Semana Santa: La semana del pescado

Semana Santa: La semana del pescado

Por: Edison Pérez | 24.03.2016
Esta no es la primera columna en que trato este tema: Dios. Y hay que ser muy revoltoso y contestatario para escribir en un pasquín politizado y ateo como éste, con todas las cosas que están pasando en el mundo, acerca de la Semana Santa. Pero lo que ocurrió entonces –sea cierto o no– sigue siendo el más portentoso acontecimiento de la historia.

Esta no es la primera columna en que trato este tema: Dios. Y hay que ser muy revoltoso y contestatario para escribir en un pasquín politizado y ateo como éste, con todas las cosas que están pasando en el mundo, acerca de la Semana Santa. Pero lo que ocurrió entonces –sea cierto o no– sigue siendo el más portentoso acontecimiento de la historia.

Hace unos días un editor me solicitaba que le enchulara un texto de un tercero, y me inquiría por mi disponibilidad, considerando que se aproximaba Semana Santa, espacio, a su juicio –por lo que me dejó entrever–, propicio para realizarle ese trabajo, con tantos días libres. Él y su familia (conozco sus hábitos), se iría a recluir a la casa veraniega de su suegro en Cachagua (algunos, al menos, se casan bien). Como usted es un descreído, le expliqué, le aclaro que este finde es Semana Santa, fiesta de guardar, que el viernes es Viernes Santo y no se trabaja y este otro domingo es Pascua (de Resurrección), diferente de la otra Pascua (fiesta), la de Natividad, que es cuando nace Nuestro Señor Jesucristo, como 33 años antes, de un parto virginal. Hasta ahí le aclaré al sujeto mi postura; la profundizo ahora para ustedes. Obvio la más importante de las dos fiestas es la del próximo domingo (Domingo de Gloria, por algo se llama así), pues es cuando el apodado INRI sube a los Cielos y desde entonces está sentado a la diestra de Dios Padre. Bueno, en realidad antes anduvo resucitado un tiempo más por esta tierra, por el peladero ese que Dios le prometió a los judíos desde tiempos inmemoriales en pleno desierto, lo que deja ver a un dios harto CSM con su pueblo elegido. Fue en ese tiempo que se le apareció a las tres Marías, a la peregrina (en el camino) de Emaús y a un montón de gente que fue con el cuento a las autoridades romanas y al Sanedrín y los dejaron locos. Incluso uno de sus apóstoles, Tomás, incrédulo él, para convencerse de que quien estaba a su lado era su mismísimo maestro resucitado, tuvo la tupé de meterle el dedo en la yaga a la santa herida de su costado (de ahí el dicho), con lo que el dedo de Jara no pasa de ser una inocentada.

El Viernes Santo comienza el jueves santo, la noche en que Judas entrega a su maestro con el famoso beso, algunos dicen que a los romanos y otros que a los soldados del templo (lo que sería una mayor mariconada), mientras los demás apóstoles dormían a pata suelta bajo los olivos sin respetar el pedido de Jesús de acompañarlo despiertos mientras se preparaba anímicamente para dar el paso que hubiera preferido ahorrarse, pero ya ven, hizo la voluntad de su Padre, terrible voluntad, acto para nada comparable con las actitudes de los cabros de moledera de ahora, incapaces  de entender con los audífonos puestos lo que su padre les dice.

El sábado santo (también con minúsculas) es como una transición entre el Viernes Santo y el Domingo de Gloria, porque si bien todavía es una fiesta de guardar, y antiguamente la gente andaba con la cara larga y ni se la lavaba siquiera, y los altares siguen pelados de ornamentos y las iglesias a oscuras, ya se sabe eso de la Resurrección y los feligreses empiezan a ponerse felizcotes. Al final los tres días RIP son milagrosamente cortos, porque comienzan el viernes a las tres de la tarde y terminan a las doce de la noche del sábado.

Obviando a los incrédulos que se van a la playa como si tal cosa, y derecho que tienen porque no están ni ahí con que el mismísimo Hijo de Dios esté agonizando en la cruz por culpa de sus pecados, más pánico me causan quienes justamente entienden lo contrario del mensaje pascual, y creen que la hacen de oro practicando la inusitada costumbre de hacer festines de pescados y mariscos. ¡Orgías, bacanales de pescados y mariscos! Las recetas más gourmet justo para esta fecha. Y es que el sentido es muy otro, eso de no comer carne. Como en esa época no era llegar y comerse un borrego, por ejemplo, lo ofrecían en sacrificio a los dioses (en este caso a Javhe, Jehova, el Dios verdadero; los otros no lo son) pero igual se lo comían, así como camuflados y haciéndose los santurrones. Y en este caso de Semana Santa sería un despropósito sacrificar un carnero, por ejemplo, o un pollo o un conejo, en el mismo momento en que se está ofreciendo en sacrificio nada menos que el Cordero de Dios, que con su inmolación borrará los pecados del Mundo. Lo que no quiere decir que haya que comer pescado, como lo promueven en el Terminal Pesquero.

Sin embargo ocurre algo más serio que los curas deben entender perfectamente pero callan, y es que en esos días “se rememora” un hecho que sucedió, en este caso, hace más de dos mil años, pero NO OCURRE CADA VEZ que se cumple su aniversario. Pero los curas se lo hacen vivir a sus feligreses y al propio Cristo con las catorce estaciones del Vía Crucis a punta de porrazos y latigazos, como si pasara de nuevo, cada año, con tipos disfrazados envueltos en trapos enrojecidos de témpera o ketchup, o sacerdotes del más pulcro blanco y una crucesita de madera de balsa a cuestas dando una vuelta por el interior de la parroquia. Puesta en escena que a lo largo del tiempo ha proporcionado grandes réditos a la Iglesia, qué duda cabe (me gusta esa muletilla de Lagos).

Tengo unos amigos evangélicos que para la ocasión se pegan el tremendo asado, conscientes ellos de que no cometen ningún pecado, pues todos les han sido perdonados a raíz de lo que se conmemora justamente en esos días, así es que lo celebran con su espléndido lomo vetado a la parrilla y su buen vinito tinto.

Por mi parte yo almorzaré en Viernes Santo un modesto plato de arroz con huevo, con lo que participaré del sacrificio pascual, pero la noche del sábado pretendo celebrar con un sabroso asado de vacuno, aprovechando el bajo precio de la carne roja. Será mi forma sincrética y culinaria de participar del regocijo de la Resurrección.