Subverso, rapero: "Las canciones también educan"
Durante el apogeo del movimiento social, sus canciones se difundieron con rapidez y llegaron a los oídos de quienes, incluso, nunca habían escuchado hip hop. Subverso, autor de las letras rebeldes y contrainformativas, hizo su propio espacio dentro del circuito rapero de la mano de datos, cifras y análisis de la coyuntura.
Después de pasar unos años en su tierra natal, Detroit (Estados Unidos), regresa a Chile recargado: el pasado martes estuvo presente en un concierto popular de la Federación Nacional de Pobladores (Fenapo), junto al río Mapocho, y su nombre se registra en diversos eventos de autogestión de colectivos y movimientos sociales. Al pie del cañón como siempre, Vicente está de vuelta.
En entrevista con ElDesconcierto.cl, el rapero reflexionó sobre el potencial del hip hop y su estrecha vinculación con el entorno, además de recorrer los primeros pasajes de un país que volvió a las manos de la administración concertacionista. Esta vez, bajo el nombre de Nueva Mayoría.
¿Qué te parece el desarrollo actual del hiphop político? Creo que comenzaste como uno de los referentes de esta nueva generación rapera.
El hip hop más consciente, más social, más político surge por necesidad, por el mismo ambiente que hoy se vive. Creo que en los últimos 10 ó 15 años se ha consolidado, se ha fortalecido y de la mano siempre de los movimientos sociales y sus inquietudes, ese es el vínculo que ha permitido que se exprese esto en las nuevas generaciones de raperos.
El hip hop es un importante aporte a la lucha que ha testimoniado, por ejemplo, lo que pasó el 2006, lo que pasó el 2011. Por sus raíces y entornos, está presente también en las actividades de autogestión y visibilización de ciertas luchas, como la de ayer. Lugares y espacios así ayudaron a fortalecerlo y ahora hay toda una generación de cabros que están poniéndole bueno en ese sentido.
Hay una generación amplia que está apostando a desarrollar discursos políticos desde el rap y eso era algo que no se hacía tanto en Chile, ¿no?
Claro. Siempre ha estado el contenido, pero lo que yo creo es que van de la mano. A medida que van creciendo los procesos y las organizaciones sociales, también el rap. Si uno observa el nivel de formación de los estudiantes que han salido de las luchas estudiantiles también es distinto a lo que había 10 años atrás, entonces no es una cosa aislada lo que le pasa al hip hop. Tiene todo que ver con lo que está pasando en el país.
Tu estilo propio de rap llamó mucho la atención en su momento porque no basaba su rollo político solo en consignas, sino que entregabas muchos datos, mucha historia. Leí por ahí que le llamaban raperiodismo, ¿cómo analizas el desarrollo de ese estilo, que por estos días tiene a varios seguidores?
Creo que es una consecuencia natural de ese proceso de ir mejorando y haciendo más eficiente y más eficaz lo que uno quiere decir. Estás mejorando el rol de comunicador y si uno tiene un objetivo político y social dentro del hip hop, obviamente va a querer que eso sea una herramienta. A mí me representa eso del periodismo y el rol de la educación popular, es una herramienta de información política. Aunque yo creo que eso implica otras cosas, las canciones también educan, también van metiendo cierto ruido. Los datos no buscan darle un toque más intelectual, sino que ir conectando esa información con la realidad, con lo que la gente siente y vive. La idea es darle argumentos y sustentos al discurso.
¿De qué escribes hoy? Hay mucho que decir, han pasado varias cosas desde tus últimos temas.
Estoy medio calladito (risas). No, en realidad estoy medio calladito porque sí, tengo hartas cosas que escribir, estoy en ese proceso pero otras necesidades también, vinculadas a los cabros que se están organizando y a veces los tiempos nos dan, sumado a la familia. Hay harto que decir hoy día y yo creo que los mismos mensajes de otras canciones reviven… por ejemplo, lo que escribí el 2011 respecto a los estudiantes creo que todavía me representa muy fuerte. Específicamente respecto a lo que hemos aprendido de las luchas. Hoy día estamos en un proceso donde volvemos a tener un gobierno neoliberal, disfrazado de una corriente más progresista, que propone ciertas reformas y se adjudica y trata de apelar a las banderas y consignas de lo que fue el movimiento estudiantil y otros movimientos, pero que obviamente sigue ligado a los empresarios, a las líneas neoliberales de la política, pero que en el fondo va a aplicar reformas que no recogen ese deseo del movimiento social.
Una de las cosas que creo que hay que decir es que hay que seguir movilizados, hay que seguir organizados, las conquistas sólo las vamos a alcanzar desde la organización, desde la base, desde nosotros, y no esperando que eso se traduzca en una representación política por arriba, cupular, como ha sido hasta ahora. No es que volvamos a caer en esa trampa, pero es difícil la táctica y la estrategia en esa posición. El movimiento social ha tenido que entrar en las negociaciones, pero hoy se ve que ese camino sólo está llevando nuevamente a una reforma vacía, sin el contenido que se le quiso dar en algún momento.
Justamente el 2011, cuando escribiste esa canción, llamabas a ponerle bueno, a no flaquear, con algunas advertencias… hoy día, sin embargo, el movimiento estudiantil pasa por uno de sus peores momentos. ¿Cómo percibes tú ese escenario?
Eso es lo que te decía. Esa advertencia era no volvamos a caer en la trampa del 2006. Ahora, decir eso es súper fácil. Organizarlo y canalizarlo por la vía política es muy complejo y hoy hay una generación enfrentando ese desafío. Yo creo que el movimiento está en un momento complejo políticamente porque el 2011 enfrentábamos a un gobierno de derecha, todo el mundo estaba dispuesto a dar unidad en función de la protesta y, en el fondo, algunos de ellos, también de volver al gobierno. Siempre supimos eso, nunca estuvo en duda. Lo mismo pasó el 2006. Lo importante es que se ha crecido y que el desafío es hoy día volver a ver con claridad las cosas, creo que en algún momento se va a agotar esta obra de teatro que están montando con la reforma y ese descontento va a volver a surgir. No sé si eso sea este año, el próximo año, la cosa se ha dado de forma cíclica, pero siempre vuelve más fuerte. Yo le tengo fe a ese proceso y no caigo en la tentación de confiar en esa vía institucional que entrega pequeñas cuotas de poder.
Ayer tocaste en la Fenapo y he visto tu nombre en distintos eventos de autogestión. Desde el 2011 ha persistido el interés de muchos colectivos por generar instancias de organización popular y con buenos resultados. Ayer, por ejemplo, llegó mucha gente al Mapocho, ¿qué te parece?
Sí, estuvo bonita la actividad pero, en el fondo, qué brígida la situación. Van a ser dos meses acampando en un río, en el centro de la ciudad tratando de visibilizar una lucha que es muy sencilla de entender, que es el derecho a la vivienda, pero este gobierno tiene la misma sordera que en su primera administración. Bachelet fue enemiga de los movimientos sociales el 2006 y lo va a seguir siendo. No hay ningún respeto hacia esos movimientos, pero es verdad que siguen creciendo, que se siguen multiplicando. El movimiento de los pobladores, por ejemplo, está en mejor posición que cuando yo me fui.
Hoy también hay un despertar del movimiento sindical. Lento, pequeño, pero viene. Y viene obviamente por las mismas condiciones de vida que la gente tiene ahora. Yo creo que es importante construir a futuro, pero falta empezar a trabajar mucho más seriamente el tema de la unidad. Creo que nuestra principal debilidad, desde hace mucho tiempo, es la gran cantidad de colectivos y organizaciones con visiones no tan distintas que no se logran poner de acuerdo, que no se deciden, que ven mucho más las diferencias que lo que tenemos en común, que no logran generar un trabajo articulado, intersectorial que logre unificar las luchas porque todas tienen un mismo origen, que es la mercantilización de todos nuestros derechos. Todas las luchas tienen el mismo origen y todas las luchas tienen la misma solución, que debe ser política. Por eso siempre supimos que la lucha por la educación debía enmarcarse en algo mayor, no habrá educación socializada al servicio del pueblo en un modelo capitalista, eso es incompatible. Ellos no van a soltar sus fuentes de lucro.
Creo que tiene que haber una vocación de unidad mucho mayor que la que ha habido hasta ahora. Uno de los problemas siempre ha sido el tema electoral e institucional, quienes están por fuera de ese camino y quienes apuestan por eso. En ese debate creo que están las dificultades de la unidad y lo otro es la visión chica, pequeña, de cómo construir organización, de no soltar el pequeño espacio que tiene uno para trabajar junto a otro. Creo que la pega del rap es también cantarle a eso.
Uno de los enemigos que se vislumbraban en varias de tus canciones era la Concertación y sus lógicas en distintos niveles. ¿Cómo ves el regreso de esta clase política al poder, bajo un nuevo nombre y con ciertos guiños a demandas progresistas?
Yo siempre sentí que tenía dos enemigos claro dentro de lo que hacía como rap y donde había que apuntar. Por un lado estaban los medios de comunicación de los poderosos, nosotros siempre intentamos hacer contrainformación y ser una ventana de comunicación alternativa y popular. Como periodista, tu sabes que hoy hay una concentración y monopolio de poder mediático muy fuerte. La capacidad de dominar el discurso a través de los medios ha sido una fortaleza del poder en Chile.
Y lo otro que me pareció importante era este bloque en el poder de la Concertación. Cuando uno se enfrenta a la derecha sabe a quiénes se está enfrentando, sabe quiénes son sus amigos, que odian y desprecian a los pobres y que no tienen asco en decir que creen en el modelo que favorece a los empresarios. La gente sabe eso, pero con esa izquierda que va desde los democratacristiano y los socialistas que dejaron de ser socialistas, uno se confunde porque el discurso al menos parece más hacia la izquierda… para mí es más peligroso eso porque confunde y te dice una cosa pero al final es muy hábil en seguir las líneas neoliberales, implementar la represión, pero con un discurso más progresista, que se abre a ciertos temas valóricos, que se abre a focalizar ciertos recursos a la solución de algunos efectos de este modelo pero que no enfrenta la cosa estructural, que no está dispuesto a una reforma democrática profunda o económica, a entregar niveles de participación distinta. Hay una cosa que en el discurso aparece convocante pero que en el contenido no va más allá.
Siempre ha sido un objetivo desnudar eso, demostrar que es una de las trampas que vivimos desde fines de los 80, cuando nos dijeron ya, el pueblo se movilizó, radicalizó la lucha contra Pinochet, entonces ahora nos toca a los políticos. Nosotros resolvemos y canalizamos las demandas del pueblo. El pueblo existe hoy día sólo para consumir, para votar y nada más.
¿Cómo ves la instalación de la banda estudiantil en el Congreso? Estos dirigentes que nacieron junto con el movimiento social por la educación y que hoy están cumpliendo un rol que por algunos es muy criticado y por otros es mirado con buenos ojos.
Yo veo los procesos sociales como procesos de grupos sociales, no de individuos ni de líderes. Puede haber gente que participó del movimiento estudiantil que tenga buenas intenciones, que crea que está haciendo las cosas bien, pero en el fondo ellos representan una apuesta política. Y más allá de los líderes que tengamos desde la organizaciones que nos sentimos con vocación revolucionaria, creemos eso, que esas personas representan apuestas políticas, van rotando, pero lo que nos importa son los procesos de organización. Si la gente que hoy está en esos puestos hoy día está contribuyendo a los procesos de organización, de movilización, de no creer que ellos solamente tienen la capacidad de decir las propuestas y los caminos que van a tomar las demandas, entonces bien.
Pero si ellos tienen intereses y representan al gobierno, como Camila Vallejo o Giorgio Jackson, que representan a gente cercana al gobierno, lo mismo la Karol Cariola… aunque ellos se sientan independientes y tengan sus propias opiniones, hoy día están aliados con la gente que está en el poder, que son los mismos de la Concertación de hace 20 años, que no han cambiado, aunque traten de ponerle nuevos nombres y etiquetas. Ellos no han cambiado en sus posturas, sus ideas apuntan a defender el modelo tal como está, a hacer reformas que vayan haciendo un poquito más suave sus consecuencias pero no cambian nada en la estructura.
Eso es lo que yo opino de la bancada estudiantil. Creo que si representan esos intereses, no es donde tenemos que mirar. Donde tenemos que mirar es donde está la gente, en el liceo, en la calle, organizada, que hoy día pueda, desde el colectivo, generar esos cambios.
Pronto se va a cumplir un nuevo aniversario por la muerte de Manuel Gutierréz. ¿Qué piensas de esta situación? Considero que hay cierta resignación respecto a ello, que habla de muchos otros casos de muertos en democracia.
Es la clave para mantener contenidos a los movimientos sociales y deslegitimar este proceso de encontrarse, de buscar juntos la solución. Lo que ocurre con Manuel Gutiérrez es lo mismo que ocurre con Juan Pablo Jiménez, el movimiento mapuche y lo que están presos hoy día representan lo mismo: transformar la participación y la exigencia de derechos en algo peligroso, en algo dañino que es posible de reprimir por las leyes, por las balas o por la condena mediática. El tema de mostrar la protesta social como algo delincuencial es la tendencia en Chile y muy funcional a mantener el sistema económico y político, ellos necesitan que la gente no valide estas luchas.
Yo creo que el asesinato de Manuel Gutiérrez cabe dentro de eso. Ocurrió en agosto de 2011 y el movimiento social estaba prendiendo mucho más de lo que ellos querían, con mucha fuerza, y yo no creo en la tesis de un paco que se vuelve loco y dispara, ni en ese caso, ni en el de Matías Catrileo, ni en el de Mendoza Collío ni en tantos otros. Ellos matan, tienen órdenes, los medios saben cómo enmarcar los hechos y son asesinatos políticos cometidos por el Estado de Chile.