Facundo Jones Huala, el mapuche de Argentina que arriesga 18 años de cárcel en Chile
“Estoy bien pero preso”, dice riéndose el Lonko Facundo Jones Huala (30) cuando contesta el teléfono fijo que tienen los presos del pabellón 5, turnándose para usarlo durante las horas que no tienen visitas. La Unidad Penitenciaria Federal 14 de la ciudad de Esquel, ubicada cien kilómetros al este de Chaitén en la Patagonia, es la tercera cárcel por la que pasa Facundo. Antes estuvo detenido en las prisiones de Llancahue y Río Bueno en la Provincia de Los Ríos. “En la cárcel de acá hay condiciones un poco menos indignas que en las de Chile. Hay calefacción, ducha con agua caliente, hasta el teléfono. Allá, en cambio, tuve que hacer huelga de hambre hasta para que permitieran la visita de la machi”, cuenta.
Facundo Jones Huala, conocido simplemente como Facundo Huala en su entorno, es actualmente el único preso político mapuche en Argentina. Hoy se iniciará la audiencia que tiene por objetivo revisar su extradición a Chile, donde la Fiscalía lo mantiene como imputado por causas de incendio, infracción a la ley de control de armas y a la ley de extranjería, en el marco de la investigación por el incendio del fundo Pisue Pisue en Río Bueno. “Si vos hacés la sumatoria de los tres delitos, te dan 18 años”, dice su abogada, Sonia Ivanoff. La causa ha generado diversas expresiones de solidaridad en distintos puntos de Argentina y una activa movilización en la provincia de Chubut, donde se mantiene detenido a la espera de la audiencia.
Nacido en Bariloche (aunque él diría que es de Furi Lof Che, la “Comunidad detrás de la montaña”) es parte de una generación de jóvenes mapuche que ha corrido los límites del movimiento indígena en ese país. Hoy es la figura de referencia de un importante sector de militantes menores de 35 años, que se llaman a sí mismos, “mapuche autónomos” y llevan adelante diversos procesos de acción directa en el marco de un movimiento que tiene rasgos de institucionalización mucho mayores a lo que ocurre en Chile. En un país en donde la acción directa no tiene mucho desarrollo ni cabida. “Acá ha habido mucho intervencionismo del Estado, mucha cooptación y burocracia, muy similar al proceso de muchos sindicatos. Sobre todo con algunos dirigentes que fueron surgiendo en la década del '90 y parte del '80. El problema de esas organizaciones es que no tienen una proyección política de fondo en torno a la idea de autonomía, territorio y liberación nacional”, explica Jones Huala.
Con una fuerte raigambre urbana, los autónomos comenzaron a liderar procesos cada vez más radicales en las diversas comunidades del sur del Puelmapu (lo que hoy es Argentina). Su matriz es el desarrollo del movimiento político y social mapuche a ambos lados de la cordillera, pero también el punk, los zapatistas, el hip hop, las Madres de Plaza de Mayo. Se fogueron en Santa Rosa de Leleque, el primer gran conflicto que sostuvieron mapuche con la multinacional Benetton, y después en Villa La Angostura. En esa ciudad, famoso lugar de vacaciones de la clase alta argentina donde la reina de Holanda pasa sus días de descanso, los autónomos propiciaron la autonomización de la comunidad Paichil Antriao, que posee un título que la acredita como dueña de todas esas multimillonarias tierras. “En ese conflicto me estaban buscando para matarme”, cuenta Facundo. “Los milicos me quemaron tres casas y nosotros los enfrentamos. Después de eso yo cruzo la cordillera”.
[caption id="attachment_97460" align="alignnone" width="898"] Foto: Pu Lof en Resistencia del Departamento de Cushamen[/caption]
Todo preso es un preso común
En enero de 2013 se cumplían 5 años del asesinato de Matías Catrileo. A menos de 10 kilómetros, otro asesinato, el de los colonos Luchsinger-Mackay, transformó ese verano en el más violento de la historia reciente. La represión policial se repartió por todo el Wallmapu en una cacería que se extendió por varias regiones y llegó hasta Río Bueno, donde un grupo de comunidades se oponían a la construcción de una hidroeléctrica en el río Pilmaiken por parte de la empresa AES-Gener. El 30 de enero Carabineros allanó la casa de la Machi Millaray Huichalaf, acusándola de un incendio en el Fundo Pisue Pisue, deteniéndola a ella, a Facundo y cuatro peñi más. “Yo llegué medio por casualidad medio no tan por casualidad a la casa de la Machi Millaray a buscar lawen [(remedio). Y bueno ahí me pude interiorizar de todo lo que estaba sucediendo y cuando allanaron me agarraron ahí y fui detenido. Cualquier persona, fuese o no un Weichafe, hubiese caído detenido”. Después de eso los presos pasaron por el típico combo de la criminalización mapuche: prisión preventiva + operaciones de prensa + solicitud de altas penas por parte de la Fiscalía + absolución. Como tantas otras veces, no fueron hallados los autores del incendio.
En medio de ese proceso, en octubre de 2014, Facundo pasa a la clandestinidad. Por ese motivo no fue absuelto como sus demás compañeros -excepto la Machi Millaray que fue juzgada a dos meses de prisión luego de haber cumplido cuatro, le quedaron debiendo dos- y hoy sigue imputado. “Si vamos atando cabos, descubrimos que hubo toda una situación de montaje. La sentencia del juicio habla de la Machi como la líder política de un movimiento subversivo donde se adoctrina gente para ser mapuche, algo así dicen. Y que ese movimiento tiene como objetivo las empresas multinacionales, sobre todo a las empresas hidroeléctricas. Eso señalan los informes de los peritos de la PDI y de la ANI y de un montón de otros organismos. Pero al final la sentencia es por un delito común”.
El carácter de común o político de la causa no es un dato menor. Según la ley de extradición, los delitos políticos no son extraditables. Su abogada defensora cree que lo que busca la justicia argentina es “sacarse una piedra del zapato”. Cita el hecho de que un juez le dio 30 días más de detención a Facundo porque incitaba a levantarse a los mapuche. “Aquí el delito es cómo piensa. Y yo creo que la ideología no es un delito. Lo que quieren es criminalizarlo. De hecho hoy Esquel esta recontramilitarizada, han venido 12 colectivos de gendarmería, hay grupos de choque, hay toda una militarización a una ciudad tranquila. Y en lo simbólico esto genera mucho malestar en la gente”, sostiene la abogada Ivanoff.
Una nación en dos países
Durante la clandestinidad, Facundo vuelve a cruzar la cordillera ilegalmente, “como hacían los antiguos”. Al regresar a Argentina cuenta que volvió poco a poco por distintas comunidades, mientras se rearticulaba el movimiento autónomo en torno a los Lof en resistencia del departamento de Cushamen, en la zona que hace frontera con la región de Los Lagos en la Provincia de Chubut. Esa parte del territorio ancestral del pueblo Mapuche-Tehuelche, está ocupada por vastas extensiones de propiedad de la Compañía Tierras del Sud Argentina, de la trasnacional textil Benetton. Con casi un millón de hectáreas, la empresa se reparte por distintas provincias patagónicas e incluso ha diversificado su negocio: además de lanas ha desarrollado el sector forestal.
En marzo del año pasado, los Lof en resistencia de Cushamen iniciaron la recuperación de uno de los predios a título de Benetton en el norte de Chubut. Su vocero en esa ocasión retrató el problema con elocuencia; “somos los más pobres dentro de los pobres, estamos viviendo entre pedreros y arenales y no nos queda otra que movilizarnos para recuperar las tierras”, dijo con su rostro cubierto, otro de los sellos de los autónomos.
En medio de la clandestinidad y con el desafío de sostener la ocupación, Facundo es erigido como Lonko. “A mi me toca ser Lonko porque es algo en realidad que viene por mi kupalme (origen familiar). En realidad le tocaba a mi tío Martiniano que estuvo procesado igual. Pero no siempre en el mundo mapuche las cosas hereditarias son lineales. Y en vez que eso pasara a un hijo o hermano, pasó a mí cuando yo era chico, dicen, pero yo no lo supe hasta hace poco. Y cuando vuelvo me agarraron y me tocó ser Lonko, asumir nomás. Todo ese proceso me encuentra a mí con la gente luchando y caigo detenido, porque tenía un pedido de la Interpol que en operaciones conjuntas con Chile y Argentina me perseguían al servicio de los grandes intereses del capitalismo”, relata.
[caption id="attachment_97455" align="alignnone" width="898"] Foto: Pu Lof en Resistencia del Departamento de Cushamen[/caption]
¿Cómo ve la situación del pueblo Mapuche en Argentina, en el Puelmapu, y que diferencias y similitudes hay con el Ngulumapu, Chile?
En realidad somos una sola nación. Entonces la primer similitud es que el mismo pueblo está dominado por dos Estados coloniales que aproximadamente de la misma época dividieron el territorio en dos. Pero hay una serie de diferencias en torno a la historia de cómo se han ido dando las formas de opresión. Podemos pensar que en lo que hoy es Chile, el Ngulumapu, hay un proceso de politización mapuche mucho anterior. Apenas terminada la conquista ya surgían algunos grupos políticos de índole mapuche. En cambio aquí recién a la vuelta de la democracia occidental se empezaron a organizar los primeros grupos indígenas. Esa es una de las situaciones. Otra es que en el Ngulumapu en el gobierno de la Unidad Popular se dio un proceso de reforma agraria, en Argentina nunca hubo algo así. Acá nadie se acordó de los peñi, ni el Peronismo, ni la Izquierda, ni mucho menos los fachos. Entonces todos esos factores sociopolíticos son los que han ido nutriendo de distinta manera las formas de resistencia en ambos lados de la cordillera. También acá hubo proceso de reconocimiento constitucional de los pueblos originarios en la reforma de 1994, cosa que en Chile no ha sucedido.
¿Ese mayor desarrollo de derechos en Argentina es efectivo o finalmente son imposibles de ejercer?
Si bien Argentina tiene un supuesto marco de derechos, la policía, los terratenientes y las empresas son mucho más mafiosas que en Chile. Acá no hay presos porque generalmente hay muertos. Y hay muertos que nunca se denuncian. Entonces el tema del reconocimiento legal winka, no es más que eso, un reconocimiento superficial que yo creo que tampoco el winka se daba cuenta de lo que reconocía.
Ustedes desde el Movimiento Mapuche Autónomo Puelmapu promueven el control territorial y la acción directa. ¿Por qué consideran que ese tipo de movilización permite un avance de la reconstrucción y los procesos políticos mapuche?
Es que en realidad la propuesta nuestra no viene del reconocimiento o no del Estado. Esa no es la lucha real. La lucha real nosotros comprendemos que es la reconstrucción de nuestro mundo y eso solamente lo podemos hacer nosotros, el Estado no nos va a reconstruir. El Estado es el opresor. Cualquier concesión de derechos en el fondo es un logro de un movimiento, siempre que vaya a perfilándose. Porque la fuerza para liberarnos es la fuerza que nosotros podemos hacer hacia adentro y esa reconstrucción de nuestro mundo es el camino a la liberación nacional. De nada nos serviría que los Estados mañana o pasado nos dieran autonomía, territorio y todo eso, si hacia dentro estamos totalmente desestructurados y destruidos. Entonces nosotros creemos que la propuesta política, el proyecto político de liberación, es algo que tenemos que ir construyendo día a día a partir de la reconstrucción territorial, de la reconstrucción de nuestras formas propias, lo que nosotros llamamos poder mapuche. Reconstruyendo el poder mapuche en las Lof [comunidades], ya estamos liberándonos de alguna manera y no esperando nada.
¿Confrontando a quién se realiza esa reconstrucción?
Nosotros definimos como enemigo el capitalismo, a las empresas trasnacionales y la oligarquía criolla. Evidentemente el Estado fue el que ha ejecutado siempre, pero el Estado es una cuestión no sé si abstracta, pero a la que no tiene mucho sentido pelearle hoy en día. Si bien es un enemigo, el verdadero enemigo es el sistema capitalista, y los Estados siempre han sido su instrumento. En un tiempo el capitalismo necesitaba Estados fuertes para existir, que fueron los que crearon las burguesías. Pero hoy en día con el modelo neoliberal el capitalismo no necesita Estados fuertes. Entonces en realidad aquí el verdadero enemigo son las burguesías criollas que son furgón de cola del imperialismo, como dijo el Che Guevara.
¿Y las empresas extractivistas?
En el fondo nosotros definimos que hay enemigos más urgentes que otros, que son estas empresas extractivistas, destructoras del Wallmapu. Eso creemos nosotros que es lo más urgente. Porque a un latifundista uno puede echarlo y tener un territorio más o menos recuperable, o sano, por decirlo. En cambio las empresas trasnacionales, mineras, petroleras, hidroeléctricas, forestales, dejan un tendal de destrucción muy difícil de reponer. En muchos casos es imposible porque destruyen cerros, lugares sagrados, etcétera. En ese sentido vemos que hay enemigos más urgentes que otros pero siempre bien definidos en una concepción anticapitalista y antimperialista de la lucha mapuche. Teniendo en cuenta el contexto actual que estamos. Nosotros planteamos que el objetivo mayor es la reconstrucción y liberación nacional, la reconstrucción del admapu [el conjunto de leyes y tradiciones] de una manera integral, como forma de regular todo en el territorio mapuche. Esa regulación a través del admapu nos habla de un territorio equilibrado y armónico, y choca totalmente con el desequilibrio que han traído los winka hace aproximadamente 130 años. La recomposición de ese equilibrio antiguo, ancestral, la búsqueda de esa recomposición, ya de por si es una situación de transformación radical de la realidad, es decir un proceso revolucionario. Y eso naturalmente termina confrontando con el capitalismo en todas sus formas, por eso es nuestro enemigo.
Lonko, ¿cómo afrontaría la posibilidad de estar tantos años preso en Chile?
Voy a seguir luchando, peñi, como siempre. Hasta el último de mis días, en cana o libertad. Eso es lo que yo entiendo que debería hacer cualquier Lonko, y en el contexto actual cualquier persona mapuche que tiene un grado de conciencia. Eso significa una lucha, no una situación cultural folclórica sino realmente cultural, de forma de vida. Volver a ser mapuche significa disputarle al opresor esa libertad que nos arrebató. Y para eso debemos ser cada día más mapuche. Y si vemos las cosas que están mal, tenemos que lograr transformarlas. Cuando uno es consciente de la opresión y no lucha por transformar la situación, termina siendo cómplice del opresor.