La U: La Importancia de Ser Club
¿Te lo habrás preguntado alguna vez? Dentro de muchos años, cuando tu hija o hijo te pregunte: «papi, ¿qué estaban haciendo tú y tus camaradas cuando quebraron a la “U”? ¿Cómo fue que lo permitieron?» Intencionalmente extraviarás la mirada, agacharás la cabeza y evitarás responder. Porque hayas sido uno de los pocos que dieron cara e intentaron detener el proceso o uno de los miles que permanecieron impávidos, la vergüenza de haber permitido que nos quitaran la “U” no la podrás evadir y no sabrás qué responder.
Acto seguido tu hijo volverá a preguntar: «pero bueno, ¿qué hiciste luego de la quiebra? ¿Hiciste alguna cosa para recuperar el Club?» ¿Te lo has preguntado alguna vez? Imagínate la situación. Detente un instante y piensa. ¿Qué harás, dirás o sentirás en ese momento? Cuando la historia quiera juzgarte como hincha de la “U”, ¿qué dirá de ti?
Excusas para haber permitido que nos arrebataran el Club Universidad de Chile y nos lo cambiaran por una empresa de mierda llamada Azul Azul pueden haber muchas. Que éramos muy jóvenes, que fue toda una maquinaria donde intervinieron distintos poderes, que nos confiamos, que nunca logramos articularnos, que no manejábamos la información, cualquier cosa. Excusas hay para todos los gustos. Pero la realidad es una sola: a nosotros, nuestros padres y abuelos nos legaron UN CLUB; nosotros, los azules de esta era, a nuestros hijos e hijas les entregaremos UNA EMPRESA. No supimos proteger el legado. No fuimos capaces de defender lo que con tanto esfuerzo ellos construyeron.
Yo soy uno de esos. Soy uno de los que tendrá que vivir por siempre con la vergüenza de no haber hecho lo suficiente para evitar que nos despojaran del Club. Estoy condenado y viviré arrepentido hasta el último de mis días por eso. Pero de la vergüenza y la pena surgen la rabia y unas ganas infinitas de redimirme. Y es que no quiero ser recordado como otro más de esos hinchas que no hicieron nada por la “U” y que creyeron que bastaba con ir a la cancha a alentar. Quiero poder mirar a mis hijos y nietos de frente y decirles: “yo sí luché”. Quiero poder contarles que yo fui uno de los miles que intentó recuperar lo que perdimos, lo que nos quitaron.
Sin embargo, quienes nos hemos entregado a la tarea de cambiar el actual orden de las cosas y volver a ser Club, a menudo nos estrellamos de lleno con una realidad horrorosa: para muchos, el volver a ser Club no significa nada. Para muchos, no existe una diferencia sustantiva entre ser una S.A. y ser un club. Esa frase, eso de “volver a ser Club”, es apenas eso, una frase. Está vacía. No tiene sentido. Allí uno se da cuenta de que para poder recuperar el Club, antes hay que explicarle a la hinchada lo que esto significa.
¿Y quién podría culpar a esas personas? ¿Sabrán ellos lo que es ser un club? ¿Lo habrán vivido alguna vez? Los más jóvenes, aquellos que se volvieron hinchas después de la quiebra, difícilmente lo sabrán. Ellos llegaron cuando las cosas ya estaban destruidas. Solo habrán experimentado lo lindo de ser Club a través de la lectura y la historia. Para ellos la “U” siempre ha sido una empresa. Otros, los más mayores, son depositarios de una cultura en la que lo social es siempre secundario a lo individual; son víctimas silenciosas de un sistema profundamente mercantilizado en donde valores como la participación y la equidad son meras frases para la galería. Son herederos de una historia reciente en la que la partición democrática era castigada, y en la que el miedo y la incapacidad de escuchar al otro fueron siempre pilares de la institucionalidad. Son hinchas que ven en un club tan solo otro modelo de administración. No pueden, no alcanzan a ver el verdadero significado y la genuina riqueza que hay en un club. Y no tienen culpa en ello.
Pero al final de todo ¿qué es ser Club? ¿Por qué algunos estamos tan obsesionados con serlo? La respuesta no es sencilla, sobre todo cuando quien debe oírla creció en un mundo donde lo social es tan secundario. No se puede simplemente decirle “porque es lo correcto”, ni explicarle que la fuerza de la historia y la lógica así lo mandatan. Hay que ir un poco más allá.
Un club es una instancia, es un lugar, es una forma de entender las relaciones humanas. Un club es el punto en donde nos encontramos con nuestros hermanos y hermanas tras ser llamados por una voz que solo nosotros podemos oír, como si estuviera codificada. Y nosotros la entendemos porque manejamos ese código común. Se trate de un grupo de scouts o de un equipo de fútbol, hay algo que es común a todos y queremos desplegarnos libremente en función de eso. En el caso de la “U”, nos reunimos porque conocemos su historia, porque compartimos una cierta idiosincrasia o porque tenemos una forma particular de entender lo que significa ser hincha y amar a un equipo. En definitiva, nos congregamos en torno a la “U” porque ella, en algún instante del pasado, logró enamorarnos. En palabras más simples: porque compartimos un amor, un sentimiento. Y en ese sentido, cada vez que nos reunimos en el estadio, un bar o en el cumpleaños de un amigo con otros camaradas, estamos haciendo y creando club, estamos compartiendo ese amor. Se puede afirmar, entonces, que lo que el capitalismo privatizador nos arrebató fue la administración del Club, y no el Club en sí mismo, pues ese lazo de hermandad y camaradería sigue allí.
Pero qué importante es que ese sentido de pertenencia sea recíproco. Para pertenecer, deben dejarte pertenecer (o tú ganar la pertenencia). No se puede pertenecer a un club y al mismo tiempo estar excluido de él. Y sin embargo, esa es la triste situación que tenemos hoy. Y es que amar a la “U” y no tener participación –voz y voto– es como tener pareja y que ella no esté ni siquiera enterada. Es simplemente absurdo. Alguien podría pensar que ir a la cancha y alentar los 90’ es una forma de participación. Y sí, efectivamente lo es, pero utilizando la analogía anterior: es como tener pareja, amarla, y estar separado de ella por un abismo que te impide besarle, acariciarle o abrazar su esencia. Es un remedo de romance, un sinsentido.
La verdad fundamental es que el club se construye entre todos. Es un espacio donde priman la equidad y la justicia y todos tienen el mismo valor. No hay una voz más importante que otra y todas deben ser escuchadas. El club es intrínsecamente democrático. Por contraparte, la existencia de una S.A. supone exclusión y autoritarismo. Es un espacio cerrado donde prevalece la dictadura del poder y el dinero. Solo la voz de unos pocos (el directorio) es la que vale. Y no es que la de los hinchas -que somos quienes finalmente damos vida al club- valga poco; simplemente no vale absolutamente nada. Cambiar club por S.A., significa renunciar a la libertad y aceptar la opresión.
Por otro lado, el peso de la historia tampoco no puede ignorarse. La mayoría de los clubes fueron construidos por determinadas personas en determinados lugares y momentos. En el caso de la “U”, los primeros estudiantes del Internado Football Club, del Club Atlético Universitario y del Club Náutico Universitario que se congregaron e hicieron el esfuerzo para formar un equipo y que con los años iban viendo cómo ganaba adeptos, merecen ser honrados y no humillados con el control que hoy pertenece a una empresa. Lo que ellos soñaron es corrompido y ultrajado con una administración como la actual. No quiero ni imaginar lo que esas personas -que nos regalaron lo que más amamos- sentirían si vieran el estado actual de aquello que fundaron. Seguramente caerían fulminados por la pena ahí mismo. Volver a ser Club implica un respeto consciente y necesario por la historia.
El capitalismo no conoce de límites. Se apodera de todo, desde los recursos naturales hasta los sentimientos de las personas, pasando por los caminos, la educación, la salud e incluso el fútbol. Resistir contra el fútbol de mercado y luchar por el Club implica, de cierta manera, pararse frente a esa bestia aborrecible y negarse a que te devore. Y es que hay que tenerlo claro: en el mundo moderno, donde la ley suprema es la del capital, no basta con pagar una entrada y apoyar a un determinado equipo. No, no basta con eso. En este país, donde la libertad se pisotea a cada segundo, ser hincha implica necesariamente un acto de rebeldía, sobre todo cuando se entiende que las S.A. son todo lo contrario a lo que se supone debe ser un club. Ser hincha debe implicar necesariamente resistirse a ese orden en el cual los hinchas somos excluidos y menospreciados; y debe implicar luchar por uno alternativo.
Quienes nos hemos juramentado recuperar el Club, lo hacemos porque nos negamos a renunciar a lo que la “U” representa: libertad, comunión y camaradería. Nos negamos a aceptar que nos quiten todo aquello en lo que creemos y amamos. Nos rehusamos a ser hinchas de una empresa. Queremos volver a los orígenes, recuperar el misticismo y el romanticismo. Queremos poder enfrentar a la historia con la frente en alto y no avergonzarnos ante nuestros hijos cuando nos hagan esa inevitable pregunta: «¿qué hiciste tú por la “U”?» ¡Queremos ser libres!
La lucha que hemos decidido dar no es fácil. Por adversarios tenemos poderes políticos y económicos que nos superan, pero el amor por la “U” excede todo eso, sin duda. Además, ese amor ha gestado en nuestros corazones una convicción y un compromiso igual de grandes. Y día a día somos más, y cuando la fuerza que tengamos sea la de toda una hinchada consciente y unida, nada podrá detenernos y el regreso del Club será inevitable.
Tenemos claro que solo dos cosas pueden detener esta lucha: la muerte o la victoria. No descansaremos hasta ver a la “U” libre, así nos tome la vida entera. Viva la U. ¡Viva la U valiente, combativa y LIBRE!
Asamblea de Hinchas Azules, hinchas organizados por la reconstrucción del Club de Fútbol de la Universidad de Chile.