AVP: aún no es tiempo de descorchar las champañas

AVP: aún no es tiempo de descorchar las champañas

Por: El Desconcierto | 17.01.2014

AVPHace 500 años, Pedro de Valdivia, uno de los principales conquistadores, contrajo matrimonio en 1527 con María Ortiz de Gaete. En 1535 emprendió el viaje hacia el Nuevo Mundo y nunca más la volvió a ver. En América conoció a Inés de Suárez, con quien inició una intensa y fogosa relación extramarital; seguramente sus atributos aguerridos habrán despertado sus instintos de “conquistador”.

Cuando Valdivia ya tuvo el control de la ciudad por sobre nuestros pueblos originarios, cuando los esclavizó e hizo de ellos sus sirvientes, armó su casa y convivió con ella durante algún tiempo, tras fundar Santiago de la Nueva Extremadura. Tenían una vida normal, marital, tal cual como la que usted o yo tenemos actualmente. Pedro de Valdivia vivía al alero del pecado, según las posturas dogmáticas de esos remotos tiempos. Eso fue hace 5 siglos y hoy parece que algo puede cambiar, un pequeño rayo de esperanza se abre en el sombrío panorama social del país.

Hago este preámbulo histórico para hablar sobre el asentimiento en el Senado acerca de la idea de legislar sobre el Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) que fue aprobado el pasado martes 7 de enero con 28 votos a favor, 6 en contra y 2 abstenciones. Un hecho histórico, un día negro para la Alianza. Esta consonancia permitirá extender el plazo hasta el próximo 20 de enero para que los parlamentarios presenten sus indicaciones y puedan alcanzar los respectivos acuerdos.

Entre los 28 senadores que votaron a favor se encontraban: 19 parlamentarios de distintos partidos de la Nueva Mayoría, 3 independientes y uno del MAS. Pero además, sorprendió la postura a favor que adoptaron algunos senadores del oficialismo que impulsaron la idea de discutir sobre este proyecto de ley (2 de RN y 3 UDI, esto último parece lo más curioso). Entre quienes se inclinaron en contra del proyecto de ley fueron tres RN e igual número de representantes de la UDI, consolidando una posición pareja, nada extraño ni curioso, tomando en cuenta el contenido de lo que se estaba discutiendo.

Varias cosas llamaron la atención de la sesión. Comenzando –por cierto– por aquellos senadores que pertenecen al partido que avala y resguarda las ideas más conservadoras del país y que dieron su beneplácito apuntando en contra de sus propios estatutos históricos, aquellos que avalan al matrimonio como principal institución de una sociedad a la cual se le ha impuesto un conservadurismo forzado y heredado de la Constitución política de la dictadura, pero que a sabiendas de ello se atrevieron a ir en contra de todo eso. No sabemos si definitivamente han entendido que la sociedad y sus componentes han cambiado, pues de ser así, entonces podemos afirmar que los parlamentarios díscolos de RN están haciendo bien su pega. Otro hecho curioso: los 6 parlamentarios que votaron en contra utilizaron argumentos que, de aprobarse en el futuro el AVP, radicaría en el debilitamiento de la familia yendo en contra de las instituciones fundamentales y del ordenamiento jurídico. Y en las tribunas, un séquito irracional que llevaba consigo pancartas y chapitas que inducían a volver a Cristo y posturas a favor de la familia, lo que causó que el presidente de la Cámara del Senado, Jorge Pizarro, pidiera a Carabineros el desalojo de la sala.

Se trata del mismo sector conservador del mundo evangélico que ha demonizado la concepción de un país progresista y que diariamente intenta imponernos sus comportamientos puritanos, aquellos que creen que con ideas anacrónicas, conservadoras y discriminatorias, el mundo y Cristo nos salvarán del apocalipsis, porque lo que dice la Biblia, aquel best seller de historia que todavía es éxito de ventas en las librerías, se debe cumplir al pie de la letra. Pero vayamos por parte.

Lo primero es aclarar que lo que se aprobó no fue el proyecto propiamente tal, sino que la idea de legislar sobre el proyecto de AVP. Es decir, todavía no se pueden descorchar las champañas, porque esto aún no se ha convertido en ley. Sin embargo –y para aquietar la ansiedad– es el primer paso para lo que eventualmente podríamos considerar una norma justa, innovadora y moderna para la sociedad, que en su mayoría reclama menos discriminación y mayores oportunidades para las parejas heterosexuales que optaron por no casarse. En cuanto a las parejas del mismo sexo, la buena noticia es que de aprobarse este proyecto de ley, estaríamos frente al puntapié inicial de que el Estado por fin se ponga los pantalones y se comporte a la altura.

En suma, los principales puntos del proyecto apuntan a regular los derechos y obligaciones que adquirirán quienes lo suscriban; tanto las parejas heterosexuales como homosexuales que conviven actualmente o que decidan vivir juntas, podrán acogerse a este estatuto para prestarse ayuda mutua, compartir una vida en común y resolver distintas cuestiones relacionadas con la administración de sus bienes y también con materias sucesorias; generará los derechos y obligaciones que establece la ley confiriendo a los contrayentes un estado civil nuevo; dicho contrato se podrá celebrar ante un notario o ante un oficial del Registro Civil e Identificación; los conflictos que surjan podrán ser resueltos por los tribunales de familia; ambas partes conservarán la propiedad, el goce y la administración de los bienes adquiridos y los que adquieran durante la vigencia de la norma; los contratantes se deberán prestar ayuda mutua y estarán obligados a solventar los gastos generados por su vida en común y, podrán acceder a la herencia de la misma forma y con los mismos derechos que le corresponden al cónyuge sobreviviente.

Es decir, estamos frente al reconocimiento de los derechos fundamentales de toda pareja, la posibilidad de que el Estado deje de castigar a quienes decidieron consolidar su amor a través de una forma distinta, aquellos que simplemente resolvieron no casarse, pero que, sin embargo, son discriminados en diferentes ámbitos de la sociedad quedando en una situación de vulnerabilidad y precariedad.

Empiezan a quedar en evidencia los primeros conflictos al interior de la Nueva Mayoría, cuando algunos parlamentarios de la Democracia Cristiana insisten en que el matrimonio tiene que ser entre un hombre y una mujer, mientras que en el PS, en el PPD y en PRSD siguen insistiendo en esta justa causa de que los homosexuales puedan acceder a aquello. Parece contraproducente, pero la Presidenta electa deberá ordenar sus filas, si su intención es realmente cumplir con sus promesas de campaña. Hablamos de derechos, pero también –digámoslo fuerte y claro– es la obligación del Estado resguardar a aquellas parejas que por años han sido postergados y discriminados.

Habrá que ser más fuertes en los próximos meses, porque el mundo evangélico seguirá demonizando estas causas justas argumentando que la familia se está destruyendo. Recuerdo bien cuando hace años se aprobó la Ley de Divorcio y se utilizó el mismo argumento, pero francamente no veo en qué minuto de nuestra historia el matrimonio se convirtió en una institución en peligro de extinción. Yo mismo me casé el año antepasado y lo hice ante un oficial del Registro Civil, porque quería compartir mi vida al lado de la mujer que amo. Entonces, ¿será tan difícil de entender que dos hombres o dos mujeres que se aman quieran acceder a los mismos beneficios que nosotros los heterosexuales?

Si los evangélicos entendieran que esto no se trata de liberalidad ni de visiones alejadas de Dios ni de la religión, otro gallo cantaría. El problema es que tratan de imponernos conceptos que están demasiado alejados a cómo se comporta la sociedad actual que demanda un Estado Laico de verdad. Les tuvieron que reconocer su día al amparo de una Ley, reconociéndoles sus derechos y sin ningún tipo de intolerancia y no recuerdo que nadie se haya opuesto a aquello. Aquellos conservadores que alzan las banderas de Dios y de Cristo y que demonizan diariamente a los homosexuales, deberían comprender que la sexualidad no tiene nada que ver con la procreación, sino que obedece a respuestas e impulsos propios del cuerpo humano y que el amor se encuentra en otro tipo de dimensión.

Es de esperar entonces que los senadores se comporten a la altura y se pongan los pantalones de una buena vez y aprueben el proyecto de ley del AVP, que sólo busca validar ante la sociedad una forma distinta de construir matrimonio. Aquella que le otorga el derecho y el reconocimiento a las parejas heterosexuales y homosexuales de ser feliz de una vez por todas.

El Presidente Sebastián Piñera colocó “suma urgencia” al proyecto, en una medida que parece desesperada para que se apruebe antes del 11 de marzo. La Ministra Secretaria General de Gobierno, Cecilia Pérez, agradeció la voluntad de los parlamentarios; sería bueno que la Secretaria de Estado le dijera al Mandatario que esto también tiene que ver con los derechos de los homosexuales y lo invite a que deje de afirmar que el matrimonio es “entre un hombre y una mujer”.

Ese martes en la noche, una amiga mía del colegio que ha reconocido abiertamente su homosexualidad escribió en Facebook: “se aprobó el AVP… emocionada”. Me tocó la triste noticia de decirle que sólo se había aprobado la idea de legislar, pero que sin duda, esto es el primer paso. Es de esperar que la Cámara Alta no le robe su ilusión de ser feliz junto a su novia, ni a ella ni a miles que esperan con ansias poder desconchar las champañas. Lo importante es tener siempre presente que el amor está por sobre todas las cosas.