Despenalizar el aborto, defender la vida de las mujeres
El pasado 25 de julio tuvo lugar la sexta marcha por el aborto libre, seguro y gratuito en Chile, después del reciente mayo feminista que se tomó el debate público y la agenda del gobierno de Piñera. Una convocatoria histórica de más de 50 mil personas en Santiago, y más de 100 mil en todo el país, abriendo el debate en la sociedad de que la demanda por un aborto libre es una discusión del presente y cada vez más mayoritaria.
Un escenario de apertura democrática protagonizado por las mujeres que remueve y saca a la luz toda la violencia que conlleva la clandestinidad y criminalización para quienes -que son la mayoría- no pueden pagar el negocio y el silencio cómplice de clínicas que lucran con la penalización del aborto que afecta a las mujeres más pobres de nuestro país. Un avance de democratización social que recibió una respuesta de odio por parte de los sectores más conservadores en contra de la emergencia feminista y la respuesta del gobierno del presidente Sebastián Piñera que tardó más de 12 horas en salir a condenar, tibiamente, tres apuñalamientos a mujeres en la marcha y a enfatizar, que utilizarán toda la institucionalidad para impedir la legalización del aborto. Una amenaza que ha empezado a ocurrir en otros países como Argentina y España, desbordados por la protesta feminista, en Chile se empieza a hacer palpable.
Al otro lado de la cordillera, el pasado 8 de agosto del presente año vivenciamos en las calles de Buenos Aires la marea verde. Una fuerza callejera de gran convocatoria social que se tomó las ciudades de Argentina y paralizó la agenda del gobierno de Macri. Una revuelta feminista que remueve pactos políticos conservadores, protagonizada por cuerpos de mujeres que se rebelan al tutelaje masculino, a la invisibilización de sus violencias, a perder vidas en la clandestinidad, a su mayor precarización. Un día histórico de efervescencia y fuerza social que devuelve la democracia a la sociedad en torno a la contienda por el aborto legal. Una contienda que no sólo sucedía en Buenos Aires sino en una escena global. Muchas ciudades extendían la marea verde articulando un nuevo tipo de internacionalismo que reconstruye organización y lazos de solidaridad.
En ese contexto, de profunda democratización social, 38 votos del Senado de Argentina negaron el proyecto de legalización del aborto, alzado y defendido por más de 2 millones de personas en las calles que sostenían la protesta durante horas contra lluvia y viento. Una política conservadora y elitaria clausuraba la democracia, a la vez que la marea feminista transformaba la rabia en mayor impulso gritando en las calles que a la “clandestinidad no volvemos nunca más”.
En Argentina y Chile las voceras de la campaña por el aborto salieron con más énfasis a decir que la única forma de combatir la clausura democrática por parte de la política elitaria y conservadora es seguir con la movilización social.
Que la única forma de luchar contra los discursos de odio y persecuciones es con más democracia y por eso, “no tenemos miedo”. Con esa fuerza la marea a nivel global sigue articulando la movilización feminista para volver a llenar de pañoletas verdes las calles de latinoamérica y el mundo. Como sentenciaron nuestras compañeras al otro lado de la cordillera “el aborto en la calle ya es ley” porque la despenalización social es una realidad. En Chile esa realidad que cada vez conquista más sentidos comunes hoy, 21 de agosto del 2018, se toma el congreso para abrir sus puertas al debate democrático por la no criminalización de las mujeres que deciden por una maternidad deseada y libre. Hoy, el movimiento feminista chileno se hace cargo de su propia historia que desde comienzos del siglo XX ha puesto en el debate la necesaria liberación de las mujeres de la maternidad obligatoria.
Hoy, el movimiento feminista chileno del cual somos parte ingresa su propio proyecto de despenalización social del aborto- que es la la única posibilidad que nos deja esta institucionalidad añeja- a nombre de la justicia social, de la igualdad, de la democracia y de la vida para las mujeres.