesar que las pocas experiencias exitosas de negociación colectiva se ha realizado de facto como negociación por rama (caso de negociaciones del Sector Público y de la Unión Portuaria), desde un principio, la Nueva Mayoría renunció a una reforma laboral que cuestionara el Plan Laboral, por tanto no se trató como sostiene el progresismo de la CUT y de la Nueva Mayoría, que la Reforma Laboral deviniera en una mala reforma en el último tiempo. Inclusive, las últimas modificaciones como las “adecuaciones necesarias” que consagran el reemplazo interno, fueron presentadas por el mismo Gobierno y no por parlamentarios de la derecha.
Ante esta situación de las “reformas en la medida de lo posible del orden neoliberal” y encontrar alguna medida que la CUT pudiera defender sin sonrojarse, plantearon la Titularidad Sindical. Esto significaba que en las empresas en que existiera un sindicato no podría negociar un grupo negociador (aquellos que sólo se conforman para la celebración de un convenio colectivo, desapareciendo luego de firmarlo) y los beneficios alcanzados en un contrato colectivo sólo podrían extenderlos a otros trabajadores el sindicato y no el empleador.
Esto se presentó como un avance sustancial, sin embargo, la realidad es otra. Los grupos negociadores representan menos de un 8% de las negociaciones colectivas (Fundación Sol) y no constituyen el gran obstáculo para las negociaciones de los sindicatos. El problema es otro pilar del Plan Laboral: la pluralidad sindical. No sólo se permite la existencia de grupos negociadores, sino también, la existencia de pluralidad de sindicatos. Esto genera en la práctica la creación de sindicatos “amarillos”, pro empleador, que surgen en aquellos momentos en que se conforman sindicatos más combativos. Sumado a que la negociación sólo se reduce al ámbito de la empresa, esto genera la imposibilidad práctica de obtener un resultado exitoso en una negociación colectiva. Y por si fuera poco, sumando estos obstáculos, el Plan Laboral cierra con la consagración de una huelga ineficaz, pues en el caso de la negociación colectiva reglada tiene una excesiva regulación y judicialización que se mantiene en la nueva Reforma Laboral y se ve cerrada con el broche de oro de la permisión del reemplazo interno (“adecuaciones necesarias”) y la existencia en la práctica del reemplazo en general mediante la figura de los servicios mínimos. Por tanto, si bien la titularidad sindical es buena, en la práctica no hay beneficios que extender, pues en la mayoría de los casos de contratos colectivos “exitosos” el reajuste no supera ni el 1% y al final el “beneficio” sólo se traduce al bono de fin de conflicto.
Nunca se pretendió cambiar el Plan Laboral con esta Reforma Laboral y el rechazo a la titularidad sindical sólo deja sin discurso a los sectores progresistas de la Nueva Mayoría y a la CUT que defendían esta Reforma. Ahora sólo les quedará por defender los pactos de adaptabilidad, que son el único cambio sustantivo de la Reforma Laboral, que dejará sin derecho a una jornada máxima a los trabajadores y no viene más que profundizar la flexibilización laboral.
De todas formas, la Reforma Laboral no sólo es un fracaso de los sectores progresistas de la Nueva Mayoría. También es un fracaso para todas las y los trabajadores de Chile, pues demostró nuestra incapacidad para oponernos a una Reforma Laboral Patronal y plantear una alternativa desde el seno de la clase trabajadora que se pudiera imponer a los intereses de la clase empresarial que subcontrató en esta ocasión a los funcionarios del Gobierno y al Congreso para que legislaran favoreciendo sus intereses. Este 1 de mayo tiene que ser un nuevo punto de partida para una articulación desde y para los trabajadores, para derrocar al final el Plan Laboral impuesto en dictadura y profundizado por la Concertación y Nueva Mayoría.