"Arial 12" de David Bustos: Dormir con la televisión encendida
Arial 12 se inicia con un epígrafe cinematográfico, una cita de Apocalypse Now. El parlamento es del Coronel Walter E. Kurtz, el personaje que encarna Marlon Brando: He visto un caracol, se deslizaba por el filo de una navaja. Ese es mi sueño, más bien mi pesadilla: arrastrarme, deslizarme por todo el filo de una navaja de afeitar y sobrevivir. Así, desde el inicio, este libro instala al lector en el ámbito de las imágenes. Pero, también, en el del riesgo y la precariedad en que viven los que trabajan con ellas. La navaja de afeitar es aquí la gigantesca maquinaria donde se facturan, cotidianamente, las imágenes televisivas que todos consumimos. Quien se equilibra en su filo es el escritor/guionista, aquel que escribe la trama de sus ficciones en calidad de asalariado: la verdad de las cosas es que somos la servidumbre de este negocio. Aquel que, por lo mismo, sabe bien del lado pesadillesco de esas ficciones.
Investigo sobre la tipografía Arial, cuyo nombre da título a este libro. Llego a esto: incluida en el sistema operativo Windows, se ha convertido en una de las tipografías más populares del mundo. Pese a ser mucho más conocida que la Helvetica, la Arial es considerada por los tipógrafos como una imitación burda y barata de esta, careciendo de las características que distinguieron al diseño original suizo. También dice que se trata de una tipografía especialmente apropiada para los textos en pantalla.Arial 12 era la fuente de la letra,/letra tinta quebrada/sangre en el ojo televisivo, dice un verso de este libro. Este libro está escrito intencionadamente con esa tipografía barata. Con esa mala copia que termina desplazando al original, como suele suceder con las imágenes que selecciona y proyecta el ojo televisivo y su gramática espectacular. Escribir con esa letra tinta quebrada para comprender cómo circula la sangre por ese ojo.
Escribir un guión en clave poética, convivir con la puesta en escena, colgar un cuadro donde se pueda ver el movimiento. Introducir el brazo hasta el codo y dejar que los dedos, la muñeca, entren por la ventana, dice un fragmento de Las pistas de Severino, acaso una especie de alter ego del autor. Un guión en clave poética, dice. Convivir con la puesta en escena. Me parece que, en algún sentido, la tentativa de este libro podría definirse así. Escribir para articular ese guión, para colgar ese cuadro. Un guión no se escribe para ser leído como literatura, se escribe para que otros trabajen con él. A diferencia del texto propiamente literario, solo se puede escribir en un guión aquello que se ve. En este sentido, Arial 12 nos hace ver, desde el punto de vista de quien está adentro y conoce sus mecanismos, cómo se construye la ficción espectacular. La serie ininterrumpida de imágenes vaciadas de realidad que se nos transmiten con una profusión totalitaria día a día.
Escaso contenido. Una suma de primeros planos que sodomizan al televidente. Poco periodismo de escena. Precariedad en los ángulos. La misma música de siempre. En ese contexto, el de la banalidad del discurso y la producción televisiva, en esa precariedad de sentido, quien escribe se interroga por la situación de su escritura. Engranaje menor del mecanismo, el escritor/guionista es aquí apenas un insumo más, un animal de trabajo que hace su labor a cambio de agua y comida: Eres un caballo de carrera que pone a trabajar toda su masa muscular desde el arranque. No importa el lodo ni el excremento. Estás entrenado en la pista, las apuestas están echadas y tu dueño sería capaz de sacrificarte si llegaras a romperte un solo hueso. La escritura es reducida a una función meramente utilitaria, la de producir contenidos para uso del espectáculo. El autor, en consecuencia, debe desaparecer. Su subjetividad debe quedar fuera del juego. Como dice el poema La tele es sin llorar: La tachadura es parte del juego, no evoques una salida política a todo esto. Se trata de la TV y el ego en estos casos es una trampa. // Cumple con las páginas diarias que te piden, dale otra vuelta a los diálogos, quiebra la cintura en el campo de juego y todo estará bien. El lloriqueo es de mal gusto, el rating no tiene sentido.
Poetas fundamentales como Nicanor Parra, Enrique Lihn y Juan Luis Martínez asoman en estas páginas. Sin embargo, la poesía parece no tener lugar en la situación de escritura en que se encuentra el escritor/guionista: A Severino le costaba entender que esas fuentes eran como automóviles sin permiso de circulación // Mejor le fue cuando citó a Breaking Bad. Por el contrario, y esto me parece interesante y atingente, este libro constata el avance de ciertas lógicas mercantiles y espectaculares en el mismo seno de la poesía. Nadie se salva de la puesta en escena que organiza el espectáculo, la competencia y el consumo, la triada que urde el guión de nuestras vidas en el país real. Desde luego, tampoco los poetas. Me refiero a aquellos que practican estrategias a tono con los tiempos que corren. Que replican la lógica del show neoliberal. Los que persiguen que su nombre aparezca en la pantalla con grandes letras. A propósito, cito en extenso el poema Consejos de un maestro: No temas hacer cuestiones que bordeen lo legal. Después, cuando hayas alcanzado notoriedad, cuando por fin los focos caigan sobre ti, no aflojes. Sigue dándoles duro a los que elijas como caballitos de batalla. Aprende a citar estratégicamente, sé áspero y suave a la vez. Frota tu lamparita de genio incomprendido. Estampa en la pantalla tu nombre con grandes letras. Observa desde la cima los barrios periféricos. Toma nota.
Como escribió Lipovetsky, nuestra vida transcurre entre pantallas, vivimos en la pantalla global. La televisión es todavía, sin lugar a dudas, una de las metáforas centrales de ese mundo. Es justamente ese mundo el que este libro nos ayuda a entender desde el lugar complejo que ocupa o parece ocupar todavía la poesía y la escritura. Comprender, al menos preguntarse por todo esto, para aprender a equilibrarse mejor en el filo de la navaja. A lidiar mejor con las pesadillas de quienes dormimos con la televisión encendida.
Valparaíso, junio de 2017
Arial 12
David Bustos
Libros del Pez Espiral
Precio de referencia: $5.000 a $7.000