Geopolítica en Venezuela: Qué se juega en la crisis
Las fichas del futuro de Venezuela se están jugando fuera de sus fronteras. El intento de golpe de Estado en marcha sería imposible sin el reconocimiento otorgado al “presidente” Juan Guaidó por parte del presidente estadounidense Donald Trump, al que siguieron rápidamente Sebastián Piñera, el brasilero Jair Bolsonaro, y el colombiano Iván Duque, sus más fieles aliados en la región.
Lo que sigue es tratar de mantener un escenario de violencia para tratar de arrastrar a la Fuerza Armada a una definición que ya habían probado en 2017, en palabras del diputado opositor Juan Requesens: “o nos masacran, o no lo hacen, y se unen a nosotros”.
Mientras eso ocurría, en las calles de Caracas se desarrollaba una escena conocida: la derecha masivamente agrupada en el este de la ciudad (las zonas de clase media y alta), y los chavistas en el centro y oeste.
Guaidó, tras autoproclamarse presidente, se retiró rápidamente de la escena con rumbo desconocido. Los periodistas acreditados allí no alcanzaron a hacerle pregunta alguna. Eso tiene sentido: lo menos que pueden haber anticipado los autores de este plan, es que al autoproclamarse presidente de un país, un ciudadano comete un delito grave y lo más probable es que sea arrestado.
México, miembro del llamado Grupo de Lima, descartó reconocer a un “presidente” que nadie eligió, porque tal reconocimiento es una violación al derecho internacional y los tratados vigentes.
La concentración chavista en la histórica plaza O’Leary, en el centro de Caracas, al lado del complejo administrativo de El Silencio, se desplazó hacia el palacio presidencial de Miraflores para acompañar y defender a Nicolás Maduro. Allí, el mandatario -a quien las redes sociales de la derecha hacían asilado en una embajada- rechazó el golpe y denunció que los grandes medios hegemónicos -al igual que en las revueltas de 2017- sencillamente ignoraron la masiva concentración chavista.
Maduro recordó en su discurso los golpes de Estado en América Latina, impulsados por Estados Unidos, entre ellos “Chile, la hermosa Chile de la Unidad Popular y el Presidente mártir Salvador Allende”. En particular recordó el golpe de Estado perpetrado en 2002 contra el presidente Hugo Chávez, abortado en menos de 48 horas por una inmensa reacción popular espontánea en torno a Miraflores y a los principales cuarteles del país.
“Aquí no se rinde nadie”, exclamó Maduro en la tribuna. “El gobierno imperialista de Estados Unidos dirige una operación para instalar a través de un golpe de Estado un gobierno títere. Pretenden designar un presidente de Venezuela por vías extraconstitucionales”.
Allí, entre ovaciones, Maduro denunció la insólita orientación dada a la oposición por el vicepresidente de Estados Unidos el 22 de enero, de tomar la Presidencia y anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Washington. Dio 72 horas a los funcionarios de ese país para abandonar el territorio venezolano. La pregunta ahora es si obedecerán la orden, y que pasará si no lo hacen.
Gobernabilidad
También recordó Maduro un dato clave: 19 de los 23 estados federales de Venezuela son gobernados por el chavismo, elegidos en votación popular; entidades que podrían desconocer un eventual gobierno de Guaidó u otro dirigente opositor. Algunos, como el occidental estado petrolero del Zulia, han insinuado incluso que proclamarían la independencia, de romperse el estado de derecho en el país.
El chavismo además conquistó en diciembre 307 de los 335 municipios del país.
Hasta ahora, el intento no pasa de una crisis, tal vez más grave que otras, en gran medida por el compromiso férreo con el proceso bolivariano, demostrado por la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, encabezada por líderes militares como el general Vladimir Padrino López y el vicealmirante Remigio Ceballos, discípulos de Chávez. De ahí que la oposición, y Guaidó en particular, han suplicado en los últimos días a los militares que se sumen al golpe. Sin la FANB, la única esperanza del golpe es una invasión extranjera.
De superar la prueba, sin embargo, mal haría el gobierno bolivariano en continuar el inmovilismo y la ineficiencia que han caracterizado el desarrollo de la crisis económica del país. Si algo reclaman los pobres en la calle no es por la “dictadura”, sino por la falta de ella, por la incomprensible mano blanda frente a los que especulan con los alimentos y las necesidades básicas del pueblo. La guerra económica externa ha sido despiadada y brutal, como también lo ha sido el sabotaje del empresariado nacional. Pero también la corrupción y la ineficiencia han conspirado para deteriorar aún más la vida de los venezolanos y venezolanas.
“Máxima organización, movilización y disciplina”, demandó Maduro a sus seguidores, que sin duda esperan, como lo han esperado desde la elección en 2017 de la Asamblea Nacional Constituyente, medidas de emergencia para garantizar el acceso a alimentos y medicinas. Una decisiva muestra de compromiso superior ante quienes más resisten los embates de los poderosos enemigos de la revolución bolivariana.
El Grupo de Lima
Junto a Estados Unidos, el Grupo de Lima ha sido el artífice de esta crisis, con pasos metódicamente organizados desde que fracasó el intento de aplicar a Venezuela la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA), y los sucesivos fracasos electorales de la oposición en 2017 y 2018.
Los miembros del Grupo de Lima difícilmente harían esto exclusivamente por prístinos ideales democráticos. De ser así, se habrían movilizado en muchas otras crisis, como la de Honduras o Argentina, que olímpicamente ignoran.
El Grupo está en realidad compuesto por países que tienen algo que ganar con el derrumbe del proceso revolucionario, y fue diseñado por expertos como el ex canciller chileno Heraldo Muñoz y el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, ambos vinculados a gobiernos de centroizquierda (los de Michelle Bachelet y José Mujica), pero aliados incondicionales de Estados Unidos.
Paraguay es un buen ejemplo: fue el único de todo el grupo que rompió relaciones diplomáticas con Caracas a raíz de la asunción de Maduro. Esto podría estar relacionado con una deuda impaga de 340 millones de dólares, de un esquema ideado por el presidente Hugo Chávez, según el cual la estatal venezolana PDVSA suministraría combustibles y lubricantes a ser pagados en una canasta que incluía alimentos y dinero. Esto, cuando gobernaba el presidente Fernando Lugo, derrocado por un golpe blanco en 2012.
Según fuentes diplomáticas, el sucesor de Lugo, Horacio Cartés, pactó con Heraldo Muñoz y Luis Almagro su incorporación al Grupo de Lima si el eventual derrocamiento de Maduro significaba la eliminación de la deuda. “Los planes para la conformación del grupo se aceleran cuando Venezuela decide demandar a Paraguay por un monto de 500 millones de dólares y un tribunal en Paris se declara competente para juzgar”, agrega la fuente.
La recompensa de Guyana sería la renuncia venezolana al territorio Esequibo, para favorecer así los planes de inversión de Exxon, la misma empresa del barco interceptado por la Armada bolivariana en aguas jurisdiccionales venezolanas, uno de cuyos ex ejecutivos, David Granger, es hoy nada menos que Presidente.
Para Colombia, plataforma del sabotaje a la economía venezolana, los premios serían generosos: entrada de la estatal Ecopetrol a la explotación petrolera en Venezuela, acceso a las riquezas petroleras del Golfo de Venezuela (en el extremo occidental del país), apertura del Lago de Maracaibo como ruta para las exportaciones de carbón, que hoy deben recorrer unos 700 kilómetros para llegar a puerto. Además, indican las fuentes, “carteles colombianos de la droga aspiran a que un Gobierno títere en Venezuela derogue la Ley de control del espacio aéreo dejando rutas libres a aeronaves del narcotráfico.
El continuo derribamiento de aeronaves por la FANB ha generado atascos financieros al gobierno y carteles al no poder trasladar drogas a islas caribeñas”.
Y agrega: “Chile, Guatemala, Costa Rica, Honduras y Panamá aspiran a los generosos beneficios (petroleros) que provee Venezuela a pequeños países en Centroamérica y el Caribe mediante Petrocaribe.
La clave está en los militares venezolanos, que la prensa y las redes sociales los presentan como un grupo de gorilas corruptos e inútiles. Son los mismos que han ocupado los primeros lugares en olimpiadas militares contra contrincantes peso pesado como China, Rusia o Irán. Su escuela de Fuerzas Especiales en Maracay es una de las más prestigiadas de América Latina (comandos chilenos han ido a entrenarse allí). Cuentan con armas potentes y modernas, así como una clara orientación doctrinaria antiimperialista. La nueva doctrina militar venezolana se basa además en la defensa integral del territorio, con participación de las organizaciones sociales.
Como le ocurrió a la selección chilena juvenil de fútbol en Rancagua, subestimar una vez más a Venezuela puede costar sumamente caro, y el “presidente Guaidó”, un personaje de origen humilde y piel mulata (y por tanto desechable) podría ser el primero el pagar el precio.