La época de la mentira
Al parecer esta afirmación de algunos estudiosos no anda tan lejos de la realidad estimados lectores. Seré políticamente incorrecto, aviso de entrada. En el presente las luchas por el poder y los intereses de poder pasan muy importantemente por el espacio mediático. Lo que allí se dice y repite; lo que no se dice y oculta; lo que se calla, se ha vuelto terreno primordial para engañar manipular y crear ciertos estados de ánimo. Algunos le llaman también política de la posverdad. Es decir, nos moveríamos entre la mentira y la posverdad en lo que se ha dado en llamar la “era de la información”. ¿Qué tal? El hecho. La manera uniforme y homogénea de “informar” que han tenido los canales “nacionales” respecto a lo que sucede en la Venezuela de hoy. Al parecer la época de la mentira y la posverdad en las comunicaciones tiene como uno de sus apoyos el famoso dictum goebbeliano: “miente, miente, que algo queda”. No podemos ya ver a los medios como expresión de neutralidad y objetividad. Desde la caída del Muro el 89 ellos han venido a conformar una alianza férrea con el supuesto triunfo ad eternum del capitalismo financiarizado, el liberalismo y el mercado global y por tanto, la supuesta “objetividad” informativa pasó a mejor vida.
Tanto en Chile, como a nivel mundial. Por eso hay que irse con cuidado en los juicios rápidos y emocionales sobre lo que ocurre con la revolución bolivariana y los susodichos opositores en aquel país hermano. La lectura que hacen los medios responde mucho más a ciertos proyectos políticos y creación de estados de ánimo que a intereses de proclamar lo verdadero o de informar verazmente, de manera equilibrada, dejando el juicio para el auditor, espectador o lector. No pues. Fíjese lo que dicen los Diccionarios Oxford respecto al neologismo posverdad: “Relativo o relacionado con circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la formación de la opinión pública que las emociones y creencias personales”. Que es como decir que las personas prefieren optar, creer en algo o elegir a alguien basándose en sus estados de ánimo, gustos o creencias, por sobre incluso lo que señalan los hechos objetivos más evidentes. Esto es a mi juicio lo que vienen haciendo los mass media poderosos teniendo como objetivo el gobierno venezolano. Se trata de crear una realidad artificial puesta como realidad real, para después, justificar las acciones violentas o intervencionistas (vía OEA, por ejemplo). Esa realidad falsa y creada es la de dar la impresión de que allí habría una “cruel dictadura” como se atrevió a decir el neocandidato de los millonarios, el Sr.Piñera y por cierto, el coro de autoritarios velados que aún existen en nuestro país.
Veamos algunas muestras:
1. La justificación de la invasión a Irak que ha destrozado ese país y que implicó cientos de miles de muertes, se realizó en base a una mentira repetida muchas veces: el gobierno irakí es malo y posee armas atómicas peligrosas. Bueno, ya se sabe que fue un montaje falso urdido para realizar esa invasión y apoderarse de los pozos de petróleo allí existentes.
2. Después, tenemos las invasiones a Afganistán, a Libia, y ahora último, a Siria. Todas ellas, de nuevo, bajo falsos pretexto (implantar democracias liberales o respeto a los derechos humanos) han servido para que los USA y la OTAN tomen posiciones estratégicas en el Medio Oriente. El asesinato de Gadaffi quedó impune. Lo vimos todos en directo. Y, ¿sabe cuál es la realidad hoy de ese país, otrora el de mejor índice de desarrollo humano del norte de África?
3. Chile 1973: ¿Cuál fue la manida repetición del motivo para dar el golpe de Estado? La supuesta implantación de un régimen marxista-leninista del que no habría vuelta atrás. Para ello, entre otras cosillas, se creó el famoso libro blanco, del cual supimos después, fue armado artificialmente por gente ligada a servicios de inteligencia. Pero, mucha gente se lo creyó y por tanto comulgó con el golpe. Y ya sabemos cómo se ha ido develando la verdad histórica lentamente entre nosotros respecto a esos días.
4. Olvidan los medios de manera interesada que desde el inicio de la experiencia bolivariana hubo el intento de frenarla, sabotearla, echarla abajo, por distintos medios: pseudo-legales o violentos. Aquí es donde aparece más clara la paradoja del supuesto interés democrático opositor: ello se hacía a pesar de los claros triunfos electorales de la Vta República y del chavismo, certificados por veedores internacionales por lo demás. No importaba. Si las elecciones las ganan ellos, entonces, no son válidas. Por principio.
5. Usted recordará, también, el ilegal y fallido intento de golpe de Estado contra un legítimo presidente como Hugo Chávez el año 2002. Allí la actuación de nuestra política exterior fue más bien triste, prestándose para darle el apoyo inicial a la intentona golpista.
6. Al día de hoy aún hay sectores recalcitrantes dentro y fuera de Venezuela que no quieren reconocer el triunfo de Maduro en las últimas elecciones presidenciales, de nuevo con veedores internacionales y con un sistema de votación a toda prueba. De nuevo la misma operación: si ganan ellos, entonces el sistema está viciado y no funciona. Pero si ganamos nosotros, entonces si funciona (última elección Asamblea Nacional). Si la Carta Institucional aprobada por amplia mayoría no nos gusta es inválida, pero si puede servir para tumbar un gobierno, entonces si es válida (alegato actual).
7.¿Informaron adecuadamente nuestros adalides de la “libertad de prensa” de las Guarimbas y los muertos que aquella operación dejó y por los cuales está preso el Sr. López? ¿Han informado adecuadamente del asesinato a pedido de uno de los legisladores más jóvenes y prometedores de ese país, Robert Serra?
8. ¿Ha informado nuestra prensa “independiente” de los otros intentos golpistas en Venezuela? ¿Por qué no han abierto sus noticiarios informando sobre esos sucesos alguna vez, no le parece extraño y poco ecuánime? Me refiero a lo que se llamó el “Golpe azul” en febrero-marzo del 2014 y el intento de febrero del 2015 encabezado por algunos militares de la aviación y civiles uniformados, que tenían por objetivo “liquidar” al presidente Maduro y otras personalidades públicas y hacerse del poder.
9.¿Ha informado de manera adecuada nuestra prensa sobre el proceso de diálogo promovido en ese país desde el Vaticano por el mismo Papa Francisco? Un proceso en el que además del Vaticano, participan veedores internacionales, como el expresidente del gobierno español, J.L. Rodríguez Zapatero. ¿Por qué no se informa del estado de ese proceso? ¿De quiénes se oponen a él, de quienes participan un momento y después vuelven a lo mismo, intentar derrocar un gobierno legítimo, mostrando que no tienen un interés real por la convivencia pacífica entre distintos proyectos de país? Todo lo anterior, sin hablar de aquellos proceso de acaparamiento y escondite de bienes fundamentales que realizan los que tienen el poder económico-productivo. Algo de lo cual supimos también por acá.
10. Señalar, además, que algunos de los gobiernos que se han puesto del lado del secretario de la OEA y del Departamento de Estado de los USA, no tienen, por decir lo menos, mucha legitimidad ético-política para andar dando lecciones de política y democracia a nadie. Quizá sea bueno en esto mirar la viga en el propio ojo antes de andar viendo la paja en el del prójimo (algo muy típico de la elite chilena por lo demás). Habría muchas otras situaciones que mencionar, pero por espacio no podemos hacerlo (golpe a Zelaya en Honduras; el golpe blando a Lugo en Paraguay; el intento de golpe a R. Correa en Ecuador; el golpe parlamentario contra Dilma, en Brasil, en fin).
11. Señalar, por último, que mi punto central no es tanto identificar los errores o las equivocaciones que puede tener ese proceso de cambios. De seguro los hay. Lo que me rebela es la parcialidad interesada de los medios, su poca ecuanimidad informativa; la aplicación de la política de la posverdad haciéndola pasar por “hechos objetivos”: un político o un medio pueden mentir tranquilamente y con todo, obtener audiencia o ganar una elección, porque estaríamos en una época en la que importa menos la falsedad que los sentimientos (gustos, creencias) para tomar decisiones sobre la vida en común. Y esto, es preocupante.