El caso de Antonia Garros: Los confusos incidentes no matan

El caso de Antonia Garros: Los confusos incidentes no matan

Por: Karen Denisse Vergara | 10.02.2017
No te lanzaste sola al vacío, Antonia. La violencia de género impune te empujó. Te empujó el daño, el temor, la angustia.

No te conozco Antonia. No sé casi nada sobre ti, salvo que hace unos días te lanzaste desde el piso 13, a tus jóvenes 23 años. No te conozco, pero recordé que había compartido hace unos meses un post que contaba tu historia, que estabas en una batalla acompañada de tu entorno cercano, contra Andrés Larraín Páez, el hijo de un abogado del Banco de Chile, que se jactaba de su poder para hacer lo que le venía en gana. Querías librarte de su dominio, de las patadas y puñetazos que te dio en el pasillo de un edificio. Anhelabas dejar de mirar al conserje con cara de vergüenza, aunque el agresor fuera tu pareja y no tú.

Las relaciones tóxicas, que viven bajo el amparo del falso amor y la obsesión, son capaces de anular la razón. La violencia psicológica, que muchas veces irrumpe antes que cualquier señal de alerta física, deja daños imborrables de miedo, subordinación y negación en nuestro inconsciente. No es fácil salir de una dinámica violenta, mucho menos detenerse a tiempo. Pero estabas dando pasos hacia ello. Habías iniciado acciones legales contra el sujeto, y estaba asistiendo a la Casa de la Mujer en Chiguayante, cuando algo se quebró y volviste a ver a este sujeto, quizás faltó escucharte más, acompañarte, intentar desmenuzar los caóticos nudos de la memoria y sus demonios para encontrar donde se ubicaba él y los dominios que ejercía.

Junto con tu primera denuncia el año pasado se viralizó en redes sociales un post familiar que narraba las atrocidades que había cometido Andrés contigo. Recuerdo haberlo compartido, tenía antecedentes claros, se hablaba de que el tema estaba siendo investigado y además teníamos varios contactos en común. El testimonio se reforzó con las denuncias de testigos, vecinos y conserjes, quienes habían comentado en varias ocasiones las peleas, gritos y golpes que Larraín te propinaba. Las llamadas continuas a Carabineros, el estatus de persona non grata que él había recibido por parte de la propia comunidad del recinto, donde incluso se dice que le pidieron el desalojo antes del 30 de diciembre. Nada de eso sirvió.

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Un diario penquista tituló que en un “confuso incidente” te lanzaste al vacío desde el piso 13, de un elegante edificio en Pedro de Valdivia, camino a Chiguayante. Pero no fue solo eso. Estabas en el edificio donde tantos dolores viviste, estabas en compañía de Andrés.

Los confusos incidentes no matan, no son causal de violencia, los confusos incidentes no existen. Hay verdades, muchas veces desconocidas, pero que con los antecedentes adecuados no necesitan mayor justificación. No te lanzaste sola al vacío, Antonia. La violencia de género impune te empujó. Te empujó el daño, el temor, la angustia.

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Entre 2010 y 2012, el 16% de todas las mujeres que se suicidaron en nuestro país lo hizo tras haber denunciado formalmente situaciones de violencia por parte de sus parejas. La depresión, sentirse acorralada y un sistema judicial que entrega pocas garantías a las víctimas son parte sustancial de esta alta cifra que las autoras Paula Santana y Lorena Astudillo investigaron en “Suicidio Femicida, mujeres que escapan de la violencia quitándose la vida”.

No te conozco, Antonia. Pero ten por seguro que seguiremos visibilizando cada una de estas historias. Con más fuerza cada vez. No nos dejaremos solas. Este es un dolor que crece y crece, por cada mujer que no pudo salir del círculo femicida. Por cada suicidio inducido por la violencia machista.

* Original en EsmiFiesta.