La última parada de Obed Silva, chofer del Transantiago

La última parada de Obed Silva, chofer del Transantiago

Por: El Desconcierto | 10.12.2014

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El 29 de octubre de 2014 Obed Silva se levantó a las cinco de la mañana. Ese día, una van de la empresa Express de Santiago Uno debía pasar a recogerlo. Ésta lo llevaría al depósito de Av. José Arrieta 9425 en la comuna de La Reina para comenzar su jornada laboral como operador de buses del Transantiago. El vehículo no llegó. Tuvo un accidente de tránsito. Obed se fue al trabajo en transporte público. Más tarde, ya en el depósito, Obed se enteraría del incidente y agradecería el no haber tomado el automóvil de la empresa. “De la que me salvé”, dijo a sus compañeros.

Diez para las siete de la mañana Obed recibió la planilla de trabajo y se dirigió al bus que le asignaron esa mañana. El recorrido era el 405c. Echó a andar la micro para juntar el aire que hace funcionar los frenos, puertas y suspensión. Mientras eso ocurría, se bajó para conversar con Raquel, su amiga y colega.

Los buses del Transantiago no pueden moverse cuando las puertas están abiertas. Se bloquea. Pero esto no se cumplió esa madrugada. La máquina de más de quince toneladas comenzó a moverse. Se dirigía hacia los trabajadores. Raquel vio cómo su amigo salía corriendo entre el pequeño espacio que separa un bus de otro para subirse e intentar frenarlo. Antes de que pudiera lograrlo, el troncal se encorvó y el fuelle aplastó al chófer de 64 años contra el bus colindante. Rápidamente, los trabajadores presentes intentaron reanimar al herido mientras convulsionaba, pero desde los conocimientos básicos. No había ni hay un paramédico en el depósito. Lo subieron a una camioneta para trasladarlo al centro asistencial más cercano. Antes de llegar al Hospital Militar y poco después de salir del depósito, el pulso detuvo su compás. Obed Silva falleció de manera casi instantánea.

 

2

Por la calle Las Perdices viene doblando un bus del Transantiago con una ventana quebrada. Está de regreso en el depósito. Salió a eso de las seis de la mañana. El bus es manejado por Ángel Luoni de 52 años. Son las 13:15 de la tarde y aunque legalmente los operadores del Transantiago solo pueden conducir cuatro horas continuas y descansar media, Ángel asegura que tanto el vidrio roto como las más de siete horas que lleva trabajando son cosas que ocurren casi todos los días.

A las afueras del depósito, los choferes del Transantiago se saludan de beso en la mejilla. También está Raquel que asiente en silencio y en silencio también, se va a trabajar. Ha pasado poco más de un mes del accidente que acabó con la vida de su amigo Obed. Hay risas y afecto, pero Ángel quiere conversar. Se despide de sus colegas y compra dos bebidas en la botillería de enfrente. Encuentra una sombra.

-Ya, conversemos. De todo.

Ángel Luoni lleva más de treinta años trabajando en el transporte público y cinco en la empresa Express de Santiago Uno. Y aquí, las condiciones no son buenas. El otro día, recuerda Ángel, estuvo parado once horas en el corredor de buses de Vicuña Mackenna esperando que lo fueran a buscar.

-Todos los días hay problemas técnicos. Todos los días, por cualquier cosa, los buses se quedan parados. La mantención es muy mala.

-¿Qué dice la empresa?

-La empresa no quiere gastar plata en repuestos.

-¿Y hay plata?

-Hay plata. Porque, además, estas empresas están subvencionadas por el Estado. La plata está, pero se la echan al bolsillo.

Ángel cuenta que en cuatro oportunidades buses se han ido calle abajo y han terminado adentro de las casas por la mala mantención.

-Todos los buses están rayados. Con las luces malas. Las ventanas rotas. Las puertas malas. ¿Qué hubiera pasado si hoy estuviese lloviendo o si se te cae un pasajero? La culpa es de uno. La gente ve eso desde afuera.

-¿Cómo conviven ustedes al interior del depósito?

-Bien. Siempre hay divisiones en los grupos grandes. Pero bien. El problema es que todo suma. Hay pocos baños -seis para 389 personas-, un hervidor, dos microondas, no hay asientos, muchas veces no hay té, café. En invierno esto es trágico. Estamos todos hacinados. Tú vienes cansado por todas esas horas de manejo, vienes alterado porque pasaste rabia con un pasajero, etcétera. Es mucho el estrés. Hay compañeros que llegan a los golpes por esto, hay compañeros con las manos quebradas.

Los operadores se organizan en sindicatos. Ángel comenta que solo dos de ellos trabajan por el derecho de los trabajadores: Sindicato Aluchar y Lautaro. Él es miembro del segundo. Los demás, asegura, son todos corruptos y están alineados con las empresas. Declara que no vienen a trabajar y ganan cerca de un millón de pesos. A Ángel se le descuentan 3.500 por cada hora sindical. El mes pasado su sueldo fue de 389 mil pesos.

- Lo más triste de todo es que el poder judicial, político, el Gobierno, la Inspección del Trabajo, todos, todos están unidos con los empresarios. Yo cuando entré el 2005 ganaba más plata que ahora. No puede ser que tú tengas que vivir en el depósito para poder ganar un poquito más de plata. Porque hay colegas que hacen cien horas extras para poder llegar a ganar ochocientas lucas mensuales.

-Lo más triste de todo es que el poder judicial, político, el Gobierno, la Inspección del Trabajo, todos, todos están unidos con los empresarios. Yo cuando entré el 2005 ganaba más plata que ahora. No puede ser que tú tengas que vivir en el depósito para poder ganar un poquito más de plata. Porque hay colegas que hacen cien horas extras para poder llegar a ganar ochocientas lucas mensuales.

Ángel cree que el Transantiago no es malo, sino que cada empresa transforma el sistema en un mal servicio. Él no se va porque lleva cinco años que no piensa regalar. No piensa regalar su plata.

-¿Cuál es su opinión respecto al accidente de Obed Silva?

-Es muy raro lo que pasó. Dicen que no estaba el freno de mano tirado pero el colega que entró al bus en la noche tiene que haberlo puesto, sino  el bus se habría arrancado esa misma noche. A lo mejor un aseador lo quitó por accidente, esa es la incógnita. Pero el error es de mantención. Un bus no puede -por leyes del Transantiago- moverse con las puertas abiertas.

-¿Qué otro factor incidió?

-La distancia entre ambos buses es muy corta. El gran error aquí es que en un depósito para 86 buses hay más de 120. Hay una sobrecarga y nadie fiscaliza. Al final, es la muerte de una persona. No es na’ un perro. Porque si seguimos así como estamos, con los buses así de apretados, a cualquiera le puede pasar.

-¿Cómo era Obed?

-Era un buen compañero. Le gustaba su trabajo. Pertenecía al Sindicato Aluchar. Le gustaba estar al aire libre, los paseos, la buena mesa. Siempre andaba sonriente, bueno para la talla. Y tenía hartos planes. De hecho se había comprado un auto para ir al sur en el verano. Es como irrisorio. Si tú lo hubieses conocido… Era una persona contenta, agradecida de la vida. Era una muerte evitable. Si la empresa hubiese cumplido con los requisitos que exige el Transantiago… Si quieren llevar esto a juicio, la empresa está jodida. Todos le vamos a servir de testigos al Obed. No puede ser que se haya ido así.

 

3

transantiagoObed Silva nació el año 1950 en San José de Maipo. Era el mayor de diez hermanos en una familia cuantiosa pero unida. Él se hacía cargo de sus hermanos mientras sus padres trabajaban. Les organizaba una especie de misa donde se juntaban todos a predicar, y los domingos la familia entera iba a la iglesia.

Se crió en el campo. Subía cerros, iba a las cascadas, exploraba. Ahí cultivó su amor por la naturaleza, que trascendería generaciones. En San José de Maipo pasó sus años escolares para después estudiar en Osorno Administración Pública en la Universidad de Chile. Allá se casó con Leonor del Carmen, profesora. Tuvieron a su primer hijo, Daniel.

Obed era miembro del Partido Socialista y trabajó de Dirigente de Zona durante los años de la Unidad Popular. Al mismo tiempo, hacía clases en un liceo comercial pero con el golpe de Estado lo apartaron de sus funciones y comenzó una persecución que lo obligó a irse a vivir a Santiago. Debido a su militancia política, fue vetado en los cargos públicos y no encontró el sentido de seguir con la administración. Comenzó un proyecto de emprendimiento en Puente Alto y luego fue chófer en Coca Cola.

En el año 1986 Obed creó junto a sus  compañeros de trabajo una sede del PPD en Puente Alto. Era miembro del partido y comenzó una activa participación en la campaña del No. Iba con sus hijos a la feria y repartían juntos volantes con las consignas de la causa. Daniel Silva, su hijo mayor, recuerda que con su padre llevaban un muñeco de Pinochet a la feria para que la gente le apuntara y así ganar dinero para la campaña. También recuerda que autos los seguían y ellos los perdían escabulléndose por las calles de la ciudad.

Volvió la democracia y Obed participaba en la campaña de un alcalde socialista en su tierra natal, San José. Fue jefe de gabinete en dos periodos. Participó en una tercera campaña, con otra candidata. Le fue mal. El 2005, el año de la convulsionada primera etapa del Transantiago, Obed Silva entró a trabajar en el transporte público.

A Obed le gustaba su trabajo pero también le complicaba. Estaba consciente de la responsabilidad que es manejar un bus que transporta a decenas de personas. Le comentaba a sus cercanos que a veces los frenos estaban largos. Le angustiaba que los buses no estuvieran en óptimas condiciones. A pesar de eso, él disfrutaba del volante. Pero más que rondar por la capital, le gustaba la gente. Era un gran conversador y del anonimato del bus surgieron varios amigos. Pasó algunos cumpleaños con gente que conoció en el recorrido y a veces invitaba a cantantes de micro a tocar guitarra en su hogar. Le fascinaba la música andina. No tocaba guitarra pero de eso se encargaba Daniel. El papá recitaba poemas y su hijo los musicalizaba. También le gustaba leer. El último libro que leyó Obed fue Muchas vidas, muchos maestros de Brian Weiss. Su familia era evangélica pero él estaba con los ojos puestos en oriente. Murió creyendo en la reencarnación.

Obed tenía una prescripción médica que le recomendaba no conducir. Padecía de presión alta. El día de su muerte tenía 64 años y le faltaba menos de doce meses para poder jubilarse. Intentó hacerlo antes pero las gestiones con la empresa no prosperaron. Él estaba dispuesto a renunciar a parte de su indemnización, quería negociar, buscar una salida aunque eso implicara un perjuicio económico. Su plan era comprarse una casa rodante y hacer un largo viaje por Sudamérica. La meta: Panamá. Ya había invitado a algunos amigos y a Leonor,  de quien se separó hace diez años. Hoy ella vive en Viña del Mar. Sin embargo, seguían viajando juntos, manteniendo una relación cercana y de admiración.

 

4

Daniel Silva es profesor de lenguaje. Ese día, tenía presupuestado levantarse a las nueve de la mañana para ir a una marcha por la educación a las once. Se despertó a las siete. Intentó volver a dormirse pero no pudo. Se sentía mal, estaba sobresaltado y empezó a dudar. Tras unas vueltas entre las sabanas, se levantó. No sabía si ir o no a la marcha cuando, cerca de las ocho, le llegó una llamada de una tía. “Danielito, me avisaron que tu papito tuvo un accidente. Pucha, hijo, no te angusties, pero parece que el accidente fue complicado”. La tía no se lo dijo pero Daniel, por el tono de su voz, lo intuyó. Su padre había muerto. Él, incrédulo, en el paso natural de la negación, llamó al celular de su papá. Le contestó una colega de Obed y ella le dijo lo que había pasado. Daniel vivía solo con su padre. La noche anterior habían estado tocando guitarra juntos.

El hijo, en estado de estupor, comienza a reclamarle a la amiga de su padre.

-Si está en el hospital algo se podrá hacer. ¡Tienen que reanimarlo, para eso están!

-No, Danielito. Te van a ir a buscar ahora.

Cerca de las nueve y media de la mañana un auto de la empresa recogió a Daniel. En el trayecto hacia el Hospital Militar intentaron explicarle lo que había ocurrido. Le dijeron que a su padre se le había olvidado poner el freno de mano. Daniel respondió inmediatamente que eso era imposible, que su padre tenía esos movimientos automatizados, que era muy prudente a la hora de manejar.

Cerca de las nueve y media de la mañana un auto de la empresa recogió a Daniel. En el trayecto hacia el Hospital Militar intentaron explicarle lo que había ocurrido. Le dijeron que a su padre se le había olvidado poner el freno de mano. Daniel respondió inmediatamente que eso era imposible, que su padre tenía esos movimientos automatizados, que era muy prudente a la hora de manejar.

La empresa Express de Santiago Uno difundiría, días después del accidente, un comunicado explicando las circunstancias de lo ocurrido según su versión de los hechos. Decía, entre otras cosas:

Causas inmediatas

Acciones inseguras:

-          No accionar maxi-freno.

-          Adoptar posiciones riesgosas (Interponerse entre dos buses)

-          Descender y alejarse del bus que se mantenía en marcha.

Condiciones inseguras:

-          Sistema de bloqueo de puertas con deficiencias de funcionamiento.

Causas básicas

Factores del trabajador:

-          Motivación inadecuada. Exceso de confianza al no accionar ni verificar maxi-freno.

El boletín culmina con algunas recomendaciones como respetar procedimientos, verificar el freno de mano y evitar transitar entre buses.

Colegas de Obed le comentaron a Daniel que lo lógico era que el bus se hubiera desplazado en línea recta porque así es cómo se aparcan, pero que más de alguna vez estos buses habían amanecido estrellados frente a la reja o con el parabrisas quebrado. También le contaron que aquella no era la primera vez que el freno de ese bus fallaba, ni que tampoco era primera vez que un accidente con esas características sucedía. La presunción de Daniel es que quizá esa noche el bus quedó con las ruedas giradas, para que en caso de producirse una colisión el impacto fuera menor.

 

-Mi padre debió haber pensado que las ruedas estaban rectas, como corresponde. ¿Cómo iba a saber que estaban giradas?

Daniel quería velar a su padre en el Cajón del Maipo, pero se le pidió a la familia que el cortejo pasara por el depósito. Y así fue. Ese día, en el depósito, todos sus colegas lo despidieron en un rito simbólico que recreó la rutina. Se realizó la última llamada a Obed por alto parlante y Daniel recibió, en su nombre, la última planilla.

-Estaban todos ahí. La gente de mantención, operadores, la gente de aseo. Y se nota, se nota cuando una persona es querida, se nota cuando la gente no está ahí por cumplir. Me acuerdo que vi hasta el bombero que carga combustible muy choqueado. Ese acto yo se lo agradezco a la empresa. Fue liberador ver a sus compañeros despidiéndolo.

Actualmente, Daniel se encuentra trabajando en una querella contra Express de Santiago Uno. Cree muy injusto que la empresa culpara a su padre por lo sucedido. Además, Santiago Uno cooperó con dinero para el funeral. Sin embargo, hoy, quieren descontar ese dinero del finiquito de Obed.

Daniel Silva ahora vive solo. En el living de su casa hay un collage que abarca una pared casi completa. En él su padre aparece con diferentes autoridades políticas como la presidenta Michelle Bachelet, Isabel Allende y Ricardo Lagos. Él las observa con una mirada que oscila entre la nostalgia y el orgullo. Mientras se dirige al comedor evoca su infancia. Recuerda cómo su padre invitaba mendigos a comer a la casa, ante el asombro del pequeño Daniel y sus hermanos. Habla del vacío enorme que dejó su padre. Un vacío curiosamente perceptible para el desconocido que visita su casa.

Daniel recapitula ese triste día en el hospital. Recuerda cuando vio a su padre, tenía el lado izquierdo de su cuerpo completamente amoratado. También recuerda cuando llegaron sus hermanos, Cesar y Nadia. Ninguno está bien, todos tenían muy buena relación. Obed siempre encontraba un pretexto para reunir a la familia.

Daniel agradece el poder haber compartido estos años con él. Pero tiene una espina. Tiene rabia.

Los restos de Obed Silva descansan en el Cementerio General, mientras desde su casa Daniel lo recuerda con un video. Son registros del verano pasado: Obed baila un vals con Leonor en Chiloé. Padre e hijo no dejan de reír y bromear. Hoy, solo hijo, observa en silencio.